La salida de Rusia del Tratado de no proliferación de armas convencionales marca un nuevo hito en la escalada armamentística de este país. A esto se ha añadido toda la retahíla de incidentes diplomáticos estos últimos días entre Gran Bretaña y Rusia. Y a esto hay que sumar dos hechos no suficientemente aireados: la persecución anticatólica en Rusia y el hecho de que el poder en Rusia está en manos de la antigua KGB (siendo Putin el máximo exponente de esto), de la cúpula industrial-militar y de los antiguos comunistas. Añádase la depravación moral que hoy día se vive en Rusia, donde el asesinato se ha convertido en moneda de uso común, las mafias trafican con mujeres, con órganos y con bombas atómicas, el aborto es el método “anticonceptivo” favorito de las mujeres rusas, se persigue a lo católico, etc. La geopolítica mundial hace años que gira fuera de quicio.
Ante semejante panorama me hacen una gracia enorme los que todavía se atreven a aseverar que la Consagración de Rusia fue realizada (otro concienzudo estudio sobre el mismo particular se puede encontrar aquí) y que dicha Consagración fue la que conllevó la caída del muro y la “regeneración” (sic) de Rusia. El comunismo se transmutó en su permanente táctica de “dos pasos adelantes y un paso atrás”, como hizo con Lenin o con Stalin, para conseguir el fin último. Las pruebas de que la caída del muro no fue la caída del comunismo son muchas. Sirva, por ejemplo, ver que en muchos países del Telón de Acero los comunistas siguen en el poder, metamorfoseados en socialistas o lo que sea. Por no hablar de que el país más poblado de la tierra, China, sigue siendo una dictadura comunista de la peor especie. Y la historia clama de la persecución de los comunistas hacia los católicos.
En Fátima Nuestra Señora nos recordó que de no enmendarnos Rusia castigaría al mundo y esparciría sus errores sobre la faz de la tierra. La Virgen María nos dijo en Fátima las maneras de conjurar este peligro: penitencia, oración (en particular el Santo Rosario) y la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María por parte del Santo Padre y en unión de todos los Obispos del mundo, algo todavía no realizado.
“Dios es Caridad”, nos recuerda San Juan. Una ideología perversa, antesala del orden luciférico, sigue gobernando Rusia. Ideología, sí, incubada en los idealismos de los alemanes, en los positivismos franceses y en los utilitarismos anglosajones. Una ideología sin moral alguna que refleja el hombre amoral (insisto: amoral, no meramente inmoral), especie prevalente en los tiempos que corremos. Algo nos vendrá desde Rusia. Y eso que vendrá, tan opuesto a Cristo, el Hijo Único de Dios que nos envió al mundo como prueba suprema de Su Amor, será algo que reflejará nuestra propia alma; o sea, el desamor. Así, desde Rusia con desamor se forjará el castigo salutífero que nos merecemos y que nos haga salir del marasmo infame en que nos encontramos.
Entretanto el poder, poco a poco, va siendo al Asia. A Rusia, a China y hasta a la India. Tal y como predice el Apokalypsis. De esto el Padre Kramer nos cuenta más (también aquí).
A nosotros no nos queda sino la penitencia, la oración y, en particular, rezar para que el Santo Padre consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María. El castigo es prácticamente inevitable, pero cuanto antes haga el Papa esta Consagración, más Misericordia derramará Dios sobre nosotros.
Digan lo que digan, Fátima sigue siendo el acontecimiento fundamental de nuestros tiempos y donde todas las claves de salvación se encuentran. Cuando Rusia invada Europa y sus formidables ejércitos castiguen nuestra apostasía algunos quizás se den cuenta de que sólo hay una ruta posible de salvación: volver a Cristo a través de María. Aunque sea en el último momento, tanto a nivel personal como colectivo, nunca será demasiado tarde. Porque Rusia tiene algo en su alma de niña que es semilla de salvación.
Afirmo, como afirmaba Jesús Fueyo, lo de “sed et Slavia lux”. Así pues nada de perder la esperanza, antes bien, rezar con más denuedo que nunca para que Rusia se convierta a la verdadera Fe, a la Fe Católica de siempre, y en su abjuración de sus errores comunistas y de su cisma encuentre no sólo Rusia la paz, sino todo el mundo entero. Entretanto preparémonos a este bautismo regenerador, bautismo de fuego (guerra), sangre (martirio) y lágrimas (sufrimiento), parafraseando al Padre Thomas McGlynn, O.P. Y leamos los signos de los tiempos bajo una perspectiva sobrenatural.
Rafael Castela Santos
segunda-feira, julho 23, 2007
Crónica de una guerra anunciada
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Rafael Castela Santos
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segunda-feira, julho 23, 2007
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