Se celebró el 7 de Octubre la Festividad de Nuestra Señora del Rosario. Esta Festividad fue instituida por San Pío V como conmemoración de la gloriosísima Batalla de Lepanto, donde el peligro turco marítimo –que amenazaba a toda Europa- fue finalmente conjurado.
El Rosario es una oración compuesta de 15 décadas. Cada una de ella se inicia con un Padrenuestro, se sigue de diez Avemarías y se termina con una Gloria y una Jaculatoria que la Virgen pidió expresamente en Fátima: “Oh, Jesús mío, perdonad nuestros pecados, tened misericordia de nosotros y llevad al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de vuestra Divina Misericordia”. Generalmente no se rezan las quince décadas, sino que se reza un tercio (5 décadas) asignadas a los Misterios Gozosos (lunes y jueves), Misterios Dolorosos (martes y viernes) y Misterios Gloriosos (miércoles, sábados y domingos). De esta manera se pasa revista a lo largo de la semana a los puntos más relevantes de la Vida de Nuestro Señor Jesucristo bajo un, por así decirlo, prisma mariano.
La Tradición cuenta que el Rosario fue una oración dada expresamente por la Virgen a Santo Domingo de Guzmán. Este Santo español vivió sus días cuando la herejía cátaro-albigense asolaba el mediodía francés. Santo Domingo se lanzó en prédica de la divulgación de esta poderosa arma de oración por el noreste ibérico y mucho del territorio francés al sur del Loira. Como quiera que Santo Domingo fuera el fundador de la Orden de Predicadores, más conocida como los Dominicos, esta orden mendicante se convirtió en un eficaz vehículo de propagación de esta devoción mariana hasta el punto de que se puede decir sin lugar a dudas que es posiblemente de todas las devociones la más arraigada en el pueblo católico.
La Cruzada de Rosarios iniciada por Santo Domingo de Guzmán acabó con la destrucción del gnosticismo cátaro-albigense. San Pío V, dada su vinculación dominicana, era un fervoroso devoto del Rosario, instó a que se rezase asiduamente el Rosario por parte de la marinería y tropa cristianas que lucharon en Lepanto. De hecho, aquellos miles de hombres –muchos de los cuales no habían destacado en Piedad hacia Dios-, estaban rezando el Rosario o acababan de rezarlo cuando vislumbraron a la flota sarracena en Lepanto. Cuentan las crónicas que hasta los más endurecidos de corazón se habían confesado y Don Juan de Austria había puesto buen cuidado en poner en cada nave un capellán, muchos de ellos franciscanos, algunos dominicos. La batalla de Lepanto fue durísima y Pío V pasó aquel día haciendo ayuno y oración, entre la que incluyó el Rosario de manera preferente. Cuando los cristianos (entre los que ciertamente no se encontraban los traidores franceses) derrotaron al infame turco, el venerable Papa Pío V se hallaba rezando el Rosario. Cuenta Miguel de Cervantes, que perdió un brazo en Lepanto, que nunca vio ni hubo cosa igual como el grito de alegría de aquellos cristianos vencedores y de aquellos prisioneros cristianos liberados. Las crónicas musulmanas hablan de muchos que vieron a Nuestra Señora en el cielo extender el manto sobre la Armada cristiana. El cúmulo de circunstancias por el que una flota inferior en número y en artillería pudo derrotar a la todopoderosa flota islámica excede no ya lo probable, sino lo posible. Sirva como ejemplo que viniendo del oeste la flota cristiana y del este la turca los vientos viraron de tal manera que los turcos acabaron yendo con el sol de frente, lo que permitió una aproximación óptima de la flota cristiana que confiaba en la técnica del abordaje, en la que la infantería de marina española era experta.
En Austria, en 1955, se produjo un hecho inaudito: los soviéticos se retiraron del católico país alpino casi, si se puede decir, sin mucha razón para ello. Sólo hay un hecho que lo explica: los austríacos, que habían sufrido en sus carnes el azote del anticatólico nacionalsocialismo, se juraron rezar el Rosario sin cesar hasta que el feroz invasor comunista se marchase. Y se marchó.
En Brasil, en 1964, un enemigo declarado de la nación hermana luso-americana como fuera Joao Gulart, se dedicó a infiltrar de cuantos comunistas había todos los puestos claves del gobierno. Gulart, en su desfachatez, se atrevió a sugerir que no se rezase el Rosario porque “de ello no podía venir progreso alguno”. Sin embargo un considerable número de brasileños le respondió precisamente con el rezo del Rosario. La consecuencia es que fue afortunadamente depuesto por un golpe militar que liberó al Brasil de la tiranía comunista. El progreso, el verdadero progreso, fue liberarse de Gulart y ¡vaya si el Rosario lo consiguió!
La Virgen en Fátima insistió en el rezo del Rosario y en la Devoción de los Cinco Primeros Sábados como caminos para poder afrontar estos tiempos de hierro, de falta de Fe y Caridad, en los que nos movemos. Sirvan las líneas precedentes y los cuatro ejemplos citados, entre otros muchos, para convencernos a los católicos de que mucho está cifrado en la perseverancia en la oración del Rosario. Más de lo que incluso nosotros podemos llegar a imaginar.
Recemos. Que la misma Virgen María que liberó a Portugal de todos los gobiernos anticlericales de principios de siglo vuelva a liberarnos a todos.
Santa María del Rosario, rogad por nosotros.
El Rosario es una oración compuesta de 15 décadas. Cada una de ella se inicia con un Padrenuestro, se sigue de diez Avemarías y se termina con una Gloria y una Jaculatoria que la Virgen pidió expresamente en Fátima: “Oh, Jesús mío, perdonad nuestros pecados, tened misericordia de nosotros y llevad al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de vuestra Divina Misericordia”. Generalmente no se rezan las quince décadas, sino que se reza un tercio (5 décadas) asignadas a los Misterios Gozosos (lunes y jueves), Misterios Dolorosos (martes y viernes) y Misterios Gloriosos (miércoles, sábados y domingos). De esta manera se pasa revista a lo largo de la semana a los puntos más relevantes de la Vida de Nuestro Señor Jesucristo bajo un, por así decirlo, prisma mariano.
La Tradición cuenta que el Rosario fue una oración dada expresamente por la Virgen a Santo Domingo de Guzmán. Este Santo español vivió sus días cuando la herejía cátaro-albigense asolaba el mediodía francés. Santo Domingo se lanzó en prédica de la divulgación de esta poderosa arma de oración por el noreste ibérico y mucho del territorio francés al sur del Loira. Como quiera que Santo Domingo fuera el fundador de la Orden de Predicadores, más conocida como los Dominicos, esta orden mendicante se convirtió en un eficaz vehículo de propagación de esta devoción mariana hasta el punto de que se puede decir sin lugar a dudas que es posiblemente de todas las devociones la más arraigada en el pueblo católico.
La Cruzada de Rosarios iniciada por Santo Domingo de Guzmán acabó con la destrucción del gnosticismo cátaro-albigense. San Pío V, dada su vinculación dominicana, era un fervoroso devoto del Rosario, instó a que se rezase asiduamente el Rosario por parte de la marinería y tropa cristianas que lucharon en Lepanto. De hecho, aquellos miles de hombres –muchos de los cuales no habían destacado en Piedad hacia Dios-, estaban rezando el Rosario o acababan de rezarlo cuando vislumbraron a la flota sarracena en Lepanto. Cuentan las crónicas que hasta los más endurecidos de corazón se habían confesado y Don Juan de Austria había puesto buen cuidado en poner en cada nave un capellán, muchos de ellos franciscanos, algunos dominicos. La batalla de Lepanto fue durísima y Pío V pasó aquel día haciendo ayuno y oración, entre la que incluyó el Rosario de manera preferente. Cuando los cristianos (entre los que ciertamente no se encontraban los traidores franceses) derrotaron al infame turco, el venerable Papa Pío V se hallaba rezando el Rosario. Cuenta Miguel de Cervantes, que perdió un brazo en Lepanto, que nunca vio ni hubo cosa igual como el grito de alegría de aquellos cristianos vencedores y de aquellos prisioneros cristianos liberados. Las crónicas musulmanas hablan de muchos que vieron a Nuestra Señora en el cielo extender el manto sobre la Armada cristiana. El cúmulo de circunstancias por el que una flota inferior en número y en artillería pudo derrotar a la todopoderosa flota islámica excede no ya lo probable, sino lo posible. Sirva como ejemplo que viniendo del oeste la flota cristiana y del este la turca los vientos viraron de tal manera que los turcos acabaron yendo con el sol de frente, lo que permitió una aproximación óptima de la flota cristiana que confiaba en la técnica del abordaje, en la que la infantería de marina española era experta.
En Austria, en 1955, se produjo un hecho inaudito: los soviéticos se retiraron del católico país alpino casi, si se puede decir, sin mucha razón para ello. Sólo hay un hecho que lo explica: los austríacos, que habían sufrido en sus carnes el azote del anticatólico nacionalsocialismo, se juraron rezar el Rosario sin cesar hasta que el feroz invasor comunista se marchase. Y se marchó.
En Brasil, en 1964, un enemigo declarado de la nación hermana luso-americana como fuera Joao Gulart, se dedicó a infiltrar de cuantos comunistas había todos los puestos claves del gobierno. Gulart, en su desfachatez, se atrevió a sugerir que no se rezase el Rosario porque “de ello no podía venir progreso alguno”. Sin embargo un considerable número de brasileños le respondió precisamente con el rezo del Rosario. La consecuencia es que fue afortunadamente depuesto por un golpe militar que liberó al Brasil de la tiranía comunista. El progreso, el verdadero progreso, fue liberarse de Gulart y ¡vaya si el Rosario lo consiguió!
La Virgen en Fátima insistió en el rezo del Rosario y en la Devoción de los Cinco Primeros Sábados como caminos para poder afrontar estos tiempos de hierro, de falta de Fe y Caridad, en los que nos movemos. Sirvan las líneas precedentes y los cuatro ejemplos citados, entre otros muchos, para convencernos a los católicos de que mucho está cifrado en la perseverancia en la oración del Rosario. Más de lo que incluso nosotros podemos llegar a imaginar.
Recemos. Que la misma Virgen María que liberó a Portugal de todos los gobiernos anticlericales de principios de siglo vuelva a liberarnos a todos.
Santa María del Rosario, rogad por nosotros.
Rafael Castela Santos
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