domingo, março 31, 2013

A Ressurreição de Cristo meditada pelo Padre Leonardo Castellani


“Y al tercer día resucitó de entre los muertos”: no quiere decir que Cristo Nuestro Señor haya estado tres días en el sepulcro, sino que muerto el Viernes revivió y salió del sepulcro el Domingo temprano; estuvo en el sepulcro más de 30 y menos de 40 horas.

La Resurrección de Nuestro Señor es un suceso histórico, el suceso sostenido por mayor peso del testimonio histórico que ningún otro en el mundo.
Los cuatro Evangelistas narran los hechos del Domingo de Pascua en forma enteramente impersonal, lo mismo que el resto de la vida de Cristo; no hay exclamaciones, comentarios, afectos, asombros ni gritos de triunfo. Los Evangelios son cuatro crónicas enteramente excepcionales: el cronista anota una serie de hechos en forma enteramente enjuta y escueta. Aquí los hechos son las apariciones de Cristo redivivo; al cual vieron, oyeran y tocaron los que habían de dar testimonio.
Este testimonio se puede resumir brevemente en las siguientes cabezas:
1º Hay cuatro documentos diferentes, escritos en diferentes tiempos y sin connivencia mutua, cuyos autores no tenían el menor interés en fabricar una enorme e increíble impostura; al contrario, arriesgaban la vida contando lo que contaron.
2º Los Fariseos y Pilatos no hicieron nada; y tenían que haber hecho cosas, de ser una impostura; sería una impostura facilísima de reventar: bastaba exponer el cadáver, y juzgar y sentenciar a los impostores. Al contrario, hicieron trampas y violencias para hacerlos callar.
3º En la mañana de Pentecostés, los antes amilanados Apóstoles salieron audazmente a predicar a la multitud que Jesús era el Mesías y había resucitado. En la multitud había muchos testigos presenciales de los hechos de Cristo, incluso de su pasión y muerte. La multitud creyó a los Apóstoles.
4º En el espacio de una vida de hombre, en todo el vasto Imperio Romano existían grupos de hombres que creían en la Resurrección de Cristo, y se exponían por creerlo y confesarlo a los peores castigos.
5º Tres siglos más tarde todo el Imperio Romano, es decir, todo el mundo civilizado creía en la Resurrección de Cristo; y la religión cristiana era la Religión oficial de Roma; para llegar a eso, millares y aun millones de mártires; y entre ellos los 12 primeros Testigos, habían dado la vida en medio de tormentos atroces. “Creo a testigos que se dejan matar” - decía Pascal en el siglo XVII.
Había incrédulos en el Imperio Romano, por supuesto: siempre los habrá. Contra ellos hacía san Agustín su famoso argumento de “los Tres Increíbles”.
“INCREIBLE es que un hombre haya resucitado de entre los muertos; INCREIBLE es que todo el mundo haya creído ese increíble; INCREIBLE es que 12 hombres rústicos y sencillos y plebeyos, sin armas, sin letras y sin fama, hayan convencido al mundo, y en él a los sabios y filósofos, de aquel primer INCREIBLE.
“El primer INCREIBLE no lo queréis creer; el segundo increíble no tenéis más remedio que verlo; de donde tenéis que admitir el 3er. INCREIBLE. Pero ese tercer increíble es un portento tan asombroso como la Ressurrección de un muerto”.
Así decía san Agustín; y esto es lo que el Concilio Vaticano  llama “el milagro moral” de la Iglesia.
Padre Leonardo Castellani, in “El Rosal de Nuestra Señora”, Buenos Aires, Ediciones Nuevas Estructuras, 1964 - páginas 103 a 105.

sexta-feira, março 29, 2013

A Paixão de Cristo meditada pelo Padre Leonardo Castellani


 
El viaje de Jesus hacia el Calvario
Alrededor de las doce del día fue Nuestro Señor crucificado; y murió alrededor de las tres de la tarde.
Cuando le anunciaron la muerte, Pilatos se extrañó de lo pronto; mejor podría haberse extrañado que no hubiese muerto antes.
Tres veces cayó bajo la Cruz, según la Tradición, en el empinado camino que, desde hace veinte siglos, llamamos la Vía Dolorosa; la Tradición también nos ha transmitido el episodio de la compasiva mujer Berenice, que llamamos la Verónica; y los Evangelios nos narran el breve diálogo con un grupo de mujeres solimitanas, llorando ellas y amonestando El; y la ayuda forzada del hombre de Cirene, Simón,  a quien obligaron a llevar por un trecho la cruz. Tan rendido aparecía Cristo que los verdugos temieron muriese en el camino: el infierno quería su plan, quería su presa: los judíos querían un Crucificado no un muerto de cansancio. Muchos azotes y golpes recibió sin duda al detenerse o al caer, antes de llegar a la cima de aquella loma.
Allí lo desnudan y lo clavan con cuatro garfios en una cruz de cuatro brazos; había también cruces en forma de T y en forma de X; pero sabemos que esta era una cruz “inmíssa”; porque sobre la cabeza de Jesús había un letrero ordenado por Pilatos que decía en arameo en griego y en latín: “El Rey de los Judíos”.
La cruz era un suplicio atroz: ya el traspasar con clavos la delicada estructura huesosa de las manos y de los pies, es algo diabólico; pero poner después el cuerpo suspendido y tirando por su peso desas cuatro heridas, es algo indecible. La cruz era un suplicio satánico.
Satanás existe. La crueldad llevada a esos extremos no está en la condición natural del hombre. Hay en la historia del hombre muchas cosas que non son humanas (y que por cierto parece andan resucitando en nuestros días), que parecen indicar una inteligencia fría como el hielo y terriblemente enemiga de la natura humana. Esos suplicios atroces, la cruz, el empalamiento, el reventar los ojos o cortar las manos, habían sido inventados en el Oriente, en medio del culto de los ídolos, que era el culto de los demonios; no digamos nada de los sacrificios al dios fenicio Baal - Molock, en que se arrojaban niños vivos en un boquerón de bronce candente; con razón el pueblo de Israel tenía horror a los pueblos convecinos. Los Romanos al comienzo fueron un pueblo sobrio, sensato y sano; y eso los llevó a la grandeza; pero ya en tiempo de Cristo habían comenzado los sangrientos juegos del anfiteatro y habían tomado de los persas el suplicio de la cruz, prohibiendo empero se aplicara a ningún ciudadano romano. Más tarde cayeron más bajo, en las 10 persecuciones a los cristianos, que duraron tres siglos y fueron realmente satánicas. Después se quebró y pereció el Imperio de Julio César.
“Eso nos es Humano”, decimos nosotros; y decimos más de lo que sabemos. No es bestial tampoco; es superhumano y superbestial.
“Soy gusano y no hombre”.
“Los que pasaban se burlaban de mí, y me hacían visajes: ha creído en Dios y Dios lo abandona; si Dios lo ama, que lo salve”.
“Traspasaron mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos”.
Los profetas se habían quejado ya por Cristo; pero Cristo debía hablar también, y habló como quien era. Colgado atrozmente de cuatro heridas, febriciente y agotado, el extraordinario moribundo dijo siete palabras divinas, que fueron su testamento. Las tres primeras fueron para los demás, para dar todo lo que le quedaba; las otras fueron acerca de sí mismo, para acabar su misión en la tierra, lo cual también era dar. Perdonó a todos, a sus verdugos, al Buen Ladrón en la cruz; y entregó a su misma Madre al discípulo Amado, y en él a todos nosotros: dio la redención al mundo, el paraíso inmediato a un pecador, su Madre Santísima a toda la Humanidad; y después tuvo sed.
“Padre, perdónalos, no saben lo que hacen”.
“Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”.
“Mujer, he ahí a tu hijo. Esa es tu madre”.
Después dijo “Tengo sed”: la fiebre lo consumía. Le dieron con una esponja en una caña vinagre mezclado con mirra, sustancia amarga, que antes de la Crucifixión Jesús no quiso tomar, porque embotaba los sentidos de los reos; y aquí no hizo más que probar; para que se cumpliera lo dicho por el profeta David: “Me dieron hiel de comer; y en mi sed me abrevaron con vinagre”.
El sol se había oscurecido en medio del día, probable mente después de la tercera palabra, y las tinieblas cubrieron la tierra durante tres horas, imagen de la desolación del alma de Cristo y la de su Madre.
No podía haber eclipse en ese día y hora, pues era luna llena, el 15 de Nisán, y la luna estaba por tanto frente al sol y no interpuesta entre el sol y la tierra; de modo que, según la leyenda cristiana, un sabio Senador de Atenas, que fue más tarde san Dionisio Aeropagita, exclamó al ver ese eclipse imposible: “O un Dios padece, o la máquina del mundo perece”.
En medio de la oscuridad, Cristo exclamó de nuevo: “Todo se ha cumplido” o “Está hecho” con una sola palabra griega “Teleéstathai”; y después dijo en arameo, la lengua común: “Eli, éli, lachma sabachtáni” de las cuales se burló un burlón de los que allí estaban burlándose villanamente sin cesar de los dolores ajenos: “A Elías llama éste, vamos ver se viene Elías a salvarlo”; más él y todos los demás entendieron perfectamente: “Mi Dios, mi Dios ¿por qué me abandonaste? que es el comienzo del Psalmo 21; y es como un resumen lírico de toda la vida y la pasión de Cristo.
Esta palabra expresa la tremenda desolación del alma de Cristo, comparable al mismo infierno; pero no es una palabra de desesperación y derrota, como dicen algunos impíos actuales; al contrario, el Psalmo 21 de David, que es una sorprendente profecía de la Pasión de Cristo, termina con un grito de consuelo y esperanza. Cristo probablemente recitó en voz baja todo el Psalmo, diciendo en voz alta solamente el primero hemistiquio, el cual conecta esta sexta palabra con la anterior: “Hecho está”; donde dijo que su misión redentora estaba hecha y todas las profecías perfectamente cumplidas.
“Mi Dios mi Dios ¿por qué me abandonaste?”
“Lejos de Ti mi grito y mi plegaria…”
El Psalmo en sus dos terceras partes describe la situación deste Crucificado, asombrosamente identificado; por las burlas blasfemas de los judíos (“confió en Dios, que Dios lo libre”) la sed que le quema las fauces (“seca está como teja mi garganta”) sus vestidos repartidos por los soldados (“echaron a las suertes mis vestidos”) y sobre todo la frase inconfundible: “Traspasaron mis manos y mis pies”; mezclado todo esto con frases de casi frenética esperanza; una mezcla de horror y de consuelo.
“pero yo soy gusano no soy hombre…
burla del pueblo escarnio de la plebe
estoy entre animales, toros bravos
entorno; y el léon de fieras fauces.
Libra Señor mi vida de la espada
mi túnica de las garras de los perros…”
En medio destas quejas suena al mismo tiempo como en un contrapunto la esperanza, como un violín de doble cordaje:
“En ti esperaron nuestros padres
Esperaron y los libraste
Llamaron y quedaron salvos
No quedaron avergonzados.
En tus manos desque nací
Desde el Seno Materno estoy en Ti
Anunciaré tu nombre a mis hermanos
En las reuniones te engrandeceré
Te he de alabar en la nutrida iglesia
Ante los tuyos mis votos daré…”
En el último tercio desta patética oración, se anuncian los frutos: la creación de la Iglesia, la conversión de las Gentes y el “pueblo nuevo” que ha de nacer; y termina el poema de David, diciendo:
“Estas cosas es Dios quien las ha hecho”.
Al terminar de repasar este resumen de su vida, con voz alta y muy fuerte clamó Cristo:  “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”; y reclinando la cabeza, entregó el espíritu. No es un desesperado este hombre: el Centurión romano, que lo vio todo, exclamó “Realmente este hombre era Hijo de Dios”.
Se acabó la Redención del hombre. La luz volvió. Y el sol iluminó al lado de la Cruz a una mujer de pie, la Madre de Dios; a otra mujer prostrada a sus pies, María Magdalena, símbolo de la humanidad pecadora; y a pocos pasos el apóstol san Juan, símbolo de la humanidad inocente.
A cierta distancia de allí, aterradas y llorosas, estaban las Santas Mujeres y José de Arimatea.
Padre Leonardo Castellani, in “El Rosal de Nuestra Señora”, Buenos Aires, Ediciones Nuevas Estructuras, 1964 - páginas 83 a 89.

As sete últimas palavras de Cristo na Cruz - Haydn

quinta-feira, março 28, 2013

Ao Supremo Capitão caído em batalha


A impressionante cerimónia do “arrastre de caudas” realizada todos os anos, na Quarta-Feira Santa, na Sé Catedral de Quito, no Equador. Mais pormenores aqui.

terça-feira, março 26, 2013

Acerca do salário justo

As recentes declarações públicas do Primeiro-Ministro Passos Coelho, do seu conselheiro económico António Borges e de Belmiro de Azevedo, as dos dois primeiros defendendo a necessidade de se manter o salário mínimo no seu actual patamar (na certeza de que o ideal até seria reduzi-lo) e a do terceiro não vislumbrando qualquer espécie de problema numa economia assente na mão-de-obra barata, não podem estar mais afastadas do ideal social cristão. De facto, tais declarações, propugnando políticas que reduzem com perversidade o trabalho a um mero factor de produção, que promovem o seu esmagamento em benefício do capital e que propõem a concomitante transferência de rendimentos das classes popular e média para a classe plutocrática, contrariam em absoluto a doutrina católica tradicional sobre esta matéria.
 
Ora, tendo sempre bem presente que na mesma doutrina católica tradicional o não pagamento do salário justo ao trabalhador é um dos quatro pecados de bradar ao Céu (verdade tão esquecida, como tantas outras, num país onde a maior parte da população continua a declarar-se nominalmente católica, mas também a ignorar quase tudo acerca da religião que diz professar), convém recordar qual seja esse conceito de salário justo nas palavras sábias que abaixo se transcrevem do Padre Júlio Meinvielle, notável  estudioso desta temática, com vista a uma profunda reflexão da corrente situação nacional.
***
Ante todo, hay que recordar que el derecho del obrero al justo salario es uno de los derechos más sagrados. Oíd cómo habla el apóstol Santiago (V. 1-6):
"Ea -dice- ricos, llorad, levantad el grito en vista de las desdichas que han de sobreveniros".
2. Podridos están vuestros bienes y vuestras ropas han sido roídas de la polilla.
3. El oro y vuestra plata se han enmohecido; y el orín de estos metales dará testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como un fuego. Os habéis atesorado ira para los últimos días.
4. Sabed que el jornal que no pagásteis a los trabajadores que segaron vuestras mieses está clamando contra vosotros, y el clamor de ellos ha penetrado los oídos del Señor de los ejércitos.
5. Vosotros habéis vivido en delicias y en banquetes sobre la tierra, y os habéis cebado a vosotros mismos como las víctimas que se preparan para el día del sacrificio.
6. Vosotros habéis condenado al inocente, y le habéis muerto sin que os haya hecho resistencia alguna".
Así hablaban los apóstoles condenando la explotación del pobre; nadie se extrañe pues, de oír palabras de dura condenación para el monstruo capitalista que se ha emborrachado y se emborracha con el sudor del jornalero.
¿Qué se entiende por justo salario debido al obrero, o mejor: ¿cuál es el salario mínimo cuyo límite no se puede en ningún caso rebajar sin cometer una flagrante injusticia? 
León XIII y Pío XI han determinado la cuestión en forma tan acabada, que no permite enunciar nada nuevo al respecto.
El trabajo -sobre todo en el obrero y empleado- es el ejercicio de la propia actividad enderezado a la adquisición de aquellas cosas necesarias para los varios usos de la vida, y principalmente para la propia conservación.
El hombre que emplea su trabajo vive de su trabajo: tiene derecho a una existencia humana, digo más: tiene derecho a una existencia humana y cristiana. No se le puede utilizar como una máquina o como una mercancía o como un burro de carga o simplemente como un animal elegante. Por tanto, si trabaja, esto es: si emplea sus fuerzas en lo de otro hombre, tiene derecho a que éste le proporcione los recursos necesarios para una vida humana, digna del hombre. 
Una vida humana: por tanto, lo necesario al menos para el sustento propio de un obrero frugal y de buenas costumbres (León XIII) y la de su familia (Pío XI). Porque es humano, esto es: propio del hombre, vivir él y vivir en familia con la mujer y con los hijos. El salario familiar absoluto se le debe a todo trabajador. El jefe de familia es una sola cosa, un solo ser con su esposa y con sus hijos. A él incumbe sustentarlos. Mientras la mujer y los hijos tengan hambre, es el padre quien sufre y siente el hambre. Por esto dice S. S. Pío XI: "es un crimen abusar de la edad infantil y de la debilidad de la mujer; es gravísimo abuso que la madre (lo mismo dígase de la niñez que vaga en la venta callejera) se vea obligada a ejercitar un arte lucrativo, dejando abandonados en casa sus peculiares cuidados y quehaceres, y sobre todo la educación de los hijos pequeños".
Obsérvese que el salario familiar, como salario mínimo, se le debe a todo obrero, aunque sea soltero, porque es el salario humano, que se le debe como a hombre. Si no se casa, es asunto que sólo a él le interesa. El empresario le debe el salario humano, que es, al menos, el salario familiar.
Una vida humana: pero no es vida humana la que no tiene más que lo estrictamente necesario para el sustento de cada día, la que no puede ahorrar en previsión del mañana. Luego el justo salario reclama algo más de lo estrictamente necesario para el sustento diario de la familia. De aquí que Pío XI diga que "ayuda mucho al bien común que los obreros y empleados lleguen a reunir poco a poco un modesto capital mediante el ahorro de alguna parte de su salario, después de cubiertos los gastos necesarios".
En el mínimo salario justo se incluye además un tratamiento humano y cristiano. Tratamiento humano: "y por esto débese procurar que el trabajo de cada día no se extienda a más horas de las que permiten las fuerzas. Cuánto tiempo haya de durar este descanso, se deberá determinar teniendo en cuenta las distintas especies de trabajos, las circunstancias de tiempo y de lugar y la salud de los obreros mismos". (León XIII).
Tratamiento humano: por esto entiendo que se ha de reprobar la división de trabajo impuesta por la "taylorización". No es tolerable que el hombre se someta a la repetición maquinal, automática, de un mismo gesto, sin iniciativa propia. El hombre no es, como se imaginaba y decía Taylor, un hombre buey. Tiene derecho a la nobleza humana.
Tratamiento, además de humano, cristiano. Porque como el obrero ha sido rescatado por Cristo, y es amado por Cristo de modo especial, ya que también El fué obrero, tiene derecho a que se le considere como cristiano y se le den las facilidades para que cumpla con sus deberes religiosos y santifique los días del Señor.
El salario mínimo explicado no se le puede negar por ningún motivo y en ningún caso, aunque su negación la autorizase la legislación civil. "Si acaeciese alguna vez -dice León XIII- que el obrero obliga- do de la necesidad o movido del miedo de un mal mayor, aceptase una condición más dura, que contra su voluntad tuviera que aceptar por imponérsela absolutamente el amo o el contratista, sería eso hacerle violencia, y contra la violencia reclama la justicia". (León XIII). No faltan ahora, con la desocupación, quienes explotan la poca demanda de brazos para remunerar injustamente el trabajo del operario. Abuso pernicioso. Si una empresa no tiene recursos para pagar el salario debido, tampoco puede exigirle un trabajo ordinario. Sólo le puede exigir el trabajo que le remunera. Si disminuye el salario debajo de lo justo, disminuya en igual proporción la cantidad de trabajo.
Hasta aquí hemos tratado de determinar rápidamente el salario mínimo, cuyo límite no se podrá rebajar sin una funesta violación de la estricta justicia.
¿Se contentará con esto un empresario? De ningún modo. Como lo dice el Código de la Unión Internacional de Estudios Sociales de Malinas: "El salario mínimo no agota las exigencias de la justicia. Por encima del mínimum, diversas causas principales importan, sea por justicia, sea por equidad, una mejora. Así, p. ej. una producción más abundante o la prosperidad más o menos grande de la empresa, exigen un aumento en el salario. Además que ha de existir una jerarquía en los salarios, según la función económica que se desempeñe. No es justo que el trabajo del picapedrero sea igualmente remunerado que el del electrotécnico".
Padre Júlio Meinvielle, in "Concepción Católica de la Economía", Buenos Aires, Cursos de Cultura Católica, 1936 - páginas 29 a 31.

quarta-feira, março 20, 2013

"Los Papeles de Benjamín Benavides", de Leonardo Castellani - leitura absolutamente obrigatória!

 
Está de parabéns a “Homo Legens”, que tão relevantes serviços tem prestado à cultura católica em terras espanholas e não só, pela publicação de “Los Papeles de Benjamin Benavides”, do Padre Leonardo Castellani, obra que surge agora pela primeira vez no país vizinho e com o atractivo suplementar de a presente edição ser prefaciada por Juan Manuel de Prada.
 
De “Los Papeles” direi “apenas” que é o meu livro preferido de autoria de Castellani: a ele retorno com frequência e a cada regresso descubro novas coisas para ponderar e reflectir. Autêntica obra-prima, escrita com notável erudição sem prejuízo de ser de leitura simplicíssima, nesta o ilustre sacerdote argentino debruça-se sobre aquele que foi o seu tema favorito de estudo ao longo da sua vida - o Apocalipse de São João.
 
Através de um conjunto de diálogos em que a personagem central é Don Benya ou Benjamín Benavides, extravagante sábio católico espanhol com raízes judias sefarditas, Castellani sustenta de modo mais do que convincente ser o Apocalipse um livro simultaneamente retrospectivo e prospectivo, no qual é narrada e/ou prevista toda a História da Igreja até ao final dos tempos, os quais serão consumados com a segunda vinda de Cristo à Terra (verdade de fé tão esquecida nos dias de hoje por quase todos os que se dizem crentes - “Et iterum venturus est cum gloria”, reza-se no “Credo”).
 
Leitura mais do que recomendada, leitura absolutamente obrigatória!
 
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Vivir en tiempo futuro
 
Hace cinco años aproximadamente publiqué en esta misma revista un artículo titulado Las gafas de Castellani, en el que narraba con alborozo el descubrimiento de un escritor argentino, Leonardo Castellani (1899-1981), cuya lectura me había dejado una profunda huella. O quizá sea más apropiado decir profunda herida: porque Castellani no solo me pareció un escritor muy dotado, con un estilo entre quijotesco y montaraz que no se parecía a ningún otro que hubiese leído antes, sino que transformó y trastornó por completo mi forma de ver las cosas, mi forma de vivir mi propia vocación literaria y mi fe religiosa. Hay escritores que, en coyunturas determinadas de nuestra existencia, ensanchan nuestro horizonte vital; y así me ocurrió a mí con Castellani, al que le había sido concedido el doloroso don de mirar más adentro y más allá de la apariencia de las cosas; y a quien, ya en vida, se le condenó al ostracismo. «Los hombres que viven en tiempo presente escribió en cierta ocasión rechazan instintivamente hacia la soledad al que vive en tiempo futuro». En medio de este rechazo y soledad vivió Castellani: rechazo que, en muchos momentos de su vida, fue auténtico calvario, y casi muerte civil.
 
Aquel artículo que publiqué hace cinco años cayó en las manos de un editor magnífico y una de las personas más nobles que he conocido en mi vida, Carmelo López-Arias, que me invitó a publicar un libro de Leonardo Castellani en la editorial en la que trabaja, LibrosLibres. Lo titulamos Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI; y, sorprendentemente, se vendió más que bien, lo que después me permitiría publicar otras obras del mismo autor: Pluma en ristre (otra selección de artículos), El Evangelio de Jesucristo (comentarios sabrosísimos a las lecturas dominicales del Evangelio) y El Apokalypsis de San Juan (una exégesis del último libro del Nuevo Testamento). Durante todos estos años, el rescate de Leonardo Castellani ha sido motor principalísimo de mi vida, algo que ni siquiera las personas más allegadas a mí han comprendido del todo, porque en mi tozudez proselitista había algo de inmolación. Pero hay cosas que uno no hace porque quiera, sino porque sabe que tiene que hacerlas; y sabe también que si no las hace tendrá algún día que rendir cuentas por ello.
 
Ahora concluyo esta labor de rescate publicando Los papeles de Benjamín Benavides (Homo Legens), tal vez la obra más representativa del genio castellaniano, una suerte de novela de tesis que participa del diálogo platónico, la sátira de costumbres y hasta de la intriga policial, cuyo protagonista, el Benjamín Benavides del título un trasunto evidente del propio autor, discute con un grupo de amigos variopintos las profecías del Apocalipsis. A simple vista, parece una obra escrita a salto de mata que entreteje, con evidente falta de unidad académica, fabulaciones de índole peregrina; pero, poco a poco, emerge de su lectura una visión abarcadora de la Historia humana (y de su vida futura, más allá de este 'valle de lágrimas') cautivadora. Y, en momentos tan críticos y sombríos como los que vivimos, especialmente dilucidadora y esperanzada.
 
Castellani habla en Los papeles de Benjamín Benavides de asuntos sobre los que la cultura de nuestro tiempo ha echado siete candados; y que hasta los propios cristianos han dejado de 'imaginar'. Pero, como en algún pasaje de la obra observa su autor, toda esperanza verdadera se apoya en el pedestal que la imaginación le presta: si no podemos hacernos una idea concreta de lo que esperamos, tendemos a expulsarlo de nuestra mente. Desde hace ya bastante tiempo, se está haciendo un esfuerzo -silencioso pero implacable- que consiste en retirar poco a poco todos los apoyos sobre los que la imaginación popular sostenía su creencia en una vida futura; y así, cegadas todas las salidas por donde el creyente buscaba concebir su destino último, la esperanza acaba marchitándose y siendo ensordecida por «una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre». Pero no hace falta sino mirar en derredor para descubrir que todas las promesas de consecución del paraíso en la Tierra que nos hicieron los 'cantores del progresismo' se han revelado falsas y frustrantes. Castellani, que vivía en tiempo futuro, nos devuelve en Los papeles de Benjamín Benavides, con la vista siempre clavada en el horizonte escatológico, el verdadero sentido de la esperanza cristiana. Inevitablemente, se lo hicieron pagar con creces.
 

terça-feira, março 19, 2013

Semper Idem

O meu amigo Afonso Miguel está de volta ao bom combate no seu “Semper Idem”: um blogue que recomendo, a visitar e a seguir.

segunda-feira, março 18, 2013

Razões de moderada esperança

Agora que a confusão emocional dos últimos dias abrandou e a poeira começa a assentar, ainda não vi nenhum espaço, dos poucos que estariam em condições de o fazer, abordar este ponto: sendo jesuíta e argentino, o Papa Francisco há-de saber bem quem foi o Padre Leonardo Castellani e conhecer melhor a fabulosa obra literária deste. Será provável até que os dois se hajam cruzado pessoalmente por mais de uma vez num muitos dos eléctricos ou autocarros de Buenos Aires. Ora, um conhecedor da obra de Castellani, sentado no Trono de São Pedro, sob o influxo do Espírito Santo, poderá agir no mínimo de modo interessante e no máximo de forma explosiva em defesa da ortodoxia católica, ainda que esse conhecedor tenha respondido anteriormente pelo nome de Cardeal Jorge Mário Bergoglio…
 
Convirá sublinhar, no que concerne à obra de Castellani, que um dos seus temas centrais é o combate ao farisaísmo no interior da Igreja, entendido este como um burocratismo religioso, um eclesiocratismo desapiedado e desalmado que obnubila o sentido da fé e subverte a função religiosa, transformando-a numa mera, fria, calculista e até rentável actividade profissional, em parte não despicienda responsável pela apostasia das sociedades contemporâneas.
 
A este respeito, curiosamente ou não, coincidência ou não, as primeiras intervenções públicas do Papa Francisco parecem ir no sentido de dar combate a um certo espírito farisaico que quase eliminou o sentido mais profundo do religioso no Catolicismo institucional, que se arraigou profundamente no seio do aparelho dirigente da Igreja e que perturbou tanto quanto pôde, em defesa dos seus mesquinhos interesses, o pontificado do Papa Bento XVI. Neste contexto, percebem-se as advertências bem justificadas de Francisco de que a Igreja não pode ser uma ONG de cariz filantrópico ou humanitário, sendo antes a sua missão anunciar a Cristo. E compreendem-se também melhor as referências a uma Igreja pobre (que não uma Igreja minimalista, miserável ou paupérrima), que suponho poderem interpretar-se no sentido de que a Igreja não pode nunca deixar acomodar-se ao mundo à maneira dos fariseus; pelo contrário, a Igreja não deve ter medo de se de expor, de proclamar em público Cristo e as verdades de fé e moral por Ele reveladas contra os disparates do mesmo mundo.
 
Por tudo isto, até ver, creio existirem razões de moderada esperança. Continuemos a rezar pelo Papa Francisco.
***
- El fariseísmo viene a ser como… los fariseos son “religiosos professionales”… como el profesionalismo de la religión - dije -, recordando una frase de Gustavo Thibon.
- Ése es solamente el primer grado del fariseísmo, en todo caso - reflexionó el viejo -. A ver si podemos describirlo por sus grados:
El primero: La religión se vuelve meramente exterior…
El segundo: La religión se vuelve profesión, métier, gagne-pain.
El tercero: La religión se vuelve instrumento de ganancia, de honores, poder o dinero.
- ¡Es como una esclerotización del religioso, un endurecimiento o decaimiento progresivo! - saltó el teólogo.
- Y después una falsificación, hipocresía, dureza hasta la crueldad… - dije yo.
- Jesucristo en el EVANGELIO condenó a los fariseos- machacó fray Florecita - y con eso basta.
El judío se había quedado como absorto. Después prosiguió con una voz hueca y ronca…
- Yo temblo de decir lo que oso apenas pensar… Mi corazón tiembla delante de Dios como una hoja de árbol al pensar en el misterio del fariseísmo. Yo no puedo indignarme como el Divino Maestro; yo, miserable gusano, le tengo miedo - y de hecho se estremeció bruscamente todo su cuerpo, y dos lágrimas asomaron a sus ojos.
- Los otros grados - prosiguió - ya son diabólicos. El corazón del fariseo primero se vuelve corcho, después piedra, después se vacía por dentro, después lo ocupa el demonio. “Y el demonio entró en él”, dice Juan de Judas.
El cuarto: la religión se vuelve pasivamente dura; insensible, desencarnada.
El quinto: la religión se vuelve hipocresía: “el santo” hipócrita empieza a despreciar y aborrecer a los que tienen religión verdadera.
El sexto: el corazón de piedra se vuelve cruel, activamente duro.
El séptimo: el falso creyente persigue de muerte a los veros creyentes, con saña ciega, con fanatismo implacable… y no se clama ni siquiera ante la cruz ni después de la cruz… “Este impostor dijo que al tercer día iría resucitar”; de modo que, oh Excelso Procurador de Judea… Guardias al sepulcro.
Leonardo Castellani, in “Los Papeles de Benjamín Benavides”, Madrid, Homo Legens, 2012, páginas 278 e 279.

quinta-feira, março 14, 2013

Papa Francisco

De um ponto de vista católico tradicional, que é aquele de que me reclamo, mentiria se dissesse que a eleição do Cardeal Bergoglio como Papa Francisco era a que esperava e desejava ou que a mesma me deixou contente; não era, nem deixou e não passo um pano, como se nada fosse, sobre aquilo que aqui escrevi após a abdicação de Bento XVI.

Confesso que deste novo pontificado não aguardo nada de especialmente positivo; o passado do recém-eleito Papa como bispo portenho faz-me temer e recear o pior. As minhas expectativas são nulas, o que afinal até é capaz de ser uma vantagem comparativa na forma de encarar Francisco I: a actuação deste será insusceptível de me causar desilusões (o que poderia ocorrer se diversa fosse a pessoa que tivesse ascendido ao Trono de São Pedro); por outro lado, qualquer bem que daquela mesma actuação decorra será sempre um proveito a favor do novo Bispo de Roma.

Sem prejuízo, Francisco I é doravante merecedor em pleno de obediência legítima e, por agora, deve gozar do benefício da dúvida por parte de todos os católicos que se reclamam da tradição. Nesta convicção, rezo portanto pelo novo Papa, para que o Espírito Santo o ilumine e Nossa Senhora por ele interceda nas pesadas tarefas que proximamente o aguardam.

quarta-feira, março 13, 2013

Não lhes bastaram cinquenta anos ?!

Ontem, ao princípio da tarde, o restaurante onde almocei tinha a televisão sintonizada na RTP. Por mero acaso, ao espreitar para o ecrã, verifiquei que estava sendo transmitida de Roma uma peça noticiosa sobre o Conclave em curso: sem grande matéria para desenvolver (neste campo bem específico, é muitíssimo preferível acompanhar a cobertura noticiosa do Conclave com quem realmente percebe do assunto, isto é, com os nossos amigos do “Rorate Caeli” e do “Fratres in Unum”), a jornalista responsável entrevistava em reportagem um grupo de religiosos portugueses residentes na capital do Catolicismo. Um deles, não percebi bem se jesuíta ou candidato a jesuíta - pobre Companhia de Jesus! -, trajado com uma camisola à Evo Morales (nada tenho contra estas camisolas… nos leigos), perguntado acerca do que espera do novo Papa, respondeu com o ar falsamente angelical, entre o alvar e o alarve, tão característico dos progressistas - Que aplique o Concílio Vaticano II!

Pensei para comigo - Esta malta é insaciável! Não lhes bastaram cinquenta anos de experiências?! Ainda querem mais?! - Como é óbvio, no jargão peculiar que utilizam, aplicar o Vaticano II significa simplesmente subverter de cima a baixo a Igreja - que odeiam - e erradicar por completo a tradição católica. Hermenêutica da ruptura em estado quimicamente puro, portanto!

E voltei a reflectir, ainda sopesando as palavras do jesuíta ou candidato a tal - Que espero eu do novo Papa? Bom, que aplique os restantes vinte Concílios Ecuménicos da Igreja, em especial, os Concílios de Trento e Vaticano I!