sexta-feira, março 21, 2008

Sobre Viernes Santo y el Pecado Original

En este día tremendo donde la contemplación de nuestros pecados contestada por el Amor de Dios hacia nosotros sin límites, Amor hasta la muerte, nos debería hacer caer de bruces, llenar nuestros ojos de lágrimas, nuestro corazón de dolor, nuestra alma de desgarros espirituales y nuestras gargantas suspiros inenarrables, Sor Ana Catalina Emmerich nos da una pista de la delicadeza de Dios.
El solo pensamiento, que hoy meditábamos durante el Via Crucis, de que si cada uno de nosotros hubiera sido el único pecador sobre la tierra, igualmente Cristo hubiera padecido todo lo que padeció para salvar el alma de cada uno nos hace recaer una responsabilidad máxima sobre nuestros pecados. Ojalá nunca, ni un solo momento siquiera, nos abandonara este sentimiento de deuda imperecedera hacia Nuestro Redentor.
Dios Nuestro Señor todo lo dispone para bien. Incluso el mal acaba por rendir su fruto en la Obra de Dios. Aquí, en esta capacidad sin par de sacar bien de mal, es donde se demuestra la Divina Omnipotencia.
Volvamos a Ana Catalina Emmerich, cuyas visiones han recibido no pocas aprobaciones episcopales y aún papales. Tuvo una confirmación en sus visiones la monja alemana acerca de la venerable tradición que ponía el sepulcro de nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el mismo sitio del Calvario. Así la Sangre Redentora de Nuestro Salvador saldaba la deuda infinita –que sólo un Ser Infinito podía por tanto pagar- del Pecado Original. El manto de Sangre Redentora caía sobre el sepulcro del primer pecado.
Sobre nuestra primera madre, sobre la vieja Eva y sobre la decrepitud de su muerte, se alzaba la figura de Nuestra Señora de Dolores, la Santísima Virgen María, siempre joven y siempre atenta a la Voluntad de Dios y sorda a los deseos de la serpiente. Esa nueva Eva exenta de Pecado Original y Corredentora participaba de todos los tormentos de Su Hijo. ¡Quién me hubiera dado estar allí siquiera para consolar a nuestra Madre! En la visión de Sor Ana Catalina Emmerich la figura de María cobra más relieve. En ese momento de aparente derrota, de unión íntima de la Madre al Hijo en el sufrimiento del Calvario y la Cruz, no sólo el pecado es derrotado. La Muerte es derrotada y el viejo enemigo ya sabe que de modo ineludible la Mujer Virgen le va a aplastar la cabeza con su calcañal.
Hace unos años vi en Gran Bretaña un documental realizado por un arqueólogo protestante quien afirmaba que el Arca de la Alianza estaba también en el Gólgota, justo por debajo de donde crucificaron a Jesús. Si así fuera, de lo que no tengo otra comprobación, se cerraría el círculo: la primera revelación a nuestros primeros padres, la segunda revelación a Moisés cifrada en el Arca luego escondida por el Profeta Daniel y la tercera y definitiva Revelación de Cristo estarían alineadas y coronadas por la Cruz en ese lugar físico donde la historia de la humanidad alcanzó su clímax: la Santa Cruz de donde colgaba el Cuerpo de Dios Vivo hecho Verdadero Hombre por nuestra Redención.
Ma si non è vero è ben trovato.
¡Bendito seas por siempre, Señor, que hasta en el recuerdo amargo de tu Pasión acerbísima nos das esperanzas y lecciones inefables!

Rafael Castela Santos

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