sábado, setembro 26, 2009

¿Evolución o degeneración del Imperio español?

El historiador Pío Moa nos traza un repaso diacrónico interesantísimo del Imperio español fundado por los Reyes Católicos, con amplias libertades, protección de los débiles, jornadas de trabajo cortas, salarios relativamente altos, etc., a aquel otro ejecutado por los Borbones donde se prima a los poderosos, se expulsa a los indígenas de sus tierras, se crean masas de población flotante que son obligadas a trabajar por jornales precarios largas horas ...
En definitiva, como bien dice Pío Moa, es el paso de la Monarquía Hispánica a un Imperio colonial y comercial. Nada que ver con esa forma romana cristianizada en la que los Austrias, sobre todo los primeros Austrias, son adalides. Nada que ver con esa ekumene católica por la que aquellos viejos españoles perpetuaban la Edad Media cuando toda Europa perdía la cabeza en la herejía, los absolutismos, los incipientes nacionalismos, etc. Nada que ver con una auténtica y genuina cosmovisión católica.
La pregunta es obvia: ¿no será que el punto de inflexión de lo uno a lo otro es, precisamente, la traición a la idea fundacional católica? ¿No será que el abandono del ethos católico, en particular del ethos público católico, es la causa de todo ello? ¿ No será que la falta de perseverancia española en adherirse al espíritu católico provocó tal desaguisado? ¿No será que el dejar de poner a Dios Nuestro Señor en la cima de todo aquello, y temerle (primer paso del Amor a Dios, por cierto), y poner los bastardos intereses antropocéntricos causó tal abyección?
Las respuestas a estas preguntas, que en el fondo es una sola (¿Ciudad de Dios o Ciudad del Hombre?), son -no lo duden- todas positivas. Y esto es así porque, en el fondo, ni existe ni existirá esa tal "Ciudad del Hombre". Dicha Ciudad, la del Hombre (con mayúscula por la deificación del mismo), acaba por ser siempre Ciudad del Diablo, Ciudad de Satanás. No hay término medio: o con Cristo o contra Él.
Y el Imperio español se olvidó de Cristo.
Como colofón, en el artículo de Pío Moa, no se pierdan las pinceladas sobre andanzas de las Compañías francesas e inglesas en el tráfico de esclavos. Pero ellos, en su devenir histórico y sus actuaciones, gabachos y quintoimperialistas, no; ellos son perfectos. Ellos son, ¿cómo podría decirse?, los más destacados representantes de esa sulfurosa ciudad de la que antes hablábamos.
Cuando pienso en la llamada de aquellas naciones, la vocación de Dios, expresada en Alfred The Great o el monasticismo inglés en las islas británicas, o bien Clodoveo, el Císter, el Cluny o Santa Juana de Arco por citar sólo algunos en tierras francesas, y veo lo que estas naciones han venido a ser en la historia de la Cristiandad, dan ganas de llorar e invocar al Santo Angel Exterminador.

Rafael Castela Santos

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