Da magnífica revista espanhola de ideias e cultura "Arbil", deixo aqui hoje um excelente artigo de Ignacio San Miguel sobre a quinta coluna de terroristas culturais que, desde os anos 60, tem vindo a mover uma guerra sem quartel aos valores basilares sobre os quais assenta a nossa civilização. Algumas das suas passagens, nem de propósito, parecem autênticas estocadas dirigidas à "direita" que ainda recentemente votou favoravelmente uma alteração ao artigo 13º da Constituição da República Portuguesa, consagrando o princípio da não discriminação em função da "orientação sexual". Aqui fica o mesmo:
"El antiguo ministro de Cultura de Nicaragua, Ernesto Cardenal, acaba de publicar el tercer volumen de sus memorias. En este trabajo acusa a sus compañeros gobernantes, Daniel Ortega, Humberto Ortega y Tomás Borge, comandantes sandinistas, de haber sido unos corruptos que "acabaron con los sueños y los ideales de todo un pueblo". "El partido gobernante se corrompió y dejó de ser revolucionario".
Se trata de un nuevo caso de estrepitoso fracaso del marxismo. De nuevo, la corrupción acabó con los presuntos ideales. Esto ha ocurrido en todos los países en que se ha establecido un régimen marxista. Corrupción, miseria y subdesarrollo ha sido el precio que pagaron. Pero no sólo eso. También, la eliminación física a niveles sin precedentes. Solo en la Unión Soviética se calculan cuarenta millones de víctimas. Y en China, sesenta millones.
No hace muchos años declaraba un comentarista político que en Rusia no existía propiamente gobierno, sino un reparto de poder entre mafias, siendo el Kremlin una de las más importantes. El alcoholismo está extendido a prácticamente toda la población. La esperanza media de vida es quince o veinte años inferior a la de los países occidentales. Las perspectivas son tan malas que, de tres embarazos, dos terminan en aborto voluntario. En esto no llegan al nivel de Rumania, que fue país satélite comunista, pues el número de abortos en esta nación llega al setenta y cinco por ciento de los embarazos.
No explica este fracaso del comunismo el hecho de que los rusos tengan una especial idiosincrasia. Esta circunstancia existe y puede haber coadyuvado en algún grado. Pero que ésta no es la explicación nos lo demuestra el hecho del subdesarrollo de la antigua Alemania Oriental que, aún a estas alturas, sigue resultando una rémora muy importante para el desarrollo del conjunto de Alemania.
Esta realidad del asombroso fracaso del comunismo apenas es comentada en la mayor parte de los medios de comunicación, que exhiben un significativo pudor al tratar del desastre económico y criminosidad intrínseca de los regímenes marxistas. Y es que la mayor parte de estos medios está en manos progresistas.
El progresismo es la expresión del marxismo cultural en guerra con la moral "burguesa". Hubo ideólogos marxistas (Lukács, Gramsci, Marcusse etc.) que pensaron que el mejor camino para destruir el capitalismo era comenzar por la cultura, la moral, las costumbres burguesas (la superestructura). El pensamiento de estos ideólogos está detrás de la revolución de los sesenta. Y no se puede decir que no hayan tenido éxito, pues si bien la estructura capitalista permanece intacta, la moral y las costumbres tradicionales (que los marxistas llaman "burguesas") se han desplomado.
El progresismo es, pues, un complejo ideológico que proviene del marxismo. Por ello, hablar de progresismo de derechas parece un contrasentido. Lo que ocurre es que, viviendo como vivimos en pleno auge de esta ideología, las derechas se han contaminado, máxime cuando los dos colectivos que constituyen las columnas sociales del progresismo, los homosexuales y las feministas, suponen unos viveros de votos muy importantes. Las derechas han abjurado en gran parte de sus ideas morales para no ser tachadas de retrógradas por los medios en manos de sus enemigos y para congraciarse con esos colectivos. De ahí su pasividad, su falta de beligerencia, en temas tales como el aborto y los matrimonios de homosexuales, las metas que se marcaron desde hace décadas homosexuales y feministas. Creen las derechas que obran hábilmente adoptando esta postura de inhibición o aceptación, pero habrán de reconocer que esto no supone más que la rendición ante un enemigo muy poderoso, el marxismo cultural, que triunfa en toda regla.
La situación empeora cuando la frustración que la izquierda siente en lo íntimo por su impotencia para derrotar al capitalismo y por el enorme fracaso de la Unión Soviética y satélites, se ceba con furia revanchista en lo cultural, espoleada ante la actitud medrosa de la derecha
Es natural, pues, que los fracasos y crímenes de los regímenes marxistas sean prácticamente ocultado por estos medios de comunicación, que siempre hablan del fascismo, pero apenas del marxismo, creando una enorme deformación del criterio popular.
No es extraño tampoco que un escritor como José Saramago denuncie los crímenes que se han ejecutado en nombre de Dios y nunca los realizados por regímenes ateos, que son muchísimo más grandes en crueldad y número. Este siniestro personaje de opaca mirada, amigo de Fidel Castro, no se inmuta ante las barbaridades de Stalin, pero, como todos sus congéneres, exhibirá una aparatosa cólera ante un dictador como Pinochet.
Tan grande y grotesca deshonestidad intelectual apenas llama la atención, ya que la constante repetición de una falsedad termina con su aceptación por parte de la gente, que apenas recibe muestras de un criterio opuesto para contrastar.
Es tremendo el odio que el progresista siente por los valores tradicionales del Occidente cristiano. En efecto, sobre ellos hace recaer su resentimiento por su impotencia en otro campo. Y no es casualidad que este complejo ideológico esté compuesto por ideas y pensamientos cada una de los cuales ha realizado, y sigue realizando, una prominente labor de socavamiento del antiguo orden intelectual y moral.
El relativismo iguala todas las ideas, manteniendo que, o bien todas son parte o aproximaciones de una verdad superior, o bien la verdad absoluta no existe y todas las presuntas verdades son relativas. El resultado es el escepticismo, la carencia de ideas firmes, el advenimiento del "pensamiento débil".
Con el igualitarismo conseguimos que la educación rebaje su nivel para adaptarse a los menos inteligentes. Véase lo que ha ocurrido con la educación en España, su fracaso por su falta de exigencia, su tímida reforma y la subsecuente anulación de ésta con la llegada de los socialistas al poder.
El pacifismo nos lleva a dirimir todos los conflictos con métodos pacíficos, es decir, haciendo las concesiones que hagan falta a quien sea. Ahì tenemos la guerra antiterrorista en España, llena de intentos de diálogo, y nuestro comportamiento en la guerra de Irak.
El falso humanitarismo nos conduce a más concesiones. Concesiones a las feministas, legalizando el aborto y aceptándolo socialmente. Concesiones a los homosexuales, aceptando como normal su condición y preparando la legalización de sus matrimonios contra natura. Concesiones a los criminales, aceptando la teoría de que la sociedad es la culpable de sus crímenes, por lo que debe cuidarlos y educarlos para reinsertarlos lo más rápidamente posible; nunca castigarlos. Concesiones a los inmigrantes, admitiéndolos indiscriminadamente, sin tener en cuenta ni raza ni religión. Ya tenemos el resultado: La nación plagada de mezquitas y de grupos radicales, dispuestos a cometer tremendos atentados, como así lo han hecho.
El sexo libre proveniente de la "revolución sexual" de los sesenta, nos ha abocado a la presencia abrumadora de la pornografía en todos los medios de comunicación, al aumento de las violaciones y a los embarazos de adolescentes. Y otra cosa que no se nombra es el hecho de que la plaga de nuestro tiempo, el sida, la trajeron los homosexuales.
Pero fijémonos únicamente en unos datos. Desde que se legalizó el aborto en Estados Unidos, cuarenta millones de vidas humanas han sido suprimidas, al tiempo que esta nación ha recibido una inmigración de ochenta millones de personas.
En España, desde que se aprobaron las leyes abortistas, se han eliminado ochocientos mil seres humanos. Durante este tiempo, hemos acogido aproximadamente a un millón seiscientos mil inmigrantes.
Aunque resulte crudo decirlo así, lo cierto es que matamos compatriotas y el hueco dejado lo cubrimos con inmigrantes. Con la agravante de que nuestros compatriotas habían de ser cristianos, y los inmigrantes son mayormente musulmanes. Bonita y limpia operación. Y muy inteligente, como se está comprobando.
Estos datos nos conducen fatalmente a la constatación de nuestra decadencia y nuestra posible desaparición como civilización en no muy lejanos tiempos.
Pues bien, a los progresistas esto no les preocupa, más bien lo desean. Su odio enfermizo a Occidente, a la Religión, al Orden, que les lleva a recrearse en el nihilismo de la contramoral y la contracultura, les obliga a converger con el Islam, que también odia a Occidente. Simpatizan con él, aunque esto resulte paradójico, pues bajo el Islam no iban a tener ni la centésima parte de la libertad que disfrutan en la civilización que aborrecen y que desean debilitar y disolver. Esta simpatía se transparenta en la actitud de las feministas, que siempre están dispuestas a pelear por sus presuntos derechos en las naciones occidentales, y continuamente se quejan de la discriminación que sufren, pero se guardan bien de condenar la situación de la mujer en los países musulmanes, hallando explicaciones o excusas para la misma.
Por todo lo dicho, no podemos ver a los progresistas sino como una gigantesca quinta columna que nos entregará, que nos está ya entregando, a las fuerzas adversarias.
No hay duda de que el marxismo económico ha fracasado por completo. Sin embargo, los proyectos marxistas sobre la cultura occidental "burguesa" alcanzaron su objetivo.
Siendo conscientes de quiénes controlan los media, no resulta extraño que leer algo sobre el marxismo y sus fracasos monumentales en el plano económico y político resulte difícil. Ni sorprende que apenas se hable de las masacres de cristianos que están realizando los musulmanes desde hace muchos años en Nigeria o Sudán, por ejemplo. Y si se ven obligados a tratar de estos temas, se las ingeniarán para hacer recaer las culpas sobre Occidente".
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