Y esto aquí,
en Gran Bretaña, una de las sociedades más degradadas de Europa, más
profundamente agnósticas. Una sociedad bien troquelada por enemigos, secretos y
otros no tanto, de la Iglesia Católica. Una sociedad cuyo Príncipe de
Edimburgo, consorte de la Reina, está determinado a reducir a la población
de la tierra a 500 millones. Parece que ha comenzado por su propio país.
Por cierto. Hace poco más de una década hubo un rechazo
brutal a las nuevas leyes holandesas sobre el asesinato programado de ancianos,
mal llamado eutanasia (eutanasia significa etimológicamente “buena muerte”).
Ahora trabajar en áreas de geriatría en mi querida Gran Bretaña y defender la vida supone remar
contracorriente de una manera increíble. ¡Qué cambio operado en menos de 15 años! ¡Qué ingeniería social más eficiente! Claro, que con matices, esto ya empieza a ser moneda de uso corriente en toda Europa.
¿Cuál es el fruto de semejante planteamiento? El mencionado:
muerte,
muerte y muerte. Odio, odio y odio. Y desesperación.
Hubo un Rabino hace 2000 años, verdadero Hombre y verdadero
Hijo de Dios, que era Vida, Vida y Vida. Amor, Amor y Amor. A los niños, a los
ancianos … a todos. Y esperanza, claro está.
Busquen Vds. mismos las diferencias y díganme cómo se
reedifica esta otrora perla monástica de la Cristiandad que fueron las Islas Británicas.
Rafael Castela Santos
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