sexta-feira, janeiro 05, 2007

De mi Hermano Gabriel, Leonardo Castellani y San Gabriel ...

Hay una persona en este mundo que no siendo hermano de sangre lo es más incluso, porque es Hermano de espíritu. Y el vocablo Hermano empieza por “hache”, pues así decía Enrique Jardiel Poncela que empiezan las palabras importantes, ha de escribirse con mayúscula. Aseveraba el genial Jardiel Poncela que burgués, definitivamente, no empieza por “hache”. Castellani nos explica por qué y de yapa le pega una patada en la espinilla a liberales y otros sujetos de mal vivir. Y mi Hermano Gabriel tendrá muchos defectos, pero ¡vive Dios! que el ser aburguesado no es uno de ellos.
San Gabriel siempre empieza igual sus cometidos angélicos por este mundo: “No temáis”, dice el Ángel. ¿Cómo será San Gabriel de temible que siempre tiene que comenzar por lo mismo, advirtiendo “no temáis”? “No temas”, le dice a la Virgen. Es lícito pues plantearse la cuestión de si el mismísimo Ángel de Portugal no es otro que San Gabriel. Tampoco me extrañaría esto de la nación hermana (ya ven, yo no me conformo con llamarla “pais vizinho”) a juzgar por el “no temáis” con que saluda a los niños de Fátima. Pero San Gabriel siempre trae buenas noticias, sea en la Anunciación o sea en Fátima.
Ya digo que si mi hipótesis es válida no deja de ser interesante la Aparición de Fátima de manos de San Gabriel y la Aparición en Garabandal (todavía no aprobada oficialmente por la Iglesia) del Arcángel San Miguel. He aquí, una vez más, esa complementariedad entre Portugal y España, entre ese centro lírico de Portugal que no cesa de cantar a Dios y a su Santísima Madre y esas tierras rudas y fuertes del norte de Castilla que ardían y volverán a arder en defensa de Cristo y de su Iglesia.
Mi Hermano Gabriel también es intimidante. Como su Santo Patrón. Y mi Hermano Gabriel también suele venir cargado de buenas noticias, al uso de ese espíritu angélico. Pero por intimidante que parezca, Castellani viene cargado de buenas noticias. (igual que mi Hermano y que San Gabriel; igual que Portugal).
Mi Hermano Gabriel, un vasco con sangre india reciclado en argentino, es como JSarto y un servidor, otro “castellaniano” ferviente, piadoso, confeso y convicto. Dice mi Hermano Gabriel que el viejo Padre Castellani andaba holgado de conocimiento, erudición y, lo más importante, de sabiduría. Porque Castellani tenía algo de angelical en su conocimiento. Acérrimo defensor del Doctor Angélico no podía ser de otro modo. Me refiero a Castellani, pero también a mi Hermano Gabriel. Todos ellos son tomistas. Y, si me apuran, también afirmaré que San Gabriel es tomista.
Mi Hermano Gabriel es de suyo lacónico, como buen vasco, con algo de mitigante barniz porteño. Como el Padre Castellani, que acertaba a poner un punto final al pensamiento sobre las cosas (diría más bien a la adecuación de su pensamiento a las realidades) que pocos, muy pocos, son capaces de hacer. Le decía yo a mi Hermano Gabriel que Castellani se me hacía cada día más grande a mis ojos en mis lecturas, y a fuerza de releerlo. Apostillaba mi Hermano Gabriel algo todavía más fino y penetrante: Castellani, cuanto más lo lees, no sólo se hace más grande a los ojos de uno, sino más distante. Consecuencias de la genialidad (angel-nialidad o angelicanidad, si me permiten jugar con las palabras).
Mi Hermano Gabriel es un buen poeta y a su modo y manera un buen polígrafo en estos tiempos modernos. Otro tanto se puede decir de su santo y seña, Castellani. San Gabriel, empero, no necesita escribir. Él sólo necesita hablar. A fin de cuentas en el eterno presente en que viven los ángeles el esfuerzo por la escritura es futil. Se puede decir todo … al instante. De lo que estoy segurísimo es que San Gabriel es un fenomenal poeta. Que no haya escritura en el Cielo pase, pero sin Poesía allí no se está. Ciento veinte por ciento de garantía en esta última afirmación.
Le decía a mi Hermano Gabriel que el Padre Castellani me había permitido reencontrarme con el periodismo un poco en épocas recientes gracias a los editoriales y los “periscopios” de Jauja del Padre Castellani después de lo quemadísimo y hastiado que salí de él. Castellani tampoco sentía particular inclinación hacia esta forma de perversión. Claro que San Gabriel tenía algo de periodista, de mensajero. Por eso envió Dios a San Gabriel a la Santísima Virgen. Y no me extrañaría que en ese Altar de Dios por donde vuela y sirve San Gabriel se hubiera acordado que San Gabriel nos mandase al Padre Castellani. Siquiera para que Castellani modelase y troquelase la cabeza de mi Hermano Gabriel como un ejército de la Reconquista. A imagen y semejanza de la del de Reconquista, ciudad natal de Castellani. Sea como fuere, angelical es esa capacidad de atrapar toda una idea, todo un universo a veces, en seis líneas. ¿No me creen? Busquen la más de media docena de ejemplos que he brindado en Nova Frente y A Casa de Sarto bajo la sección “La bitácora de Leonardo Castellani”. Para muestra basta un botón. Cómprense el libro de Don Leonardo “Un país de Jauja” y les aseguro que no se arrepentirán.
Mi Hermano Gabriel es sólido como una roca. No se arredra por las dificultades. Ni se deja vencer por las circunstancias. No se arruga, aunque seamos de carne y hueso. Como Castellani, confía ciegamente en Dios. Creo que mi Hermano Gabriel, que llama “Maestro” a Castellani, aprendió no sólo de sus escritos, sino también de su vida. A ambos les protege San Gabriel, de eso estoy seguro. Por eso, digo yo, no mucho han de temer.
El Padre Castellani se pudo quedar en Europa y “triunfar”; incluso hacer carrera eclesiástica. Como nos va desvelando Sebastián Randle en su biografía sobre el Padre Castellani, hubo asuntos personales por lo que eso no ocurrió, y a lo mejor (a a lo peor) su don profético no fue ajeno a todo ello. Pero hubo que ese Profeta, por sobrenombre Castellani, quiso ser profeta en su tierra porque era un patriota. Caro pagó aquel patriota de verdad su fidelidad a la Patria hermana de la Argentina. Como mi Hermano Gabriel, a quien el Príncipe de este mundo (cosmopolitista y transnacional) asaetea de continuo porque pudiendo someter su cerviz al Último Imperio prefiere permanecer en el eje de la Piedad, que no otra cosa es el patriotismo.
Mi Hermano Gabriel conoce bien muchos de los recovecos del alma humana. La fuerza le es. Sabe de qué pasta estamos hechos y en más de una ocasión le he visto poniendo aceite y bálsamo sobre heridas muy profundas y dolorosas. Quizás de casta le venga al galgo, porque mi Hermano Gabriel mucho ha abrevado en esa antropología de Castellani, tan sumamente fértil ella. En cuanto a San Gabriel … ya lo sabe todo a este respecto. Lo realmente curioso es que sabiéndolo siga ocupándose de nosotros tan cariñosamente siendo la clase de gentuza que somos.
Cuenta mi Hermano Gabriel mil y una anécdotas sabrosonas de alguno de sus antepasados, y de cómo se las lidiaron para zafarse de los inmundos, salvajes y asquerosos unitarios (los unitarios son en Argentina lo que la caterva isabelina-liberal fue en España). Viene de familia dura. De familia dura y correosa. Un ángel es siempre duro, si duro se puede llamar al espíritu puro. Pero que Leonardo Castellani era durísimo y correosísimo no debe plantear la más mínima duda.
Dice mi Hermano Gabriel que él siempre reza por los Maestros que no conoció y Castellani era uno de ellos. Es buena costumbre ésta la de agradecer a nuestros antepasados y mayores, incluso a los que no conocimos. Uno de esos Maestros, pero a quien yo sí conocí, fue Vintila Horia. Y fue Vintila Horia quien una tarde de invierno frío de la serranía madrileña me dijo que la montaña más alta de Argentina estaba en Buenos Aires, no en los Andes. Se refería Vintila al Padre Castellani, a quien leyó y estudió y a quien visitó en Argentina. Creo que comparto el criterio de Don Vintila. De hecho le tomé el consejo. Y aquí estoy, castellano y castellaniano.
Cristo se pasó buena parte de su vida pública luchando contra el fariseísmo. San Gabriel prosigue idéntica causa a su modo y según las instrucciones recibidas. Mi Hermano Gabriel tres cuartos de lo mismo y el Padre Leonardo Castellani tampoco sentía mucha simpatía por lo que es el cáncer más peligroso de la vida espiritual. Y es que, en rigor, hay una íntima relación entre el fariseísmo y la falta de verdad.
Echo de menos a mi Hermano Gabriel. Y mucho. Me sabe demasiado a poco el tiempo que hemos pasado juntos. Y dice mucho de mi Hermano Gabriel que en su casa me siento tan cómodo, o más, que en la mía. La hospitalidad, también, es algo en lo que su protector, San Gabriel, destaca. Los mates, los programas de Alejandro Dolina, sus risas compartidas durante las películas, las conversaciones sobre lo divino –sobre todo sobre el Apokalypsis, lo apocalíptico y lo apocalipticable, aspectos estos que es prudente hacer bajo la óptica castelliniana- y lo humano a las tres de la mañana.
Y rezar Prima juntos ... ¡Si al menos pudiera tener esto! ¡Me mata de nostalgia el no poder rezar juntos de nuevo! Prima con mi Hermano Gabriel y Completa con más amigos.
Quiera Dios que podamos continuar la tertulia inacabada de esa Castilla de Norteamérica donde él vive en esa Patria definitiva del Cielo. Entonces, si cabe, en la compañía del Padre Castellani.
Y, estoy por jurarles, que este otro compadre, JSarto, se va a autoinvitar a esta tertulia “de além da vida”.
Pero, por favor, no idealicen a mi Hermano Gabriel. Humano que es, también tiene defectos: es gallina (en estos tiempos gallina desplumada) el pobre. De River Plate. ¡Tristísima consecuencia ésta del Pecado Original! ¿Osé decir antes que San Gabriel es tomista? También lo es mi Hermano Gabriel. Como lo es el Padre Castellani. Lo reafirmo y ratifico. Pero, también, San Gabriel es bostero. O, al menos, debería serlo.
¡Dale, dale, Boca! ¡Dale …!

Benjamín Benavides, también llamado Rafael Castela Santos

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