domingo, setembro 03, 2006

Reflexiones para un domingo cualquiera del año de Nuestro Señor del 2006

(Con especial aprecio y dedicación a los Padres JMM y CM, de la Hermandad de San Pío X, quienes inspiraron estas reflexiones)

1. La Revolución Francesa marcó, de una manera clara y definitiva, la expulsión de Jesucristo de la vida pública de sociedades y naciones. Ni el Renacimiento ni el Protestantismo, bases de ese continuum revolucionario, expulsaron formalmente a Jesucristo, por más que lo distorsionaran.
2. Cuando encerraron a Cristo Nuestro Señor en la celda, tras azotarle y juzgarle inicuamente, Cristo dejó de existir públicamente. Azotado, coronado de espinas, sangrando, con su cara magullada, lleno de moratones, los labios y cejas partidos … Jesucristo opta por el silencio. Todavía vive, pero ya no tiene existencia pública. Esto es mucho más claro aún cuando sube penosamente al Calvario para morir. Abandonado por sus Apóstoles, salvo Juan, el único testigo que queda de Cristo es la Virgen María. Ella es el testimonio vivo de la existencia pública de la Iglesia. Ella es la prueba de que Cristo sigue existiendo, incluso en los tres días de oscuridad y muerte.
3. Hoy día ya no hay apariciones reconocidas de Cristo o del Sagrado Corazón, como acontecía hasta el siglo XVIII. Las apariciones reconocidas por la Iglesia (Lourdes, La Salette y Fátima) son apariciones eminentemente marianas. ¿Será también porque nuestra sociedad repite ese momento donde Cristo deja de tener existencia pública? Así lo creo: el único testimonio público del Cielo vuelve a ser Nuestra Señora. Ya no se ve públicamente a Nuestro Señor … ni siquiera en los Sagrarios, a menudo puestos no el centro de los Templos, sino a los lados, a menudo ignorados y a menudo vacíos por mor de una Liturgia torticera y unos Sacerdotes que no creen en la Transubstanciación. Cristo está preso. Preso, quizás, en las mazmorras del Vaticano, cabeza visible del Nuevo Israel, como lo estuvo otrora en las celdas de romanos y judíos, de paganos y del Pueblo Elegido.
4. Cristo resucitó. La Iglesia también resucitará. A Cristo le mataron quienes tenían que haberlo exaltado, el Sanedrín, quienes tenían todos los elementos en la mano para reconocerle como Mesías. A la Iglesia la están matando quienes tenían que defenderla en la pureza inmaculada de su Fe, primordialmente Cardenales y Obispos (esto era también la opinión de Jean Madiran, por cierto). Cristo volvió a tener vida pública. La Iglesia volverá a tener vida pública. En la Edad Media Cristo reinaba en nuestras sociedades y en nuestras naciones. En un futuro próximo será así igualmente.
5. Recemos fervientemente para que el Santo Padre consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María en comunión con todos los Obispos del mundo.
¡Viva Cristo Rey!

Rafael Castela Santos

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