Dice el Cardenal Cañizares que es recomendable que la comunión se reciba de rodillas y en la boca. Monseñor Antonio Cañizares nos anima y exhorta a hacerlo de esta manera.
Personalmente me congratulo enormemente de las palabras de Su Eminencia. Ahora bien, ¿era imprescindible esta falta de respeto que hemos tenido durante décadas a la Santísima Eucaristía, a ese pan transubstanciado en Dios mismo? Ha sido terrible la falta de respeto a Dios en estos años tras el Vaticano II. Sólo el Señor sabe qué abusos –algunos terribles- se han dado, la falta de consideración hacia el Misterio Eucarístico.
¿Cómo, sino de rodillas y sólo de unas manos consagradas, podríamos recibir a Dios mismo? ¿Reparamos en la infinita distancia que nos separa del Ser Supremo, Infinito, Misericordioso, Creador de todo y de todos de uno de nosotros mismos, a la postre todos finitos, siempre deficientes en el amor y heridos por el pecado? ¿Reparamos, también, en que la Eucaristía nos hace partícipes del Sacrificio –incruentamente renovado en cada Misa- de la Cruz, Cruz que tiene el mérito enorme de podernos salvar? ¿Reparamos que volvemos a estar ahí, a participar en esa Última Cena? ¿Reparamos en las infinitas gracias que recibimos de Dios Nuestro Señor gracias al Sacrificio infinito de Cristo? ¿Acaso no es debida esta adoración y este respeto, de rodillas y en la boca, para recibir a Dios mismo?
La Iglesia siempre ha tenido la máxima consideración hacia la Eucaristía. La máxima: es el centro sacramental del cual todo emana. Todos los Sacramentos convergen hacia ella. El Bautismo para preparar más almas para la Eucaristía. La Confirmación para hacernos más capaces de recibir y hacer crecer los dones de la Eucaristía. La Penitencia para permitir que el pecado mortal no nos inhabilite para la Eucaristía. La Unción de Enfermos, que es la última Eucaristía, el viático que nos permite realizar el tránsito al Más Allá en las mejores condiciones posibles. Y el Matrimonio que, a la postre, trae más almas a este mundo capaces de recibir la Sagrada Eucaristía. San Bernardo comparaba a la Eucaristía con el sol y a los demás Sacramentos como los rayos que del sol emanaban.
Ojalá nos fuera dado tener una gran devoción eucarística y el acrecentarla siempre y de modo continuo. El poder máximo del Anticristo será precisamente ese: anular el Santo Sacrificio de la Misa durante años.
Una vez más no hacían falta estas alforjas para este viaje. La Tradición de la Iglesia, siempre respetuosa de la Eucaristía, nos marca el quicio del que nunca debimos salirnos. Y ahora que el Enemigo ya acampa entre nosotros aprovechemos este poco, poquísimo, tiempo que nos queda para pertrecharnos eucarísticamente.
En todo caso, muchísimas gracias, Eminencia. Volver a la Tradición, aunque sea a sorbos, es el único camino de salvación.
Y de regeneración.
Rafael Castela Santos
sexta-feira, julho 29, 2011
La comunión de rodillas y en la boca
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Rafael Castela Santos
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sexta-feira, julho 29, 2011
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