terça-feira, dezembro 12, 2006

Pinochet

La muerte del nonagenario General chileno parece haber hecho correr no poca tinta. Los hechos, empero, ahí están. Defendió y salvó a Chile frente a la hidra marxista, que amenazaba gravísimamente la Patria hermana. Chile es, con diferencia, el país más próspero de toda Hispanoamérica, aquel donde muchas cosas, desde la política universitaria y la científica como las pensiones, tienen un tinte de seriedad imposible de encontrar en otras latitudes iberoamericanas. Y el fundamento de todo ello es la obra desarrollada durante la dictadura de Pinochet. Guste o no guste es así. La historia le juzgará por todo ello. También le juzgará por la traición a la Argentina, ofreciendo a Chile como plataforma para que los ingleses atacasen por la retaguardia durante la Guerra de Malvinas. Que un católico e hispano sirviera de manera cipaya y lacaya, cualesquiera que fueran sus problemas con Argentina, los intereses del establishment anglosajón no precisa mayor comentario.
Sin embargo en Chile se ciernen ya nubarrones negros. Chile es ahora una nación, otra más, que abdica de su esencia católica. Es por esto que no puede uno dejar de invitar muy encarecidamente a nuestros lectores a leer no un mero comentario superficial sino un análisis de la obra de Pinochet desde una perspectiva netamente católica. Un balance mesurado, como ellos mismos titulan, que no oculta los claroscuros pinochetistas. Claroscuros que explican no pocas de las actuales vicisitudes chilenas.
Al leerlo un español se pregunta si a Franco, al final, lo que más le falló no fue precisamente la Iglesia. Y a Salazar tres cuartos de lo mismo, porque la Iglesia estaba ya herida de muerte.
La Hispanidad es incompatible con el modernismo. O, por parafrasear al Padre Leonardo Castellani, la Hispanidad no es compatible con la Quinta Iglesia.

Rafael Castela Santos

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