Dice la prensa, siguiendo estadísticas oficiales, que el salario de los españoles ha bajado un 1,4 % en los últimos dos años y medio. Es un secreto a voces la bajada del poder adquisitivo de los sueldos. Mi madre, una amiga que llamó ayer o mi prima me confirman (incluso sin que yo les pregunte nada) algo de esto. Es más, creo que no están de acuerdo con el 1,4 %. Ellas, que hacen la compra y están al tanto de los precios, saben que la pérdida es mayor, al menos para las clases media y media-baja, las más numerosas en la pirámide socioeconómica española.
Pese a las apariencias en España ya se empiezan a notar cosas: más y más ventas en los supermercados del segmento bajo, menos vacaciones de los españoles, etc. La economía se desacelera en España. No está mal tampoco, porque los españoles hemos caído en un mundanismo y un materialismo atroces. Una cura de pobreza (¡quiera Dios que nunca llegue a la miseria!) no nos vendrá nada mal. San Francisco sabía de esto y salvó aquellos tiempos de hierro medievales, plagados de iguales males y del de la simonía.
Lo cierto es que cada vez el dinero da para menos. Toda la cantinela de los políticos –cada vez más ligados a potentes grupos financieros y empresariales- es “congelar los sueldos”, “abaratar el despido”, “flexibilizar el mercado laboral” e historias semejantes. La inmigración incontrolada no hace sino favorecer el deterioro de las condiciones sociolaborales de los que viven en España y la globalización machaca lo que debe ser el objetivo básico una economía de corte humano: producir lo necesario (que no producir más y más), lo más cerca posible (nada de deslocalizaciones que encubren esclavitudes encubiertas) para satisfacer las necesidades del ser humano concreto (no las de Mamonna ni las de ninguna oligarquía usurera).
La Doctrina Social de la Iglesia es clara al respecto: dar el justo salario al obrero. Para las generaciones jóvenes de españoles esto ya es impensable, porque capas enteras de la población son “milheuristas” (ganan mil euros al mes). De ahí que muchos jóvenes ni se planteen tener vivienda propia ni siquiera el tener familia. Está claro que no se paga el justo salario al obrero. Compárese esto con la maldita, horrorosa y terrible dictadura franquista, cuando un obrero podía fácilmente comprar una vivienda propia en 5 años.
Hilaire Belloc ya anunció esto en su libro The Servile State. En dicha obra definía al nuevo siervo de la gleba como “alguien incapaz de crear patrimonio”. Y aseveraba por 1912 que la conclusión lógica del capitalismo sería, precisamente, la creación de una masa de asalariados incapaces de crear patrimonio, sino sólo de pagar lo estrictamente necesario para subsistir. En otras palabras: neoesclavitud vía sueldo.
León Bloy, mi querido y siempre admirado León Bloy, decía que el no miraba la prensa porque para enterarse de las últimas noticias leía el Apokalypsis. Allí San Juan habla de que en los últimos tiempos se pagará un denario a los trabajadores. Un denario, es decir, el salario de un día del obrero que apenas le cubre las necesidades más básicas y elementales. Esto, queridos lectores, ya se ha cumplido prácticamente para muchos y estamos ya muy cerca de que se produzca para casi todos.
Por cierto, antes de que se me olvide: un apunte breve sobre Teología Católica elemental. No pagar el justo salario al obrero es uno de los pecados que clama venganza al Cielo, es decir, de aquellos que atrae particularmente la ira de Dios y castigos duros y especiales.
Rafael Castela Santos
sexta-feira, junho 22, 2007
Un denario
Publicada por
Rafael Castela Santos
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sexta-feira, junho 22, 2007
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