quarta-feira, novembro 01, 2006

De la Misa de la Festividad de Todos los Santos

En este día donde en las naciones católicas todavía rezamos por nuestros muertos, por nuestros mayores, debemos alegrarnos de la Misericordia divina, que ha puesto a los justos y a los Santos en medio de la felicidad completa eterna del Cielo y la visión beatífica de Dios, destino de todo hombre bueno.
En virtud de la comunicación entre la Iglesia Triunfante, la Iglesia Purgante y la Iglesia Militante, mucho es lo que podemos hacer rezando por nuestros muertos y haciendo sacrificios por ello. Ninguno como el Sacrificio de la Santa Misa. A ellos, a nuestros muertos en el Más Allá de la bendición eterna del Padre, debemos implorarle, como en la Misa de hoy, de esta manera:

“Omnipotens sempiterne Deus, qui nos omnium Sanctorum tuorum merita sub una tribuisti celebritate venerari: quaesumus; ut, desideratam nobis tuae propitiatonis abundamtiam, multiplicatis intercessoribus largiaris. Per Dominum Nostrum Jesum Christum filium tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus. Per omnia secula seculorum, Amen.”

Y en el Evangelio de hoy se vuelve sobre las Bienaventuranzas, ese programa tan contrario al mundo, al demonio y a la carne. Para quien quiera profundizar un poco más en esto les dejo con Santo Tomás de Aquino, en sus comentarios al Sermón de la Montaña. Porque el Aquinatense deja un no sé qué cuando se le lee y estudia, un sabor de plenitud en el alma y en el espíritu que no es comparable a nada ni tiene parangón.
Entretanto recordemos que hay muchos Santos que siguen rezando e intercediendo por nosotros. Muchos más de los reconocidos por la Santa Madre Iglesia en su Santoral.
Entretanto, también, recemos por y con nuestros muertos. Ellos están vivos. Y ellos son parte de nuestras familias y nuestras Patrias. Aquí y ahora y siempre. Hic et nunc et semper.

Rafael Castela Santos

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