Por tierras españolas las cosas van mal. Ya hay quien dice que España ha muerto como nación. Y esto lo dicen los franceses, enemigos seculares de España, quienes advierten de los riesgos de balcanización española. Supongo que por los riesgos que también conlleva para ellos. El ejemplo más tangible de todo ello es la aparición de una deplorable y deleznable casta autonómica contraria al bien común.
El Profesor Carlos Ruiz Miguel nos advertía del bien moral de la unidad española. Ahí es nada, pero toda esta implosión tiene una importante vertiente inmoral. O amoral, por mejor decir. Hay que releer la fundamentación nacional de España de la pluma del mejor medievalista español vivo, el Profesor Luis Suárez. Quizás no esté de más revisar las opiniones de una serie de personalidades egregias sobre España. La Tradición socio-política de las Españas está ahí. Pero también está la usurpación del Estado por parte de gente siniestra.
En un artículo en Catholic Family News, imposible de enlazar, de Peter Chojnowski se nos explicaba cómo se gestó el vaciamiento político y cultural de la reacción política encabezada por el Generalísimo Francisco Franco, cuando España fue calificada como la “reserva espiritual de Occidente”. Chojnowski concluye con un peso y unos poderosos argumentos que el Opus Dei tiene una responsabilidad máxima en este desaguisado. Recientemente Pedro Fernández Barbadillo, un autor que ya hemos traído a colación para Nova Frente en anteriores ocasiones, describía a España como la “reserva progresista de Occidente”.
Acaso no haya experimento radical más radical que el llevado a cabo en España en estos años. Con todo y con eso no se explica dicha radicalidad sin un vector de venganza histórica. Buen ejemplo de este radicalismo es la existencia en España de al menos 17 leyes que contradicen el consenso secular de Occidente y violan el derecho natural. José Javier Esparza, últimamente más lúcido que nunca, nos advierte del peligro que nos acecha. Peligro del cual el iluminado Rodríguez Zapatero es sólo la tarjeta de presentación.
Una nación no puede ir contra lo que es y lo que ha sido. Ir en contra de la realidad ontológica nacional equivale a suicidio. España no existe ni puede existir sin Cristo como fundamento. No tiene sentido sin El, Rey y Señor de las Españas más, si cabe, que en otros sitios. Sin Jesucristo España se aboca a repetir las taifas medievales, como pronosticara Menéndez Pelayo:
“España, evangelizadora de la mitad del orbe, España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio … Esa es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y los vectones ó de los reyes de taifas”.
Queda el consuelo que la taumaturga y vidente, ampliamente reconocida por las autoridades eclesiásticas y varios Papas, la Venerable María Jesús de Agreda ya dijo en tiempos difíciles para España algo que, confieso, es de los pocos puntales de esperanza que me quedan: «Esta navecilla de España no ha de naufragar jamás, por más que llegue el agua al cuello».
Ni Portugal, que lo dijo la Virgen en Fátima.
¡Qué bendición para estas dos naciones compartir el solar de esta Sefarad, verdadera Tierra Prometida!
Seamos pues fieles a nuestras raíces y a nuestras esencias; que no son otras que Cristo Rey y María Inmaculada.
Así sea.
Rafael Castela Santos
terça-feira, junho 17, 2008
¿Quo vadis, Expaña?
Publicada por
Rafael Castela Santos
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terça-feira, junho 17, 2008
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