É sempre um prazer mergulhar no arquivo deste espaço e reencontrar a pena firme e ortodoxa, sem lugar para relativismos ou confusionismos morais, de D. António Caponnetto, um dos últimos grandes paladinos da cavalheiresca tradição católica hispano-americana. Do seu livro “El Deber Cristiano de la Lucha” (destaques meus):
Esta Iglesia Primitiva no ignoraba el quinto mandamiento, ni los consejos del Señor sobre el amor a los enemigos, ni las recomendaciones personales para entregar también la chaqueta al que nos despoja del abrigo. Pero sabía que la muerte es pecado si se ejecuta contra un inocente y no contra un perverso en custodia del bien. Que una cosa son los enemigos privados, ante los cuales cabe ofrecer nuestro anonadamiento y nuestra humillación, y otra los enemigos públicos de Dios y del Orden por Él creado, a quienes estamos obligados a enfrentar hasta las últimas consecuencias, no por odio a ellos, sino por amor a la Verdad. Que es distinto preferir el padecimiento de una injusticia antes que cometerla - tal el sentido de la metáfora del despojo del abrigo - que consentir un robo o no impedirlo, pudiendo, pues, sería faltar al séptimo mandamiento. Y que Cristo mismo, al fin, que eligió ser víctima antes que hacer víctimas, no colocó su otra mejilla frente al sirviente de Caifás, ni descartó la posibilidad de movilizar una legión de arcángeles armados si aquella no hubiese sido la hora de la iniquidad.
Esta Iglesia Primitiva no ignoraba el quinto mandamiento, ni los consejos del Señor sobre el amor a los enemigos, ni las recomendaciones personales para entregar también la chaqueta al que nos despoja del abrigo. Pero sabía que la muerte es pecado si se ejecuta contra un inocente y no contra un perverso en custodia del bien. Que una cosa son los enemigos privados, ante los cuales cabe ofrecer nuestro anonadamiento y nuestra humillación, y otra los enemigos públicos de Dios y del Orden por Él creado, a quienes estamos obligados a enfrentar hasta las últimas consecuencias, no por odio a ellos, sino por amor a la Verdad. Que es distinto preferir el padecimiento de una injusticia antes que cometerla - tal el sentido de la metáfora del despojo del abrigo - que consentir un robo o no impedirlo, pudiendo, pues, sería faltar al séptimo mandamiento. Y que Cristo mismo, al fin, que eligió ser víctima antes que hacer víctimas, no colocó su otra mejilla frente al sirviente de Caifás, ni descartó la posibilidad de movilizar una legión de arcángeles armados si aquella no hubiese sido la hora de la iniquidad.
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