En otras entradas anteriores relativas a la historia de España desde un punto de vista católico se han analizado algunos aspectos de la política nacional, como el jacobinismo y anticatolicismo de los centralistas-liberales (encarnado en Isabel II, en los varios gobiernos liberales del XIX, los experimentos cantonalistas de la I República, el monarca masón impuesto –Amadeo de Saboya-, etc.). Voy a hacer algunas entradas sobre asuntos regionales, tan en la picota en estos momentos que en que las fuerzas cainitas se han desatado en España.
El Partido Nacionalista Vasco (PNV) se ha definido siempre como un partido católico. De hecho su fundador, Sabino Arana, un hombre profundamente desequilibrado –como demostró la sensacional selección de textos de Sabino Arana publicada por
CriterioLibros-, hacía apología de algo que era una teocracia en grado extremo y que repugna a la razón y al sentido común:
“Bizcaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”.
Sabino Arana
Esta pretendida teocracia no le impedía al fundador del PNV el dejar la caridad hacia al prójimo como un asunto secundario, a pesar de su (pretendido) catolicismo:
“Si algún español te pide limosna, levanta los hombros y contéstale, aunque no sepas euskera: Nik estakit erderaz (Yo no entiendo el español). Si algún español recién llegado a Bizcaya te pregunta dónde está tal pueblo o tal calle, contéstale: Nik estakit erderaz. Si algún español que estuviera, por ejemplo, ahogándose en la ría, te pidiese socorro, contéstale: Nik estakit erderaz”.
Sabino Arana. Bizkaitarra n° 29 (1895)
El PNV siempre ha tenido vetas clericalistas, y no en vano su anterior presidente, Xabier Arzalluz, era un jesuita exclaustrado y José Antonio Ardanza, el anterior Presidente de las Vascongadas, era un ex-seminarista. Sin embargo, pese a estas apariencias, niego la mayor: afirmo que el PNV no es un partido católico. Antes bien asevero que PNV es un partido anticatólico.
Vayamos por partes para demostrar la naturaleza íntimamente anticatólica del PNV.
En primer lugar es un partido racista y racialista, es decir, contrario a la afirmación de la igualdad ontológica de todo ser humano que la Santa Madre Iglesia siempre ha proclamado. La apoteosis racialista de los nacionalistas vascos y su fundador Sabino Arana es muestra de alguien profundamente desequilibrado. Para él, los españoles eran:
“(...) los nómadas de la inmigración servil (...) con su oleada de detritus étnicos, masa híbrida de celtas bastardeados, de latinos decadentes y de moros corrompidos” (1901)
o bien esta definición de los españoles que hará las delicias tanto de esos estúpidos racialistas pangermanistas que por ahí pululan como de aquellos otros que saben que las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya no eran sino celtas vasconizados, pero no vascos puros:
“esos productos íbero-celto-fenicio-griego-godo-árabes” (1902)
En cualquier caso está claro que para el nacionalismo vasco, en boca de su fundador, todos los males atribuibles del mundo están en España mientras que los vascos, por el hecho de ser vascos, están poco menos que exentos del Pecado Original:
“en el solar de la familia euskariana penetra la española a título de amiga, y de amiga pasa luego a pariente, y con la confianza que la amistad y el parentesco inspiran se hablan sin recelos sus inteligencias, se comunican sus corazones, se compenetran sus espíritus; y el criterio extraviado vence y ahoga al buen sentido moral, la malicia a la bondad, a la verdad el error, la corrupción a la pureza, la vileza a la dignidad, el vicio a la virtud, el mal al bien; y el mal sienta sus reales en nuestras poblaciones y desde ellas extiende sin tropiezos sus conquistas”
Y para el nacionalismo vasco no hay duda alguna de que la raza vasca tiene atributos y características superiores en extremo a las de las otras raigambres étnicas de los españoles tanto en lo físico:
“Es la raza vasca, por convicción de su positiva superioridad física, una de las más saturadas de (...) espíritu de lucha, de competencia”.
Sabino Arana, Bizkaitarra nº 66
como hasta en lo espiritual:
“Meditemos como vascos que somos, porque precisamente por pertenecer a la raza de mejor y mayor meditación que hay en el mundo podemos meditar con acierto, y no como esos productos ibero-celto-fenicio-griego-godo-árabes (...) que aún están por saber lo que es meditación”
Todas estas ideas calan, como en Engracio de Aranzadi, seguidor de Sabino Arana, quien afirma que los vascos:
“constituimos la aristocracia del mundo, la nobleza de la Tierra”. (1904)
En segundo lugar es un partido que pactó con los comunistas durante la República española, y fruto de ese pacto durante la segunda mitad de 1936 y principios del 37 se asesinaron a muchos Sacerdotes y muchos seglares vascos por el mero hecho de ser católicos. Asesinatos que fueron condonados por el PNV. Lo cual tampoco impidió que los nacionalistas vascos traicionaran de manera ruin y miserable a sus compañeros de viaje. Pedro Fernández Barbadillo dio cuenta prolija de las
múltiples traiciones y juegos a dos bandas del PNV, que son característicos del nacionalismo vasco.
En tercer lugar, y en paralelo a la entrada de las ideas modernistas y liberacionistas en el clero vasco en los años previos al Vaticano II, el PNV se alió con el ala más progresista del “aggiornamento” vía internacional demócrata-cristiana. Lo menos que se puede decir de la Internacional Demócrata-Cristiana es que se ha caracterizado por un socavamiento permanente de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo. Es este clero nacionalista, proclive al liberacionismo, infecto de democracia cristiana,
el mismo que permite que las armas de ETA sean sacrílegamente guardadas en recintos católicos y que permite y alienta la muerte de inocentes, como el inspector Melitón Manzanas, uno de los primeros asesinados por ETA.
En cuarto lugar el PNV no para en mientes para conseguir sus objetivos, que no son más que los de la independencia de ese “Euskadi”, tan falso como ahistórico. Para ello son capaces de
vender su alma al diablo sean estos nazis o liberales (ambos anticatólicos), como hizo Aguirre –el lehendakari exiliado- durante la Segunda Guerra Mundial y en la postguerra respectivamente.
En quinto lugar el PNV ha prestado un apoyo sin paliativos a ETA, una organización que pretende la implantación de una República marxista-leninista en las tres provincias vascas, Navarra y el País vascofrancés y que sueña con incorporar territorios castellanos como los de Treviño, ciertas zonas de Santander y Burgos y la Rioja. En un ahora inencontrable dossier sobre ETA, firmado por Aracillum, se explica la confluencia entre ETA y el PNV. Confluencia que no debe extrañar a nadie cuando ETA –la rama armada del aberchalismo- nace en el seno del PNV, más concretamente dentro de las juventudes del PNV.
“El separatismo vasco tradicional está articulado políticamente en el PNV. El Penuvismo sabiniano, representa frente al Estado Español los intereses, de la oligarquía vasca y de las clases medias que han optado por el caciquismo en sus versión vasquista. Su aspiración es la de una Vasconia, a la que anexionan Navarra, como un estado independiente pero confederado al Estado Español, de suerte que queden garantizado los intereses económicos de esa oligarquía caciquil, y de sus clases medias asimiladas, manteniendo su presencia privilegiada históricamente, al menos en el ultimo siglo y desde la industrialización de España, dentro de la economía nacional. Toda la historia del PNV es la solución al dilema de romper con lo español, con su cultura, su política, desligarse de responsabilidades y exigencias sociales, fiscales, o militares , pero preservar la otra ligazón económica, aquella que le permite beneficiarse de todas la ventajas de un gran mercado y de su participación en la economía nacional . Separatismo si, pero que los españoles, los maketos, sigan entregando sus ahorros al Banco Bilbao-Vizcaya.
Para el penuvismo el terrorismo y el aberchalismo han sido muy eficaces para lograr su preponderancia en Vascongadas y para imponer la concepción sabiniana a la sociedad vasca. El Estado español durante los años 1977-1982, acosado por el terrorismo y en plena transición política, hace cesión de su soberanía en Vasconia, de la soberanía nacional, al PNV, que se convierte así en la alternativa de un gobierno moderado frente al peligro que encarna el aberchalismo. Vasconia, esa ahora Euskadi, un territorio exento del ordenamiento legal y de la autoridad del Estado, que ya no es el Estado Nacional del régimen de Franco, sino del propio Estado "democrático" y autónomo de la Constitución del 78.”
Es decir, el PNV apoya a enemigos declarados de la Iglesia Católica de manera reincidente, como ya hiciera en 1936.
Estos cuatro hechos bastan para aseverar, sin lugar a dudas ni réplica alguna, el anticatolicismo del PNV, partido por otro lado que nunca ha carecido de ribetes clericalistas y meapilas. Como han de juzgarse por sus frutos dígase lo evidente: que las provincias Vascongadas, otrora las más profunda y cabalmente católicas de España, figuran hoy día entre aquellas zonas de España más descristianizadas y donde la práctica religiosa es menor.
El PNV incluso se permite utilizar al lobby demócrata-cristiano (que de cristiano nada y de demócrata más bien poco) para conseguir incluso que el
Senado chileno apoye a los nacionalistas vascos, en un clarísimo caso de injerencia en asuntos internos de otro país. Hace mucho tiempo que no siento gran simpatía por los políticos chilenos. Pinochet se gozaba siempre de haber apoyado a Gran Bretaña en la Guerra de Malvinas, cediendo incluso bases para que helicópteros británicos atacasen las tierras argentinas. El Senado chileno ahora se muestra partidario de apoyar a los criminales y sus beneficiarios. Otro tema que nos cuenta Fernández Barbadillo, siempre bien informado sobre estos trasuntos del nazi-onanismo (no, no es error tipográfico) vasco, es que la prensa en general ha silenciado esto. Apenas en el internet hemos sabido de ello, gracias a los buenos oficios, entre otros, de
Minuto Digital.
Minuto Digital, cuyo club es presidido por otra vasca,
Yolanda Couceiro Morín, que sufre los embates violentos del nazi-onanismo vasco, como nos cuenta
Alameda Digital. Si “por sus frutos los conoceréis”, el testimonio de Yolanda Couceiro dejará bien a las claras qué clase de caterva son esta gente. Para que vean esos defensores gratuitos del nacionalismo vasco a lo que lleva el nacionalismo en la calle, que es la coerción, a la tiranía y al sufrimiento sin sentido.
La adulteración de la Fe, la perversión de las ideas, la creación de ídolos falsos –como la “nación vasca”, obra nefasta del nacionalismo vasco- cuyo propósito último es siempre el desplazar a Dios, trae consigo estas consecuencias. Lógico es que sufran al intrínsecamente perverso comunismo quienes se apartan de Dios y, por apartarse de Dios, también lo hacen de las Españas.
Rafael Castela Santos