La última Encíclica del Santo Padre sobre la Esperanza da algunos motivos de esperanza.
En primer lugar en toda la Encíclica no hay ni una sola referencia al Vaticano II. Compárese esto, por ejemplo, con las tautologías de la época de Juan Pablo II, donde toda referencia era –única y exclusivamente- del Vaticano II. Está claro que Benedicto XVI tiene una idea clara de que la Iglesia tiene 2000 años o, incluso, 6000. Porque todas las Profecías del Antiguo Testamento tienen su cumplimiento en Cristo. Y es que la Iglesia que Nuestro Señor fundó no empieza en el Vaticano II. Y todo esto dejando de lado la pobreza doctrinal y la anfibología calculada del Vaticano II. Y todo esto dejando de lado que el Concilio Vaticano II es pastoral, no dogmático, como así quiso que fuera Pablo VI. El caso es que para esta Encíclica Benedicto XVI no ha contado con el Vaticano II. ¡Qué Dios le bendiga!
En segundo lugar analiza el Santo Padre en dicha Encíclica la íntima conexión que existe entre el Bautismo y la Esperanza. No es novedoso este tema, pues ya fue tocado por más teólogos en el pasado. Lo que sí es relevante es que Benedicto XVI no sigue la liturgia moderno/modernista al uso, sino que sigue, al desmenuzar concienzudamente la Liturgia del Sacramento del Bautismo, la Liturgia de siempre, la Tridentina. Todo un mensaje de fondo para tanto tóxico en posiciones del Alto Clero cuyo desprecio por la Tradición es hiriente.
Lo mejor de todo es que esta pseudoiglesia modernista se muere. Por falta de vocaciones, por inanición, por falta de sustancia, por ramplonería, por horterada, por feísmo, por protestantización, por falta de principios, por incoherencia ... Esta pseudoiglesia modernista, la misma que desprecia la Liturgia sempiterna, la misma cuyo único leit motiv es el ataque a la Tradición, tiene los años contados. Así reviente. Cuanto antes, tanto mejor.
Benedicto XVI, en su empeño de restaurar la Iglesia, no va a sacar petróleo de liturgias adulteradas. Va a las fuentes de agua viva: a la Tradición misma. Sólo en la Tradición hay Vida.
De los Obispos, particularmente de los Obispos portugueses y españoles, no se debería esperar nada. Empero, del Obispo de Roma, del Santo Padre, cabe seguir teniendo esperanza.
A buen entendedor, pocas palabras sobran. No hay que leer entre líneas.
Rafael Castela Santos
domingo, dezembro 02, 2007
No hay que leer entre líneas
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Rafael Castela Santos
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domingo, dezembro 02, 2007
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