domingo, janeiro 21, 2007

Contra el aborto: Un libro cerrado (por abrir)

Con permiso de Alameda Digital voy a colgar aquí, en A Casa de Sarto, mi artículo en español que ya salió en portugués en Alameda Digital. Para quienes me quieran leer en portugués no tienen más que clicar sobre este hipervínculo. A continuación, para nuestra clientela castellanoparlante, reproduzco ese mismo artículo.

“Compré recientemente un libro sobre Murillo, el gran pintor de la Santísima Virgen María. Está ahí, cerrado. Contemplándome desde el anaquel y, simultáneamente, yo le contemplo desde mi cama, mientras escribo con el portátil. Realmente no he tenido tiempo de mirarlo mucho todavía. Sabía que era un libro, un buen libro, cuando lo compré. Un buen amigo de toda confianza, bibliófilo a ultranza, me lo recomendó. Desde mi ubicación veo la sobrecubierta en papel couché, blanca. Las letras del título en el lomo son delicadas. El libro tiene, me lo han garantizado, un texto excelente sobre Murillo. Incluso analiza la época en que vivió, tanto desde el punto de vista histórico, como de las ideas. Todavía no lo he leído, pero sé que es así. La calidad de las litografías es impresionante. No las puedo ver desde la cama, pero sé que gozaré mucho deleitándome en contemplar esas litografías cuando pueda. Incluso sé que tiene tablas cronológicas e incluso diagramas de algunos de sus cuadros, explicando ciertas técnicas pictóricas. Tampoco los veo, pero sé positivamente que están ahí.
No por estar cerrado, no por no estar entre mis manos, no por no ser leído en este preciso instante, no por no ser visto en un momento dado deja de ser libro. Es y será un libro. Más incluso: es un libro excelente. Desde el mismo momento en que el autor lo concibió. Un gran libro. Cierto. Aunque ahora esté cerrado.
Un hombre y una mujer han hecho el amor. Un óvulo recibe a un espermatozoide, entre millones, y sólo a ése. En ese milagro de la fecundación dos células se transforman en un ser humano. Porque en el momento en que esas dos células (óvulo y espermatozoide), cada una con 23 cromosomas, se unen y se transforman en una célula con 46 cromosomas, ya hay ahí un ser humano. Su estatura, su color de pelo y de ojos. Aunque todavía no se le vea. Sus vulnerabilidades a ciertas enfermedades. Aunque todavía no las haya sufrido. Su coeficiente intelectual. Aunque todavía no sepa ni una palabra. Su metabolismo y toda su bioquímica. Aunque ahora todavía dependa enteramente del aparato metabólico de su madre. Incluso un porcentaje nada desdeñable de su personalidad está codificado en esos genes. Aunque todavía no haya dicho esta boca es mía. En ese libro cerrado del ADN se recogen todos esos datos e instrucciones. Y millones más. Son todas características de un nuevo ser humano. Todas ya ahí, aunque todavía no se hayan “leído”.
A diferencia de mi libro cerrado del cual existen unos centenares o millares de copias idénticas, esta nueva persona (literalmente, recién concebida) es única. Ni ha habido ni habrá otra como ella en toda la historia de la humanidad, por más que ésta se prolongase.
Si decimos que mi libro cerrado es libro, ¿cómo es que algunos se niegan a reconocer que ese nuevo ser humano no es ser humano por el mero hecho de todavía no haber empezado a “leerse”, a verse, a crecer, a hacer de todas sus potencias –que ya están en ese óvulo fecundado- acto, por emplear la terminología aristotélica?
No por estar todavía no diré cerrada, sino encerrada en el vientre materno, es por ello menos persona o deja de serlo. Tampoco mi libro, por estar cerrado y en la estantería, deja de ser libro por ello.
Esa persona es persona desde el mismo momento en que fue concebida. Ni un momento antes ni otro después.
Y, amén de lo dicho, esta nueva persona tiene libertad. Libertad de escoger. Libertad de optar por lo bueno o por lo malo. Libertad de hacer el bien o de servir a su contrario.
¡Ah! ¡Se me olvidaba! Y desde ese momento de la concepción esa persona tiene alma. Alma eterna. Pero eso ya es otra historia: la de un libro abierto con las páginas en blanco por escribir.”

Rafael Castela Santos

0 comentários: