El Brigante nos ilustra y mea bien el territorio explicando el que, sensu stricto, es uno de los términos más vacuos que existen: Europa. Porque Europa es mentira. Europa es, como mucho, un término geográfico. La Cristiandad –término lamentablemente en desuso- es lo que hoy, y vaciado, llamamos Europa. Afirma El Brigante que Cristopher Dawson y Hilaire Belloc cayeron en este error, el de identificar Europa con la Fe. Y tiene su punto. Una vez más la precisión se encuentra de la mano de carlistas como Elías de Tejada y Rafael Gambra. Europa (como unidad más allá de lo meramente geográfico) no puede existir porque está rota y herida de muerte. Fracturada por la deriva antropocéntrica del Renacimiento. Fracturada por la puñalada moral y ética de Maquiavelo. Fracturada por la ruptura religiosa –y de Gracia- del protestantismo. Fracturada por el desgarrón político de Bodino. Fracturada jurídicamente por la sanción de un orden jurídico inicuo efectuada por Hobbes. Amén de la ruptura social consagrada en Westfalia tras la derrota de esa verdadera ekumene católica y universal, gestada en la Edad Media, de la cual ya sólo eran adalides los hispanos de ambos lados de la raya ibérica (y aquellos allende el océano que españoles y portugueses habían engendrado en Cristo). Sobre esa base surgirían las aberraciones de las revoluciones francesa, estadounidense y soviética; con todo su cúmulo de desgracias asociadas. E hiperfracturada hoy día, yo diría hecha migas, por el nihilismo que nos invade en todo. Europa es eso: unos añicos mal avenidos y arrejuntados en algún oscuro tugurio que sólo son los restos adulterados de la Cristiandad ... si no algo peor. La Unión Europea, a fuer de ser benévolo, se asienta en esas premisas nefastas generadas entre 1517 y 1648. Europa es la coexistencia de diversas creencias. La Cristiandad es la unidad en la creencia. Europa es antropocéntrica. La Cristiandad es teocéntrica. Europa es un galimatías insostenible. La Cristiandad es armónica. En esas dos ciudades que predicaba San Agustín, la de Dios y la del hombre, que cada cual escoja. Dicen que Pío XII tras haber recibido a Adenauer, Schuman y De Gasperi exclamó: “Europa tendrá su día … pero será sólo eso, un día”. ¿Qué nos va a nosotros en esta moderna Europa? Nada. Nada de nada.
En una conversación el pasado 18 de Julio con un buen amigo catalán de pura cepa, y buen patriota español, hablamos de lo que fue vivir bajo la égida roja en Barcelona hasta que las tropas nacionales liberaron la ciudad condal. Sirvan estos enlaces que aquí ponemos para ilustrar el martirio de los templos católicos. Nada menos que 464 retablos fueron destruidos. Las cifras hablan por sí solas. La mal llamada Guerra Civil fue eso, una guerra religiosa: una Cruzada en defensa de la Fe. A 75 años vista no cabe verla de otra manera. Bajo aquella España roja se anuló el Santo Sacrificio de la Misa. Era un experimento satánico que prefiguraba los tiempos del Anticristo. El pueblo español, o parte de él, saltó contra la inicua legalidad republicana porque la Santa Religión Católica y la Esposa de Cristo estaban siendo perseguidas. Y los pecados de España quedaron saldados por la sangre de sus mártires porque, como nos recuerda San Pablo en su Epístola a los Hebreos, no hay remisión de los pecados sin efusión de sangre. También en esto España prefigura al mundo que se nos viene encima. Quien no quiera ver esto, yerra.
En La honda de David volvemos a encontrar raros insights, auténticas introspecciones sobre lo que se cuece que son difíciles de encontrar en otras partes. En primer lugar su muy acertada interpretación de todo lo que hay en el aire sobre las conversaciones entre la Hermandad de San Pío X y el Vaticano. La honda de David insiste en que hay que re-evaluar el concepto de estado de necesidad, que en estos momentos no se da, al tiempo que reconoce que la Hermandad de San Pío X no es cualquier cosa dentro de la Tradición porque es, precisamente, su buque insignia. Yo añado: cuidado, porque pudiera venir otro Papa que no pudiera ser tan proclive a la Tradición como el actual. En segundo lugar, aunque no quise responder al Padre Iraburu en su tan furibundo como poco fundamentado ataque contra la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, brindo a nuestros lectores aquí la respuesta debida al Padre Iraburu por parte de La honda de David, mucho mejor que la que yo hubiera podido enjaretar: los conceptos del Padre Iraburu sobre los “lefebvrianos” y “filo-lefebvrianos”.
Y ya que hablamos de “lefebvrianos” hay que apuntar a lo que Panorama Católico Internacional señala: que el “lefebvrianismo” es un término es insustancial. No designa nada. Es un término ridículo, sin duda alguno de buen rendimiento propagandístico, pero nada más. Si hay algo que podamos decir de Lefebvre en cuanto a Teología es que era aburrido. Se limitó a repetir lo de siempre. Sin más. Por eso se puede llamar a los “lefebvrianos” muchas cosas: Peccinianos, capellarianos, rattinianos … todos adjetivos procedentes de nombres de Papas anteriores que defendieron lo que luego el soso, poco creativo, falto de improvisación, carente de mundanidad y reiterativo de Lefebvre, se limitó a repetir en espíritu de lealtad a la Tradición. Incluso se puede llamar a alguna fracción de los “lefebvrianos” gilipollas (que algunos, haberlos, haylos). Pero … ¿lefebvrianos? ¡Ni al reverendo pedo!, que dirían mis amigos argentinos. Recanchera la refutación del flaco de Alberto G. del Castillo.
Y seguimos leyendo en medio del estío. De los libros en que ando enfrascado, si acaso, ya les hablaré otro día. En medio de la calma chicha de estas lecturas interneteras se me ocurrió compartir estas líneas con Vds. Eso sí, cada día, con humildad, solicitando de los Cielos el concurso benéfico y de todo punto imprescindible del Ángel Exterminador.
“Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos”, decimos durante la Exposición del Santísimo. Pues sea también bendito Dios en su Ángel Exterminador, verdugo en ciernes de tanto nuevo faraón y tanto nuevo egipcio. Y de tanto neoeuropeo anti-Cristiandad también.
A los anti-“lefebvrianos” sólo desearles, de buena fe y mejor corazón, que algún ángel travieso y algo juguetón les administre un supositorio de guindillas. Curan las hemorroides casi ipso facto. Especialmente si son guindillas eclesiásticas, la mejor variedad de todas. Tratamiento de elección para almorranas presbitéricas, altoclericales y demás germanía anti-“lefebvriana”, sin duda.
Rafael Castela Santos
quinta-feira, julho 28, 2011
Lecturas para un estío de calma chicha
Publicada por
Rafael Castela Santos
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quinta-feira, julho 28, 2011
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