Como anticipábamos en nuestro anterior post (“Crastina die”, el día de mañana, un tanto críptico, pero que anticipaba las noticias que se venían encima) ya es oficial la revocación de las excomuniones sobre los Obispos de la Hermandad de San Pío X.
Realmente ha sido una intervención prodigiosa porque tanto este punto de las excomuniones, como otros que ulteriormente pudieran venir, han estado muy amenazados bien por la inacción de Monseñor Fellay o por un exceso de fuerza, injusta por lo demás, que Roma ha deseado aplicar en algún momento.
Justo es agradecer el trabajo de Su Eminencia y de la Comisión Ecclesia Dei para que esto se solucionase favorablemente y se pudieran evitar los escollos puestos tanto por Obispos y hasta Conferencias Episcopales, pasando por una serie de judíos a quienes ahora pareciera que tuviéramos que obedecer los católicos en cómo oramos y cómo celebramos nuestra Liturgia. Que cuente el Pueblo Elegido con que seguiremos rezando para que abracen de corazón y en libertad al Mesías, a Jesucristo Nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero Hombre, hijo nacido de María Santísima Inmaculada, siempre Virgen.
Ese enfant terrible que es Monseñor Williamson (cualquier grupo humano de cierto calibre que se precie ha de tener uno y nosotros tenemos uno, y de los mejores) ha estado por ahí con poca prudencia e inoportunidad, nada menos que en Alemania, sacando a colación temas del Holocausto. Esto ha servido para que los enemigos declarados de la Iglesia fabriquen munición de donde no la hay, pero con el intento último de no permitir que la Tradición y la Liturgia de siempre tengan curso abierto en la Iglesia de hoy. ¿Por qué será que estos enemigos odian tanto que se anulen las excomuniones? ¿Por qué será que estos enemigos odian tanto la Misa Tradicional?
El Santo Padre ha tenido una intervención decisiva en solucionar todo esto y cabe admirar el camino cada vez más tradicional de Su Santidad. Aquel Ratzinger, colaborador en la injusticia perpetrada por Juan Pablo II al excomulgar a estos Obispos contra el espíritu y la Ley del Código de Derecho Canónico vigente, no sólo se ha sacado una espina en lo personal que llevaba clavada, sino que hace un bien enorme a la Iglesia con este gesto, ¿por qué no decirlo?, también pleno de magnanimidad.
Honestamente, esto ya poco importa. Ahora queda ese otro tema de la regularización de la Hermandad de San Pío X. Monseñor Fellay, que algo habrá aprendido de los enormes peligros a que conduce la inacción en estos meses, tiene la misión ineludible en la que todos le apoyamos de conseguir un status canónico que garantice el Apostolado sin restricciones ni menoscabos por parte de la Hermandad de San Pío X y de sus Sacerdotes.
En actuar, y no meramente reaccionar, en este sentido está la solución al nudo gordiano. Si él quiere enredarse en cuestiones bizantinas doctrinales tendrá en la Roma actual una buena provisión de modernistas con los cuales enzarzarse en disputas hasta el día del Juicio Final. Insisto, mientras el Apostolado pueda continuar, buena gana de enredarse en cuestiones bizantinas. Nuestro hogar es Roma y somos tradicionalistas por y para ser más romanos, no para serlo menos. Nuestro hogar es Roma y a Roma debemos ser reintegrados … con todos los honores, pues nada malo y mucho bueno hemos hecho. En lo que hay que apretar ahora es en lo canónico y en el blindaje, porque de muchos Obispos poco o nada se puede esperar.
Finalmente, pero lo más importante de todo, y suponiendo que esta revocación de las excomuniones sea el precedente de un acuerdo de regularización: esto es sólo el principio. No por el acuerdo, sino porque esto es un regalo que Dios nos da para reagruparnos y hacer las últimas provisiones antes del Castigo anunciado por las Sagradas Escrituras que se nos viene encima de manera inminente. Son épocas que preceden al Anticristo las que vivimos. Estamos ya en la antesala mismísima del Juicio de las Naciones. Pero allí donde está el Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, allí se agrupan las Aguilas, que decía el Apokaleta. Y ese Cuerpo de Cristo está en la Sagrada Eucaristía, lo mejor que existe sobre la faz de la tierra. Y esa Sagrada Eucaristía está, sin dudas, impurezas o debilidades, precisamente, en esa Lex Orandi de la Misa Tradicional. Lex Orandi que, a su vez, refleja una Lex Credendi de un Depósito de la Fe como lo recibimos de nuestros padres, de nuestros abuelos y así, hasta la mismísima Tradición Apostólica. Esta es nuestra lucha, no otra.
Y dejen a los vaticanosegundistas rabiosos, furibundos desertores de la Tradición y –por tanto- de la Iglesia, ocuparse en su tarea tan favorita como imposible: conciliar Catolicismo y Revolución.
Entretanto, oración y penitencia. Ya no hay otros remedios.
Post scriptum muy importante: mándenle –por favor, y con urgencia- correos electrónicos al Santo Padre pidiendo la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María y agradeciéndole la revocación de las excomuniones. El correo electrónico del Santo Padre es: benedictxvi@vatican.va
Rafael Castela Santos
sábado, janeiro 24, 2009
Principio,no fin
Publicada por
Rafael Castela Santos
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sábado, janeiro 24, 2009
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