quarta-feira, março 05, 2008

Sentido común

De todo lo que he leído sobre la controversia sobre la Oración del Viernes Santo sobre los judíos –que no ha sido poco- me parece a mí, y admito que es una opinión personal, que esto es lo más sensato que he leído. Y lo recomiendo fehacientemente.
Ahí dejo el enlace porque creo que debería ser motivo de reflexión para todos nosotros. Especialmente para los que militamos en la Tradición.
De todas maneras, y por encima de todo, el Obispo Williamson –sin duda el más sagaz de los cuatro Obispos de la Hermandad de San Pío X-, nos insiste en que amar a nuestros hermanos los judíos implica querer su salvación eterna. De ahí que tengamos que hacer la distinción entre falso antisemitismo y, por otro lado, el antisemitismo verdadero. Reflexiones estas, las de Don Ricardo Williamson –quien se nos está argentinizando, y para bien-, breves y certeras.
Con todo pienso yo que lo prudente sobrenaturalmente hablando es apoyar y estar con el Santo Padre en esto. Al diablo con la prudencia humana, que de esta no hablamos. Insisto, y es una opinión personal, que siguiendo a Santo Tomás de Aquino (ST: II II Q.33, a.4, ad 2m) uno sólo puede enfrentarse a la Autoridad del Santo Padre cuando la Fe está en juego. Aquí, pese a quien pese, no lo está.
Lo cual no quita ni una iota para seguir afirmando a machamartillo la Doctrina de siempre: que los judíos al rechazar a Cristo Nuestro Señor, Nuestro Salvador, de su misma raza y de su misma sangre nacido de María Virgen, al rechazar el depósito de las Profecías que se cumplieron en Jesucristo, al condenarle inicuamente el Sanedrín (véase el libro “La Asamblea que condenó a Jesucristo”, escrito por dos judíos conversos al Catolicismo y luego ordenados Sacerdotes y hoy día publicado por Rialp), al demandar en masa que la responsabilidad por la Crucifixión de Jesucristo cayera sobre los judíos de entonces y sobre sus descendientes (Mt 27, 25) y al persistir en su obstinado rechazo a través de los siglos de Quien toda Salvación procede se empecinan en su ceguera de no ver y no querer ver al Verdadero Dios, hecho también Verdadero Hombre para nuestra Salvación. Y, como se dice en castellano, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Con todo no es lícito imponer por fuerza o coerción la Fe a nadie. Dios quiere que vayamos hacia El a través de su Hijo Unico. Pero quiere que vayamos desde el corazón de cada uno, libremente, no desde el “cree o muere”. Al cristiano sólo le queda pues rezar por la conversión de los judíos e invitarles a que se conviertan. No puede hacer más. Ni menos.
De la conversión de los judíos al Catolicismo dependen muchas cosas. La salvación de la humanidad, por ejemplo, ya que “la salvación del mundo viene de los judíos” (Jn 4, 22).
Ahí es nada.

Rafael Castela Santos

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