En estos momentos de locura, cuando la fuerza aérea del país más poderoso del mundo es capaz de atacar una boda porque pegan tiros al aire para celebrarlo, cuando los que son más fuertes en Israel tildan de “ataque militar” los ataques a civiles más o menos indefensos (la desproporción de fuerzas es palmaria), cuando los sudaneses musulmanes siguen crucificando a los cristianos por centenares y el Vaticano no dice ni pío, cuando nunca se vio ola tal de impureza en todos los sentidos, cuando la droga campa por sus fueros y rige el mundo, cuando la distribución de la riqueza es cada vez más injusta … En estos momentos se me viene a la cabeza lo que nos obligaban a aprender en el Catecismo de la Primera Comunión, a saber, que hay cuatro pecados que claman venganza al Cielo: 1) la muerte del inocente (¿a cuántos centenares de millones de niños, por ejemplo, se han matado ya, incluyendo en las “muy católicas” naciones de España e Italia, por ejemplo?) 2) el sexo contra natura (¿en qué se diferencian nuestras sociedades de Sodoma o Gomorra? ¿se castigará alguna vez el escándalo de la Pía Casa en este mundo o han decidido pagar sus facturas enteramente en el otro?) 3) el no pagar el justo salario al obrero (¿hubo jamás injusticia social de tan cósmicas proporciones?) y 4) la opresión de la viuda, el huérfano y el extranjero (¿estuvieron acaso los débiles tan desprotegidos?).
¿Seguiremos creyendo que esto lo podemos resolver así, por medios humanos, por medios políticos? El hombre no salvará jamás al hombre, como en cierta ocasión le dijo una monjita italiana a Vintila Horia. Son momentos de repliegue, de volverse hacia Cristo, hacia Dios, y junto con los mártires de la Iglesia Triunfante exclamar desde el fondo del corazón “¿hasta cuándo, Señor?”. Son momentos de volverse hacia la Santísima Virgen y hacer oración y penitencia.
Al final la Iglesia triunfará. Entre tanto, como decía el Agrario sureño Andrew Nelson Lytle, cruzaremos el infierno.
Rafael Castela Santos
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