De un tiempo a esta parte de han destapado varios casos de “pederastia” o “paidofilia”, según los media, en Estados Unidos. Son ya famosos los múltiples casos de la diócesis de Boston, aunque ha habido casos en otros lugares. Y ahora salta la diócesis de San Luis, en Missouri, que fue la diócesis con más población católica (casi un 90 %) en Norteamérica en los años previos al Vaticano II.
Primero hagamos una puntualización para llamar a las cosas por su nombre. Aunque parece estar probado que ha habido casos de Sacerdotes y/o religiosos que han abusado de niños, la gran mayoría de los casos son con adolescentes –postpuberales- del mismo sexo. Estrictamente hablando esto es sodomía, homosexualidad. La pederastia o paidofilia lo es, por definición, con prepúberes. ¿Por qué se oculta esta homosexualidad o sodomía y se la llama con distintos nombres? Como la prensa ya ha dicho, los casos de heterosexualidad son poquísimos. Hay ingenuos (o malintencionados) que afirman que la causa de la “pederastia”, en realidad sodomía, es el voto de castidad de los Sacerdotes, que según ellos están “reprimidos”. Dudo mucho que el Matrimonio fuese de utilidad alguna a los Sacerdotes culpables de “pederastia” (repito, en realidad sodomía) porque –para empezar- estos Sacerdotes parecen estar poco interesados en las mujeres, como sería de desear en hombres sanos.
Segundo denunciemos el encubrimiento que algunos Obispos estadounidenses han hecho de semejante escándalo. El Código Canónico, no sólo el antiguo de 1917, sino el descafeinado de 1983, prevee penas y sanciones durísimas para estos pecados de escándalo, aquellos mismos de los que Nuestro Señor dijo que les era mejor tirarse al mar con una piedra de molino atada a sus cuellos. Y esto con independencia de las sanciones civiles o penales en que incurrieren. Lo cierto es que algunos Obispos americanos han ocultado la sodomía activa de algunos de sus Sacerdotes. Aquí y allá se escuchan testimonios de ex-seminaristas norteamericanos expulsados de sus Seminarios diocesanos por “conservadores” (sic) y “heterosexuales” (sic!). Una prueba más del mal que corroe esta Iglesia postconciliar pues en tiempos previos al Vaticano II el tener simplemente inclinaciones homosexuales era un impedimento para el Sacerdocio. ¿Por qué la Jerarquía tolera que muchos seminarios diocesanos sean un pozo de aberración doctrinal y sexual? ¿Por qué no se emplean las penas y mecanismos previstos en el Código Canónico para castigar ejemplarmente a los reos de escándalo tan grave sobre inocentes?
La respuesta puede estar en San Pablo, quien nos dice que nuestra lucha no es contra hombres, sino contra Príncipes y Potestades que están en los aires. Es decir, no contra hombres, sino contra demonios, contra ángeles caídos. El Padre Malachi Martin, del que A Casa de Sarto va a tener que hablar más y más en un futuro, concedió unas entrevistas a Bernard Jansen publicadas por Triumph Communications que son de todo punto recomendables. Malachi Martin fue el exorcista oficial de la diócesis de Nueva York durante 10 años y escribió la famosa novela Windsept House, donde él mismo reconoció que “el 95 % de lo que cuenta es realidad”. Pues bien, de este mismo Malachi Martin –que algunos dicen que murió asesinado, si bien no hay una prueba definitiva al respecto- el New York Times y el Washington Post dijeron que era “el hombre que más sabía de lo que pasaba en el Vaticano”. Siendo ambos media poco sospechosos de filocatólicos y menos aún filotradicionales esta aseveración vale su peso en oro. Malachi Martin se hartó de señalar que lo que él llamaba la “mafia homosexual” de clérigos estaba supeditada y controlada por la “mafia satánica” y cómo eran los satanistas (entre los que incluyó al difunto y todopoderoso Cardenal Bernardin, de Chicago) quienes chantajeaban a la “mafia homosexual” para sus propios fines. Fue el Padre Martin quien hizo pública la denuncia de la celebración de una Misa Negra en el Vaticano al comienzo del Concilio Vaticano II, simultánea a otra Misa Negra en una de las Carolinas donde se ofreció el sacrificio de un niño a Satanás como parte del ritual.
Al final el desastre postconciliar, que tantas veces tratamos de explicar en sus vertientes históricas, filosóficas y teológicas desde A Casa de Sarto, no se explica sin una presencia real del Maligno, del Enemigo. De Satanás. Y que en los espacios sagrados los clérigos y aspirantes a ello hayan caído en la sodomía –uno de los cuatro pecados que clama venganza al Cielo- no es más que un síntoma más de la “abominación de la desolación instalada en lugar santo”, por emplear las palabras del Profeta Daniel, un síntoma patognomónico de que la mordaza de Satanás nos oprime ahora como nunca.
Al final el desastre postconciliar, que tantas veces tratamos de explicar en sus vertientes históricas, filosóficas y teológicas desde A Casa de Sarto, no se explica sin una presencia real del Maligno, del Enemigo. De Satanás. Y que en los espacios sagrados los clérigos y aspirantes a ello hayan caído en la sodomía –uno de los cuatro pecados que clama venganza al Cielo- no es más que un síntoma más de la “abominación de la desolación instalada en lugar santo”, por emplear las palabras del Profeta Daniel, un síntoma patognomónico de que la mordaza de Satanás nos oprime ahora como nunca.
Invoquemos humilde y piadosamente pues a Dios Santísimo y al Príncipe de la Celestial Milicia, San Miguel, para que defienda su Iglesia y el mundo entero de los asaltos del Maligno:
Sancte Michael Archangele, defende nos in praelio, contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae coelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude.
Rafael Castela Santos
Rafael Castela Santos
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