Por un lado el tema
del “pluralismo” litúrgico introducido por el Novus Ordo y lo que estamos
empezando a ver en Gran Bretaña aquí y allá, y en España según me cuentan
también son a Sacerdotes celebrando el Novus Ordo con aditamentos de la Misa de
siempre. Eso sí, sin tocar Canon, Ofertorio o Consagración; sin hacer una
traducción correcta al vernacular del pro
multis; sin corregir nada de lo nuclear. Mirar hacia el Sagrario, algún
latinajo y poco más. Esto, señores Sacerdotes que tal cosa hacéis, no es
Tradición. Es un pastiche. Está bien mirar al Sagrario en vez de al pueblo, y
recuperar el Altar y dejar las mesas, mesitas, mesillas y mesetas. Está bien decir
Misa con ropas litúrgicas como Dios manda y no ser un hortera u oficiar como Alter Christus hecho un mamarracho. Pero
esto no es pegar en la diana. Lo siento.
¿Hay testosterona como para, por lo menos, hacer la
Consagración en el Latín original del Misal
del Pablo VI? Si la respuesta es positiva, entonces ya estamos en la buena
ruta. Si la respuesta es negativa … lo siento.
El problema, uno más, del Novus Ordo es que su eclesiología
es radicalmente errónea. Digo radicalmente en cuanto de raíz. Los secuaces del
Vaticano II –o muchos secuaces, por bien decir, ya que todos no tenían esta
mala leche- quisieron encarnar sus experimentos eclesio(i)lógicos en una
neomisa y así, poco a poco, al modo del trágala,
inficionar al pueblo llano, que en general ya por aquel entonces tenía mucha
más Fe que los susodichos eclesiásticos. Lo siento.
Ahí están los frutos de quienes gestaron tal engendro. Y por
ellos les conoceréis. Lo siento.
Pero no sólo habría que protestar a los Sacerdotes que dicen
el Novus Ordo. También, por el razonamiento anterior, hay que quejarse a
algunos Sacerdotes tradicionales que, a sabiendas, relajan algunas rúbricas. Traer
a la Misa Tridentina elementos del Novus Ordo no es más que desvirtuarla y
hacerla participar de esta eclesiología espuria que se generó en el Vaticano II,
por poco que sea. Lo único que nos faltaba es contaminar la Misa tradicional de
algo desvirtuado, como es el Novus Ordo, y hacerla participar –por poco que
sea- de una eclesiología corrupta. Lo siento.
Otro asunto es el loable intento inicial que tuvo el Papa,
poco acometido lamentablemente, de desprotestantizar el Novus Ordo.
Personalmente lo apoyo por el mero hecho de que la mayor parte del pueblo
católico ya no conoce otra cosa que el Novus Ordo. De igual modo que fue
criminal quitarles a las gentes que vivían en 1965 sus liturgias y sus
devociones, sería igualmente criminal quitarles abruptamente a los católicos de
hoy día que, insisto, no han conocido otra cosa, su Novus Ordo. Una crisis que
lleva ya operando 50 años (de manera abierta, pues llevaba 500 años
incubándose) no se va a resolver de un plumazo en un solo año. Yo también desearía
que la Misa sempiterna volviera a ser la única expresión litúrgica pero, salvo
milagro, humanamente no acontecerá en el corto o medio plazo. Lo siento.
Como
señala John Lamont, tuvieron que inventar una neoliturgia porque la
Liturgia sempiterna tenía los conceptos eclesiológicos muy claros, clarísimos,
y radicados sin solución de continuidad no digo ya en la Última Cena y el
Sacrificio del Calvario, sino totalmente prefigurados en el judaísmo de
siempre, como demostrara sin apelación posible el Padre
James L. Meagher en su libro How Christ Said the First Mass, publicado por TAN,
y siendo también la Misa de siempre un cumplimiento pleno de las profecías
veterotestamentarias. La Revelación tiene tres fases (Adán, Moisés y Cristo, y
plena y finiquitada con el Mesías). Esa solidez, esa coherencia, esa carencia
de solución de continuidad, esa eclesiología, etc., implícitas o explícitas, en
la Misa de siempre es lo que me dice que, a largo plazo, el Novus Ordo no
existirá. ¿Y quién sabe si aún antes de lo que uno, humanamente, pudiera
imaginar? Para Dios no hay nada imposible. Esto, no lo siento. Es más, me
agrada mucho y me consuela no poco.
¡Ni las puertas del Infierno prevalecerán sobre la Iglesia!
Una vez más, ¡enhorabuena, Rorate Coeli!
Y, para variar, otra vez más la enhorabuena a La Honda de David. Tanto por
su cabal
discurso sobre las implicaciones del Código y del posible acuerdo, como por
su profunda
y esjatológica laudación a los Sacerdotes de la FSSPX. A la cual me uno de
todo corazón porque, sin ellos, este pobre pecador a quien leen en este momento
estaría irremisiblemente abocado al Infierno.
Recen por él, por favor.
Rafael Castela Santos
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