segunda-feira, janeiro 23, 2006

Hablando de razas

El determinismo filosófico toma muchos vericuetos, entre ellos el racista/racialista. Se adapta a los tiempos, cual camaleón del zeitgeist. Cuando nació la antropología física se agarró a ella. Cuando nació la frenología, encontró su filón de oro. Hasta que la frenología se comprobó una pseudociencia sin fundamento, un auténtico “bluff”. Ahora todo lo explica en base a la genética. Curioso, cuando por ejemplo los neurocientíficos tienen graves problemas en explicar muchas enfermedades, como por ejemplo buena parte de las enfermedades psiquiátricas, con un modelo exclusivamente genético-determinista. Es decir la genética no puede explicarlo todo.
Si tomamos ese vericueto parece que los judíos son la más inteligente de las razas. No en vano son el Pueblo Elegido. En cualquier caso, como nos recuerda San Pablo e insistía León Bloy, “la salvación del mundo vendrá por los judíos”. Una vez que se conviertan, claro está. En las Sagradas Escrituras hay dos razas nada más: judíos y gentiles. En el más allá hay solo una raza: los salvados. O dos: los salvados y los condenados. Lamentablemente estos últimos no cuentan. Y estas razas de los salvados o los condenados no dependen de color de piel ninguno, sino de las acciones morales que cada persona de una de estas razas haya realizado. Acciones morales o inmorales. O no acciones, porque se peca de pensamiento, palabra, obra y omisión. En definitiva, la pertenencia a uno u otro grupo depende enteramente de la práctica de las virtudes y la cooperación con la Gracia.
Volviendo al tema científico resulta que un grupo de investigadores descubrió hace ya algún tiempo una secuencia del ADN que es idéntica en todos los seres humanos. Esa particular secuencia, de una enorme cantidad de kilobases, resultaba sólo explicable si se asumía un presupuesto: todos los seres humanos venimos de la misma pareja.
Bueno. Algunos ya sabíamos eso. Así que menos ínfulas por parte de los racistas descarados y de los camuflados (o sea, de los racialistas).
¿Razas? Sí, por supuesto que existen. Y diferencias haberlas, haylas. No se puede negar lo que es obvio. Hacer de ellas la explicación de todo y pretender que todo puede explicarse racialmente es ridículo. Pretender que las razas deben ser el eje de la política o de la cultura es necio (del latín non-scio, o sea, el que no sabe).

Rafael Castela Santos

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