segunda-feira, março 06, 2006

Quaresma com Garrigou-Lagrange - 1



Reginald Garrigou-Lagrange, O.P. (1877 - 1964) foi um dos mais importantes teólogos católicos do século XX: professor no Angelicum de Roma, entre 1909 e 1960, notabilizou-se pela sua estrita ortodoxia tradicional de raiz tomista, por contraposição à nova teologia de cunho modernista. Ficou célebre a polémica que manteve com Jacques Maritain durante o período da guerra civil espanhola - e na qual interveio também o argentino Padre Júlio Meinvielle -, ao defender sem hesitações o levantamento nacionalista e católico do General Franco. Influenciou fortemente o Papa Pio XII, na redacção da Encíclica "Humani Generis", sobre opiniões falsas que ameaçam a doutrina católica (1950). Depois do final do Concílio V2, a sua figura e obra foram ferozmente atacadas pelos sectores ditos do "progressismo cristão", sem prejuízo de o tempo e os acontecimentos que decorreram desde então terem confirmado a inteira justeza da sua postura.

Ora, a propósito do período de Quaresma em que acabámos de entrar na passada Quarta-Feira de Cinzas, e porque a esta quadra tem inteira aplicação, aqui fica publicado o primeiro de dois trechos extraídos de "Las Tres Edades de la Vida Interior" (págs. 321 - 322), tradução espanhola da obra "Les Trois Etapes de la Vie Interieure", do ilustre autor de que agora damos notícia:

"Por sus frutos se conoce al árbol; y queriendo complacer excesivamente al mundo, en vez de convertilo, esos apóstoles de nuevo cuño, que fueron los modernistas, se dejaron pervertir por él.

Y así se les ha visto desconocer las consecuencias del pecado original, oyéndoles hablar, se díria que el hombre nace bueno y perfecto, como sostenían los pelagianos y más tarde Juan Jacobo Rosseau.

Se les ha visto olvidar la gravedad del pecado mortal como ofensa hecha a Dios, y sólo lo han considerado como un desorden que daña al hombre. En consecuencia, hase quitado importancia a la gravedad del pecado del espíritu: incredulidad, presunción y orgullo. Se diría que la falta más grave es el abstenerse de las obras sociales; y como consecuencia, la vida puramente contemplativa era considerada como cosa casi inútil, o como ocupación de inútiles e incapaces.

El mismo Dios ha querido replicar a esta objeción por la canonización de Santa Teresa del Niño Jesús y por la extraordinaria irradiación de esta alma contemplativa.

Desconocíase igualmente la infinita elevación de nuestro fin sobrenatural: Dios autor de la gracia. Y en vez de hablar de vida eterna y de visión beatífica, se hablaba de un vago ideal moral con aparencia de religión, en el que desaparecía la radical oposición entre el cielo y el infierno.

Se olvidaba, en fin, que el instrumento que Nuestro Señor quiso emplear para salvar al mundo, fué la Cruz.

La nueva doctrina, en todas sus consecuencias dejaba entrever su principio y fundamento: el naturalismo prático, no el espíritu de Dios sino el de la naturaleza, negación de lo sobrenatural, si no teórica, por lo menos en la conducta de la vida. Esta negación ha sido a veces formulada así en la época del modernismo: la mortificación no es esencial al cristianismo. Pero, qué otra cosa es la mortificación , sino la penitencia? Y no es ésta necesaria al cristiano? Cómo hubiera podido entonces escribir San Pablo: "Traemos siempre en nuestro cuerpo, por todas partes, la mortificación de Jesús, a fin de que la vida de Jesús se manifieste también en nuestros cuerpos?" (II Cor., IV, 10).

JSarto

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