Aparte de los peligros médicos conocidos de la homosexualidad existe un submundo de violencia doméstica vinculado a la homosexualidad de los que pocos hablan, por no hablar de las violaciones organizadas que ellos mismos protagonizan. El estilo de vida homosexual, determinado en buena parte por su promiscuidad, propende a ello. Este estilo es radicalmente violento. Lamentablemente esta violencia doméstica homosexual no recibe la misma atención mediática que cuando ocurre en parejas heterosexuales. Cabe preguntarse por qué es así. En el caso concreto de España es fácil explicarlo: el lobby homosexual controla puestos claves de gabinetes de comunicación y de prensa de muchas empresas e instituciones, así como tiene una presencia muy fuerte en los mass me(r)dia amén de tener poderosos valedores en el Gobierno.
La homosexualidad tiene peligros para el individuo, pero también para las sociedades. A despecho de fariseos, tontos útiles y zelotes del pensamiento político-correcto, el criticar la homosexualidad no es un ataque personal contra las personas concretas que son homosexuales (antes bien todo lo contrario). Más aún: quienes están inmersos en la homosexualidad tienen muchas oportunidades –si quieren- para salir de ese estilo de vida. El abordaje sociológico de la homosexualidad es una necesidad hoy día puesto que la sociedad se está volviendo homosexual. Un fenómeno interesante es la localización de la homosexualidad en algunas ciudades: Londres en Inglaterra, Sitges y Barcelona en España son ya clásicas. En América, por ejemplo, es interesante seguir de cerca el ascenso que Buenos Aires como capital homosexual de América del Sur.
En esta caída progresiva hacia el abismo nihilista en que Occidente se precipita, las élites de hierro que lo gobiernan imponen, manu militari, el derecho de adoptar niños por parte de las parejas homosexuales. Conviene recordar que hay ya países que han prohibido expresamente este pretendido derecho: China y Nigeria entre otros.
Finalmente unas pinceladas sobre la últimamente tan traída y llevada “pederastia” en la Iglesia. Se deben aclarar una serie de extremos. En primer lugar decir que existe un nexo muy fuerte entre el Vaticano II y la falta de control en los Seminarios. Consecuencia de la admisión y no-expulsión de estos candidatos inadecuados –por mor de su homosexualidad- para el Sacerdocio ha sido la plaga de seminaristas homosexuales tras el Vaticano II. En segundo lugar que existen muchas, muchísimas, contradicciones entre los ataques a la Iglesia por parte de los grupos de presión homosexual y la actitud de la Iglesia hacia la persona homosexual concreta. Jamás la Iglesia ha rechazado a estas últimas, mientras que las profanaciones de templos católicos por los homosexuales son cada vez menos noticia. En tercer lugar que hay que llamar a las cosas por su nombre, pese a quien pese. No hay un problema de pederastia dentro de la Iglesia; lo que hay es un problema de homosexualidad. Aunque sea homosexualidad con menores de edad legal, a menudo total o parcialmente consentida. El problema es y se llama homosexualidad. No pederastia (de la que hay menos en la Iglesia que en la sociedad en general, por cierto), sino homosexualidad. Pederastia sería con niños, especialmente con niños prepúberes. Homosexualidad con efebos es con adolescentes. Así que menos rasgarse las vestiduras de modo farisaico y llamemos a las cosas por su nombre: homosexualidad. Homosexualidad con adolescentes. Homosexualidad con jóvenes por debajo de la edad de consentimiento. Pero homosexualidad a fin de cuentas.
Un disclaimer en lo que a mí se refiere: al escribir lo anterior no sólo no justifico esta pésima situación de algunos eclesiásticos y el gravísimo pecado de escándalo que cometen. Hubo tiempos mejores en que estos clérigos hubieran sido mandados directamente a la hoguera tras haberse probado su homosexualidad con adolescentes. Personalmente añoro esos tiempos y esas salutíferas y sanísimas costumbres antaño practicadas en relación a eclesiásticos homosexuales que daban rienda suelta a su vergonzosa pasión con adolescentes. Nadie podrá acusarme pues de la más mínima tolerancia hacia este gravísimo delito (y pecado). El fuego purifica y bien que lamento que haya sido retirado de escena para lidiar con estos Sacerdotes del escándalo.
Desde el punto de vista católico hay que volver a recordar, oportuniter et importuniter, que la sodomía es –ciertamente- uno de los pecados que clama venganza al Cielo.
Así es y así seguirá siendo. Los principios son inmutables. Duela a quien duela.
Rafael Castela Santos
domingo, outubro 18, 2009
A vueltas con la homosexualidad
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Rafael Castela Santos
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domingo, outubro 18, 2009
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