Una nueva concepción filosófica; un nuevo lema caracteriza la ciudad moderna: la religión del Dios hecho hombre, sustituye la del hombre hecho Dios. Nacido bueno, encuentra en sí mismo su proprio fin, el cual nos es otro sino su bienestar, y debiendólo todo a sí mismo no se cree obligado a cumplir ni la ley divina, ni la ley natural, ni el derecho de gentes, ni ningún derecho histórico. Lo que anhela en un momento dado la mayoría de los ciudadanos es la única ley, y esta ley lo puede todo, sin ser limitada en sus disposiciones por ninguna barrera de origen divino ni humano. La sociedad, hablando en términos apropriados, deja de existir, pues no hay ya lazo social que la mantenga y en su lugar se coloca el Estado, es decir, el Poder sin límites, ejercido en representación de la soberania del hombre por una minoría y recayendo sobre la masa confusa y inorgánica de los individuos. Es el régimen del individualismo, y por esto mismo del número, que engendra en el orden económico el capitalismo y en el político el cesarismo. En virtud del primero sólo cuentan las monedas, por el segundo los votos, y ambas cuentas acaban por hacer una sola, como consecuencia del poder de los votos sobre las monedas y de las monedas sobre los votos. La igualdad civil y política de todos los órdenes de ciudadanos, o más bien, la supresión de estos órdenes, tiende, en efecto, a no dejar susbsistir otras desigualdades sociales sino las procedentes que da la cantidad de riqueza poseía, y esta desigualdad, por ello mismo, se halla sin contrapeso.
Los grandes problemas históricos de nuestro siglo consisten en saber, como esta concepción monstruosa que es preciso llamar por su nombre: el liberalismo ha podido seducir a las clases elevadas; como sus aplicaciones económicas: el trabajo sin derechos y la propriedad sin cargas, han podido encontrar defensores incluso en entre las filas del catolicismo, a pesar de haber sido combatida por la Iglesia; como ha engendrado el socialismo que es la consecuencia lógica y le ha abierto camino por sus excesos; como, en fin, seria posible aún restablecer sobre fundamentos históricos sólidos las costumbres, las instituciones y uma legislación social inspirada en el cristianismo, más bien que imitada del paganismo. Tales cuestiones quedan por determinar y tales soluciones por definir y hacer penetrar en el espíritu público, despues de dos siglos de cesarismo monárquico y un siglo de cesarismo revolucionario. No son ciertamente estos problemas, de metafísica política, sino puntos concretos de historia social y de filosofía.
Marquês de La Tour du Pin, 1893 - extraído de "Hacia un Orden Social Cristiano", Madrid, Cultura Española, Junio de 1936.
Los grandes problemas históricos de nuestro siglo consisten en saber, como esta concepción monstruosa que es preciso llamar por su nombre: el liberalismo ha podido seducir a las clases elevadas; como sus aplicaciones económicas: el trabajo sin derechos y la propriedad sin cargas, han podido encontrar defensores incluso en entre las filas del catolicismo, a pesar de haber sido combatida por la Iglesia; como ha engendrado el socialismo que es la consecuencia lógica y le ha abierto camino por sus excesos; como, en fin, seria posible aún restablecer sobre fundamentos históricos sólidos las costumbres, las instituciones y uma legislación social inspirada en el cristianismo, más bien que imitada del paganismo. Tales cuestiones quedan por determinar y tales soluciones por definir y hacer penetrar en el espíritu público, despues de dos siglos de cesarismo monárquico y un siglo de cesarismo revolucionario. No son ciertamente estos problemas, de metafísica política, sino puntos concretos de historia social y de filosofía.
Marquês de La Tour du Pin, 1893 - extraído de "Hacia un Orden Social Cristiano", Madrid, Cultura Española, Junio de 1936.