Por favor, no se pierdan los comentarios de O Corcunda en O Pasquim da Reacçao sobre la democracia liberal porque son tan radicalmente (adverbio éste que viene “de raíz”, y que utilizo aquí etimológicamente) certeros que sería una pena perdérselos. Es curioso que la libertad que el Internet y el blog proporcionan hace que haya gente como O Corcunda que no están dispuestos a dejarse dirigir en su pensamiento por el discurso dominante.
La entrada de O Corcunda no tiene desperdicio porque pone el dedo en la llaga:
“A democracia, em estado liberal como hoje a encontramos por estas partes do mundo, afastou-se da sua raiz virtuosa e classica”
Porque, precisamente, la misión fundamental del Estado no es garantizar un bienestar material (aunque un mínimo es ciertamente imprescindible), sino que los ciudadanos de ese Estado vivan de manera virtuosa.
“A democracia, em estado liberal como hoje a encontramos por estas partes do mundo, afastou-se da sua raiz virtuosa e classica”
Porque, precisamente, la misión fundamental del Estado no es garantizar un bienestar material (aunque un mínimo es ciertamente imprescindible), sino que los ciudadanos de ese Estado vivan de manera virtuosa.
Y no se queda ahí O Corcunda, sino que lanza una pregunta que es como un puñal:
“Podera um pais subordinar a sua acçao e o dominio da causa comum a una multidao impreparada e sem virtude?”
Aquí O Corcunda demuestra su buen corazón porque, lamentablemente, no existe causa común. Lejos quedan los tiempos cuando portugueses y españoles se lanzaron a echar de su tierra al invasor mahometano y lejos aquellos otros cuando, movidos por el celo de Cristo, conquistaron los mares para llevar a Cristo a todos los puntos del orbe. A no ser que la causa común sea la de vivir como bestias (“considera, hijo mío, que la mayor parte de hombres viven como bestias”, que dice el Eclesiastés), poseídos de una sed insaciable de posesión de bienes y despreciando el bien común. Por esto fracasa la democracia liberal, porque está vacía de contenido y de virtud. El más sensato de los liberales, Hobbes, tuvo que recurrir al poder absoluto del príncipe para dominar a un Leviatán que sabía que sin un mismo espíritu, sin una unidad de destino en la historia, no sobreviviría.
“Podera um pais subordinar a sua acçao e o dominio da causa comum a una multidao impreparada e sem virtude?”
Aquí O Corcunda demuestra su buen corazón porque, lamentablemente, no existe causa común. Lejos quedan los tiempos cuando portugueses y españoles se lanzaron a echar de su tierra al invasor mahometano y lejos aquellos otros cuando, movidos por el celo de Cristo, conquistaron los mares para llevar a Cristo a todos los puntos del orbe. A no ser que la causa común sea la de vivir como bestias (“considera, hijo mío, que la mayor parte de hombres viven como bestias”, que dice el Eclesiastés), poseídos de una sed insaciable de posesión de bienes y despreciando el bien común. Por esto fracasa la democracia liberal, porque está vacía de contenido y de virtud. El más sensato de los liberales, Hobbes, tuvo que recurrir al poder absoluto del príncipe para dominar a un Leviatán que sabía que sin un mismo espíritu, sin una unidad de destino en la historia, no sobreviviría.
Opongan a esto la posición católica tradicional acerca de los deberes del Estado. Este también será un tema que, Dios mediante, abordaremos durante las próximas semanas.
Rafael Castela Santos
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