sábado, junho 04, 2011

Decíamos ayer …

A Fray Luis de León, Agustino e insigne profesor de la Universidad de Salamanca, amén de autor del delicioso libro “De los nombres de Cristo” y gran hebraísta (él mismo era de origen judío), le encarcelaron por mor de falsas denuncias. Pasó años en la cárcel de la Inquisición. Al final sus envidiosos detractores, en un cuidadoso proceso realizado por la Santa Inquisición, quedaron retractados y encarcelados; y Fray Luis, liberado y exonerado de los cargos que se le imputaban.
Al volver a su cátedra de la Universidad de Salamanca retomó su discurso justo en el punto en que lo había dejado el mismo día que le encarcelaron años atrás. Fue entonces cuando comenzó su lección en su primer día tras los años de cárcel con la ya famosa frase: “Decíamos ayer …”.
Hace más de un año que se me secó la pluma y se me pegó la lengua al paladar. Una profunda crisis personal y general de la Iglesia y de la Patria, que me afectó de modo muy intenso, hizo que abandonara mi modesta contribución a esta casa, la Casa de Sarto, donde siempre –y gracias a la proverbial hospitalidad portuguesa de mi amigo y hermano en la Fe JSarto- me he sentido como en casa. El Señor ha tenido a bien liberarme (más bien darme un tercer grado) de esta cárcel del espíritu en que me hallaba, aunque no me ha quitado las cruces de la enfermedad, del desempleo parcial y otras que no menciono. Cruces, por lo demás, bien merecidas (¡aún en rigor pocas son!), por mis muchos pecados y tropelías. Pues bien, vuelvo con Vds., queridos fieles lectores, a empuñar la pluma y a compartir mis pensamientos.
Decíamos ayer que esto va mal. Lo decíamos ya hace más de un año, cuando abandoné A Casa de Sarto, y me ratifico. Más digo ahora: va peor y aún ha de empeorar más. Decíamos ayer que la regeneración no ya de Portugal, España o las Españas que en el mundo son, sino de nuestra civilización y del mundo, sólo puede venir de la vuelta a la Tradición Católica. Decíamos ayer que la Tradición no es sólo un esteticismo fraudulento en relación a la Liturgia de siempre, sino que es defensa de esta Liturgia porque esta Liturgia implica un Depósito de la Fe que nos es obligado salvaguardar. Decíamos ayer que el Santo Padre tiene una gravísima deuda pendiente, y que actúa de modo imprudentísimo, al no hacer la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón que Nuestra Señora pidió en Fátima. Decíamos ayer que es indispensable sacar a la Tradición de la intemperie y que ha de estar integrada en Roma para que rinda fruto, pues católicos, apostólicos y romanos somos. Decíamos ayer que el Katechon ha sido retirado por obra y gracia del Vaticano II y del modernismo y que de este modo precipitamos la transición de la Iglesia de Sardes a la de Filadelfia. Decíamos ayer que es prácticamente imprescindible leer a Castellani para enterarse de todo este desaguisado, en particular “El Apokalypsis”, “Los papeles de Benjamín Benavides” y “Cristo, ¿vuelve o no vuelve?”.
Decimos hoy, año y medio después, que ha quedado claro que el poder le ha sido dado al Asia, con lo que el sello y marchamo de haber entrado en los tiempos apocalípticos ya es indudable; signo al que hay que añadir la reconstrucción del Estado de Israel y la Apostasía general que nos aflige. Decimos hoy que es justo, ahora que la naturaleza muestra su ira contra esta humanidad amoral plena de pecado no arrepentido, ahora que suenan tambores de guerra en Oriente Medio, ahora que hay catástrofes climáticas y nucleares como nunca había habido, ahora que tantos y tantos signos extraños acontecen delante de nuestros ojos, que miremos a Cristo Nuestro Señor sufriente en la Cruz y majestuoso en el Cielo, y que nos llenemos de esperanza. Decimos hoy, con más énfasis que nunca, que nadie se llame a engaño y crea que esto es el fin del mundo: esto es el Juicio de las Naciones, que son cosas distintas.
Diremos mañana que hay una restauración de la Fe, que estamos en la última Iglesia, en la de Laodicea. Diremos que hay Santos como nunca los hubo. Diremos que la humanidad vivirá en paz bajo el yugo suave de Cristo Rey. Diremos que, después de tanto desastre y castigo, hay bendiciones generosas en todos los órdenes, materiales y espirituales. Diremos que ha habido un grito de alegría y liberación que recorrerá el orbe, de norte a sur, de este a oeste. Diremos que el Anticristo ha sido eliminado por el soplo de la boca de Jesucristo, nuestro Salvador.
Decíamos ayer, decimos hoy y diremos mañana que estemos preparados para este trance supremo. Con las armas espirituales de las que nos habla San Pablo, específicamente con aquellas que nos indica Nuestra Señora en Fátima: oración, arrepentimiento, expiación. Viviendo en plenitud en este mundo, como si no viviéramos, como si fuéramos a ser mártires mañana. Gozando de lo que Dios nos da, pero como si no tuviéramos.
¡Ánimo, hermanos en la Fe y gente de buena voluntad! Al Enemigo le quedan ya tiempos breves. Serán muy turbulentos y dolorosos, mas serán cortos. El Reinado de Cristo, nuestro verdadero Don Sebastián, por el que hemos sentido saudade y suspirado siempre, está próximo.
¡Maranâ' thâ'!, מרנא תא

Rafael Castela Santos

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