La Coronación de María significa simplemente que ella es la Madre de Dios, y por tanto tiene una dignidad que está por encima de todos los Santos y todos los Ángeles: es Reina de todos los Ángeles y Abogada de todos los hombres.
Ningún poeta se le ha atrevido a este misterio. Conocemos varios poemas a la Asunción de María Santísima, ninguno a su Coronación; pero es lo mismo, la Asunción y la Coronación son la continuación de un mismo acto. Cuando subió a los cielos en cuerpo y alma subió derecho al Trono de Dios y fue colocada al lado de su hijo Jesucristo. ¿y dónde queda eso?
(…)
Desde que san Pablo dijo que el cielo era superior a todo lo que puede imaginar el hombre, los poetas han dejado que cada cual se lo imagine como pueda. Dante Alighieri escribió su “Paraíso” pero todos dicen que no le salió tan bien como el “Infierno”. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre puede soñar, lo que Dios tiene preparado a los que lo aman”.
Todas las cosas que tienen relación directa con Dios son en alguna manera infinitas, dice santo Tomás de Aquino; como el Infierno, el Pecado, y la Humanidad de Cristo. Y así es María, Madre de Dios; y el cielo, que es la asimilación viviente con el mismo Dios.
Imaginemos por tanto, a falta de cosa mejor, la Jerusalén Celestial que describe san Juan al final de su Apokalypsis; es una ciudad portentosa descendida del cielo; en realidad de verdad es un símbolo un poco extraño del mundo de los Resucitados. Es una ciudad altísima hecha de cristal, de oro y de piedras preciosas. Hay en ella fuentes de aguas vivas, está el árbol de la Vida, muchos árboles que dan un fruto diferente cada mes; y supongo que no faltarán parrales; y una multitud innumerable de moradores gozosos. No hay en ella dolores ni luto ni pena ni zozobra ni aflicción de espíritu; porque “Todas esas cosas ya pasaron - dice Dios - y la muerte ya no es: enjugaré de sus ojos toda lágrima”. Su sol es Dios mismo y su luna es María Santísima, y sus estrellas son los ángeles. En medio della está el Trono de Dios sostenido por cuatro querubines, y alrededor veinticuatro tronos con los Doce Apóstoles y los Doce Patriarcas de Israel; al pie del, sentada , una mujer majestuosa, sobre cuya cabeza depositan una corona de oro el Padre y el Hijo mientras sobre su frente se cierne una paloma luminosa; así pintó Velásquez la Coronación de María (…).
La hermosísima María de Nazaret, Virgen sin pecado, es el comienzo de la restauración del Edén. Solamente verla a ella será un gozo.
Padre Leonardo Castellani, “El Rosal de Nuestra Señora”, Buenos Aires, Ediciones Nuevas Estructuras, 1964 - páginas 135 a 137.
Ningún poeta se le ha atrevido a este misterio. Conocemos varios poemas a la Asunción de María Santísima, ninguno a su Coronación; pero es lo mismo, la Asunción y la Coronación son la continuación de un mismo acto. Cuando subió a los cielos en cuerpo y alma subió derecho al Trono de Dios y fue colocada al lado de su hijo Jesucristo. ¿y dónde queda eso?
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Desde que san Pablo dijo que el cielo era superior a todo lo que puede imaginar el hombre, los poetas han dejado que cada cual se lo imagine como pueda. Dante Alighieri escribió su “Paraíso” pero todos dicen que no le salió tan bien como el “Infierno”. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre puede soñar, lo que Dios tiene preparado a los que lo aman”.
Todas las cosas que tienen relación directa con Dios son en alguna manera infinitas, dice santo Tomás de Aquino; como el Infierno, el Pecado, y la Humanidad de Cristo. Y así es María, Madre de Dios; y el cielo, que es la asimilación viviente con el mismo Dios.
Imaginemos por tanto, a falta de cosa mejor, la Jerusalén Celestial que describe san Juan al final de su Apokalypsis; es una ciudad portentosa descendida del cielo; en realidad de verdad es un símbolo un poco extraño del mundo de los Resucitados. Es una ciudad altísima hecha de cristal, de oro y de piedras preciosas. Hay en ella fuentes de aguas vivas, está el árbol de la Vida, muchos árboles que dan un fruto diferente cada mes; y supongo que no faltarán parrales; y una multitud innumerable de moradores gozosos. No hay en ella dolores ni luto ni pena ni zozobra ni aflicción de espíritu; porque “Todas esas cosas ya pasaron - dice Dios - y la muerte ya no es: enjugaré de sus ojos toda lágrima”. Su sol es Dios mismo y su luna es María Santísima, y sus estrellas son los ángeles. En medio della está el Trono de Dios sostenido por cuatro querubines, y alrededor veinticuatro tronos con los Doce Apóstoles y los Doce Patriarcas de Israel; al pie del, sentada , una mujer majestuosa, sobre cuya cabeza depositan una corona de oro el Padre y el Hijo mientras sobre su frente se cierne una paloma luminosa; así pintó Velásquez la Coronación de María (…).
La hermosísima María de Nazaret, Virgen sin pecado, es el comienzo de la restauración del Edén. Solamente verla a ella será un gozo.
Padre Leonardo Castellani, “El Rosal de Nuestra Señora”, Buenos Aires, Ediciones Nuevas Estructuras, 1964 - páginas 135 a 137.
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