segunda-feira, abril 07, 2008

Feministoilógica con testostero(i)rreverencia

¡Estamos buenos! Para animalillos simples y absolutamente predecibles que somos los hombres las mujeres son, a veces, difíciles de entender (las suegras no; a ésas se las entiende siempre … ¡vaya que si se las entiende!). Las puñeteras y jodidas hembristas (alias feministas) … esas sí que son imposibles de entender: son ilógicas. De todo punto.
En fin. No tienen de qué preocuparse las feministas. Ellas han ganado la batalla y a los hombres nos queda la capitulación deshonrosa: ya se consiguió el tránsito del varón domado al varón castrado. Pareciera que, como Eric Zémmour nos apunta, todos los hombres debemos pedir perdón por el mero hecho de serlo. Porque en esto hemos devenido: en ser capados y emasculados por un feminismo que es el postmarxismo más exitoso de todos.
Pero eso son las malditas feminazis, que casi aseveraría que son asimismo anglocabronas (porque orwellianas fijo que lo son), puede que incluso rusas. Bueno, rusas no … que las rusas abdicaron del feminismo y de las pretensiones igualitarias el primer día que tuvieron que bajar a la mina por obligación. Al subir del primer turno ya no querían ser iguales.
O quizás filonazis … pero siempre pro-islámicas. Esto último, la asociación entre feministas e islamistas, que me lo expliquen, por favor. De todas maneras, ¿por qué seguimos llamando feminismo a lo que en realidad es hembrismo de la peor especie?
No obstante, al César lo que es del César, algunas ya han iniciado su particular camino de Damasco. ¡A buenas horas, mangas verdes!
Y entre ácratas y libertarios todavía hay voces sensatas. Será por aquello de conservar un mínimo de sensatez al no estar incluidos, todavía, en el establishment. Como aquellas que critican lo opresivos que son el feminismo y el psicoanálisis. Claro que esto lo dice un hombre, pero también hay mujeres sensatas del mismo pelaje político. Y si no lean aquí a Wendy McElroy, una de mis feministas favoritas.
Monseñor Fulton Sheen se quejaba del estado de las mujeres, y eso era en 1947. ¿Qué diría ahora? Hoy día la sana doctrina ya no la resisten ni cuatro (si son mujeres, ni dos siquiera), lo diga quien lo diga, Gustavo Corçao o San Pablo.
Las consecuencias son las que son, sin paliativos. Duro, ¿verdad? Que nadie se engañe: las autodenominadas feministas y a veces simplemente autoproclamadas defensoras de las mujeres, en rigor hembristas, tienen su agenda. Y de esto, loado sea Dios, les acusa una mujer, que si fuera hombre ya estaría linchado tiempo ha.
Empero para las mujeres de verdad, repito: mujeres de verdad, la tarea es áspera. Y nunca fue más necesaria. Y lógica.
Dicho sea con la mejor, y más irreverente, de mis reverencias: Feministoilógica con testostero(i)rreverencia .

Rafael Castela Santos

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