terça-feira, outubro 09, 2012

Catalonia is not Spain



En estos días de descomposición absoluta de todo, de las naciones, pero también –y peor- de las almas, sale una vociferante parte de la población catalana reclamando su independencia, lo que pareció llegar a algún tipo de clímax durante el último partido Barcelona-Real Madrid. En el Barça se empeñan en repetir machaconamente aquello de que “so[n] más que un club”. ¿Serán, acaso, un puticlub?
Lo que no es menos cierto es que muchos españoles están absolutamente hartos de los chantajes nacionalistas, sean estos catalanes o vascos, y por primera vez un referéndum a nivel de todo el territorio español, como manda la ley, podría saldarse con la independencia de Cataluña (y de las Vascongadas también). No es que haya muchos catalanes que quieran ser independientes, es que empieza a haber (y esto es un fenómeno reciente) muchos españoles que quieren ser independientes de Cataluña o, por lo menos, no estar sometidos a sus chantajes y mentiras.
¿A qué viene todo esto en una bitácora católica?
En primer lugar resulta que los Obispos españoles llamaron la atención sobre los peligros que subyacen con la prospectiva independencia de Cataluña. Luego cuatro de los Obispos catalanes parecieron replicar a todo ello. Lamentablemente todos ellos, prueba de la ineptitud e impotencia del Episcopado español, fallan en mencionar lo obvio y lo sustancial: el bien común amenazado por la más que probable secesión, el 4º Mandamiento –que según Santo Tomás de Aquino obliga más con la Patria que con la propia familia-, la crítica a ese concepto romántico, revolucionario y moderno (y nefastísimo) de nación = Estado, etc. Mis queridísimos (españolísimos y catalanísimos) Sucesores de los Apóstoles en tierras españolas, y dicho con todo el respeto: ¡son Vds. una mierda teológica de considerables proporciones! Y, encima, llenos de respetos humanos. Últimamente cuando rezo por Vds., que lo hago, y bien que me cuestan los ayunos y algún que otro sacrificio que hago por mis Obispos, les confieso que me alivia al hacerlo el ponerme una pinza en la nariz. Excelencias, ¡hieden!
En segundo lugar resulta que el bien común, incluido el de los catalanes, incluso sólo mirado desde lo económico, puede verse gravísimamente amenazado. La ventaja de este artículo que aquí enlazamos es que está escrito desde una seriedad y un rigor que no se acostumbra a ver en los mass me(r)dia habituales, citando a un economista indio de reconocidísimo prestigio que vive en Barcelona. Perdónenme mis católicos lectores, pero lamentablemente el único lenguaje que muchos entienden hoy día es el dinero, incluyendo muchos más católicos de lo que sería deseable.
En tercer lugar, sin entrar en conspiranoias, la independencia de Cataluña (que yo ya presiento inevitable, por cierto) llevará a una gran persecución de los católicos. Es lógico: Cataluña es una región muy masónica, posiblemente la más masónica de Europa. Que nadie se haga ilusiones: no existe compatibilidad ni coexistencia entre la Masonería y el Catolicismo. La historia del mundo no es más que la historia de Satanás contra Dios y, desde hace 2000 años, y en palabras de San Juan, la historia de la Sinagoga de Satanás contra la Iglesia. Los masones están donde están, sean conscientes o no de ello. Y nosotros estamos, o deberíamos estar, con Cristo. En este artículo se reconoce, por cierto, que todos los partidos políticos catalanes están infiltradísimos por la Masonería. Y discrepo de su autor en que el PP no lo está: también lo está (abraza principios masónicos, desde luego). De políticos catalanes, y horripilantes blasfemos, que si no son masones sí, cuando menos, participan de sus programas e ideario, queda esta blasfemia a risotadas cometida contra la corona de espinas de Nuestro Señor por dos cualificados líderes políticos catalanes.
En cuarto lugar el hecho, innegable, de la apostasía y pérdida de Fe en Cataluña. Más aún, la amplificación hasta el paroxismo de dicha apostasía cuando Cataluña se independice. Cataluña es ya la región española de más baja práctica religiosa: apenas un 4 % de los católicos bautizados son practicantes. Y esto con el laxísimo criterio de quien acude a la Iglesia una vez al mes. No es posible dar una explicación completa en unas pocas líneas acerca de cómo se ha llegado aquí en Cataluña, pero caben mencionar los siguientes: los efectos devastadores del Vaticano II, que fueron más pronunciados en esta región; un pasado nihilista, romántico y anarquista de Cataluña que los santos catalanes contemporáneos –como San Antonio María Claret- tantas veces repudiaran; su proximidad a Francia (que incluso en tiempos del pre-V2) ya le hizo partícipe de muchas de las erróneas y descarriadas ideas que venían del norte de los Pirineos (como no podía ser de otro modo, pues la caterva galicana, regalista, jansenista y descartiana, no puede producir nada bueno); la adscripción de buena parte del clero a los distintos marxismos, incluyendo la teología de la liberación y el nacionalismo feroz, etc. Todos ellos son factores que han contribuido a esta brutal apostasía.
En quinto lugar la mentira como forma de vida, como algo en lo que uno vive estructuralmente instalado. Y no sólo la mentira, sino el odio homicida. Y en tiempos modernos el imaginario de los niños y adolescentes catalanes se ha llenado de de falsedades, de odios contra España y contra todo lo español. Peor, de odio contra las Españas (ya sé que debo ser el último de Filipinas, pero sigo prefiriendo la tradicional denominación de las Españas a esa moderna, traída por gentes de ínfulas absolutistas, de llamar España a las Españas). Pocos alegatos tan poderosos como el escrito por el Profesor Javier Barraycoa –catalán, por cierto- desmontando las mentiras flagrantes del nacionalismo catalán, que su libro “Historias ocultadas del nacionalismo catalán”. Y si Nuestro Señor denominó Príncipe de la Mentira a Satanás, ¿quién se enseñorea de verdad sobre aquella región española? Más digo, ¿quién es el homicida y el odiador por antonomasia?
Personalmente no puedo aprobar, con criterios católicos en la mano, el intento separatista catalán, aunque en el plano de los hechos yo sea pesimista. Más aún cuando veo que los líderes catalanes reciben el beneplácito del New York Times y de Israel, auténticas fuerzas vivas mundiales. No se entiende Cataluña sin España ni se entiende España sin Cataluña. Es más, la contribución neta de lo catalán a la forja de España es inmensa.
España, sin su alma católica no es nada. España, como Portugal, son Patrias destinadas a forjar Patrias más allá del mar, Patrias por Cristo, con Cristo y en Cristo. Patrias para Cristo. Cuando una nación católica, destinada a convertirse en sal del mundo, deja de salar, se la arroja al fuego (Mt 5, 13; Mc 9, 50). Eso pasa ahora con España. Porque España sigue teniendo un ascendiente espiritual que no deja de sorprenderme en el mundo hispánico. ¿Qué hace España ahora sino pervertir espiritual y moralmente a las Patrias hispanoamericanas? De todas formas ya no los dijo nuestro insigne Menéndez Pelayo, quien hace 100 años no yerró al vaticinar que la pérdida de la unidad católica de España significaría la disgregación y descomposición de España.

“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas.”
A este término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle.”

Que este vicio del modo de ser nacional haya afectado más a los catalanes, o más rápidamente, es otro tema. Triste es constatarlo, pero en España hoy estamos viciados. Cataluña fue siempre, precisamente, una afirmación de lo católico. Católicos fueron los catalanes cuando se alzaron contra Napoleón, que traía ideas perversas y anticatólicas, y aún lucharon antes en las olvidadas guerras contra los revolucionarios franceses. Católicos, y a machamartillo, durante la Reconquista. Católicos, sin ambages, en una intensa vida de piedad que ha caracterizado a Cataluña a lo largo de los tiempos, quien regó de mártires, Santos y buenos teólogos no sólo a Cataluña, sino a España entera, a la Hispanidad y la Cristiandad. Católicos, hasta la médula, en su derecho público cristiano, en sus instituciones públicas y privadas, tan llenas de sensatez y equilibrio (virtudes por excelencia catalano-católicas), henchidas de cristianismo, como bien nos explicara el catalanísimo Juan Vallet de Goytisolo en su libro “Reflexions sobre Catalunya”.
Detesto a los nacionalistas cada día más, sean estos nacionalistas catalanes o nacionalistas españoles. Para mí todos ellos comparten la misma ideología centralista, revolucionaria, anti-cristiana, odiadora de la realidad y del sentido común, amén de jacobina, aunque puedan diferir en los respectivos matices de la extensión del territorio nacional. Pero a sabiendas de que las naciones no son eternas (y menos cuando no cumplen el designio para el que fueron creadas por Dios), sé que este intento separatista no es más que otro, otro bofetón y otro escupitajo más, lanzado sobre el Cuerpo Místico de Cristo. Quien siendo cristiano no vea o no quiera ver esto, se equivoca de punta a punta. A las pruebas antes enunciadas me remito. Los nacionalistas catalanes perseguirán a la religión católica, la ahogarán, la oprimirán, la sincretizarán (para sus fines, sin duda). De esto, datos y hechos (y tan masónicos) de por medio, ya ha habido prueba y la habrá aún más mediando el tiempo.
Y ahora, queridos amigos católicos portugueses que os gozáis de estos intentos secesionistas catalanes, ¿podréis seguir justificando y alegrándoos de estas fracturas nacionalistas con los datos arriba proporcionados? ¿Podréis hacerlo siendo católicos? ¿Podréis seguir justificando una visión de España, mejor dicho, contra España, basada en el odio, cuando nuestra religión prescribe el Amor?
¿O es que vuestro mal, también, se llama nacionalismo?
Eso creo.
De todas maneras, y volviendo a citar a Menéndez Pelayo, España, las Españas, ha sido (o han sido) más de una y más de dos veces la Patria que supo resurgir de sus cenizas como el Ave Fénix a lo largo de la historia. ¿Quién sabe? A lo mejor el do de pecho de los españoles en relación a Cristo –y eso que ha habido gloriosos episodios- todavía no ha sido dado. Puede que, contra todo pronóstico, haya algo más en ciernes. Sólo requiere la vuelta a la Fe, la Restauración prometida por Nuestra Señora en Fátima para que la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús al Beato Padre Hoyos sobre España sea cumplida:

“Y volveremos a tener un solo corazón y una alma sola, y la unidad, que hoy no está muerta, sino oprimida, tornará a imponerse, traída por la unánime voluntad de un gran pueblo, ante el cual nada significa la escasa grey de impíos e indiferentes”.

Claro que, para ese último tiempo, las doctrinas que socavan la unidad católica, como las emanadas del V2, ya habrán sido volatilizadas.
De lo contrario seremos nosotros los volatilizados.

Rafael Castela Santos

2 comentários:

O Resistente disse...

É tarde demais para salvar o Ocidente. Aécio foi assassinado pelo imperador. Só nos resta fazer de nossas casas pequenos depositórios da civilização que ora se esvai. Mas quando a maré bárbara refluir e São Columbano voltar, poderemos dizer aliviados: "Senhor, guardei a Fé".

Miles disse...

Caro Resistente, leia mais abaixo, neste blogue, o artigo "La Opción Monástica".