sexta-feira, outubro 10, 2008

De silencios y reservas

El artículo De silencios y reservas está sacado de La Honda de David, una bitácora enormemente interesante cuya única pega –a mi juicio- es que su autor no se prodiga más a menudo, porque resulta enormemente interesante leerle. Pivota lhd sobre un tema recurrente en A Casa de Sarto, bien es cierto que él lo expresa mucho mejor: si tenemos datos más que suficientes de las Sagradas Escrituras –así como otros de profecías menores y de apariciones aprobadas por la Iglesia- como para saber que nos encontramos en los albores del reinado inicuo del Anticristo, ¿cómo es posible que no se haga lo que se tiene que hacer, lo que se esperaría que se hiciera, empezando por la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón?
Fuerte, muy fuerte debe ser la tenaza que aprisiona Roma. Lhd así nos lo hace entender en su texto que no podemos por menos de reproducir aquí. Entretanto todo va convergiendo hacia el vórtice de la historia por excelencia: el vórtice cabalgado por el Príncipe de las Tinieblas y su más conspicuo secuaz.

Rafael Castela Santos

«No hay duda, se percibe un aire escatológico en el ambiente. Así lo sugieren la homilía de Mons. Fellay en Saint-Malo con referencias al Mensaje de La Salette o al “humo de Satanás” de Pablo VI o algunas de las entradas en el blog de Mons. Williamson con referencias a las supuestas apariciones de Garabandal, como también las llaves para interpretar el Apocalipsis de Jerónimo (o Josué) Mouliá en el Foro Santo Tomás Moro y que el mismo ha presentado en foros de debate “evangélicos” o de los “testigos de Jehová” (en estos últimos casos sin mayores repercusiones, por vía del “silencio”, pero ya nos detendremos en él)
Y esto por no traer a colación, precisamente, las discusiones que los protestantes de distintas denominaciones efectúan a diario sobre el tema, o los islámicos (que hacen mención al “dajjal” lo que para ellos vendría a ser el falso profeta o el anticristo) o en menor medida los judíos (con su espera, especialmente en los ambientes hassídicos, del “moschiach”).
En ese sentido no deja de llamarnos la atención lo poco que se habla en las esferas vaticanas del tema escatológico. Si mal no recuerdo lo último que podría mencionarse al respecto son las afirmaciones del Cardenal Biffi en oportunidad de los ejercicios espirituales que el mismo dirigiera en presencia del Papa. Por lo demás, absoluto silencio.
Lo más sintomático es el silencio, el año pasado, en torno a los 90 años del milagro del Sol, el mayor milagro de la historia de la Cristiandad después de la Resurrección de Cristo. Fátima ha sido sentenciada al olvido por pertenecer al “pasado” y también, porqué no decirlo, porque “molesta” (como quedó demostrado por otra parte en la polémica que sostuvieron Antonio Socci y el Cardenal Bertone a raíz del “tercer secreto de Fátima”).
Una molestia que sólo tiene una explicación: en el tercer secreto se profetizan hechos puntuales que habrían de acontecer en esta época en que vivimos y concretamente a partir de los años sesenta cuando debió haber sido revelado al mundo. Y aquí tenemos que hacer un paréntesis, para intentar si no justificar explicar ese silencio.
Para no hablar de ocultamiento o de falso testimonio en los Prelados que están al tanto del contenido del tercer secreto (nos referimos a las palabras de la Virgen aun no publicadas) se suele hablar de “reserva mental”, la cual consistiría o se traduciría en una duda positiva en cuanto al origen sobrenatural de las dichas palabras. Sumada al convencimiento del peligro en su divulgación por el riesgo de que se “confunda la profecía católica con el sensacionalismo” y también, así lo habría dado a entender Juan Pablo II al contestar a los periodistas que le preguntaron en una ocasión por el tercer secreto, porque su revelación podría “alentar a los rusos a emprender ciertos pasos” (no estamos seguros de la confiabilidad de ésta última aseveración pero fue un rumor que circuló en su momento y como tal lo transcribimos).
Pues bien, creemos entender esas posturas, y lo decimos porque tenemos una idea o percepción de lo que en ese secreto podría decirse; no por certeza absoluta sino precisamente por la reacción de causa y efecto que supone el saber o el estar en conocimiento de un secreto y por añadidura difícil de asumir. Nada mejor para captarla que esta hipótesis: si alguien creíble -importa mucho la capacidad del interlocutor en hacernos verosímil lo que trasmite- nos dijera que conoce al Anticristo y ese tal Anticristo fuera alguien conocido ¿cuál sería nuestra reacción?
Así, lo que debe motivarnos no es la mera "curiosidad" sino el “prever para proveer” al que aludía el Abate de Nantes. Y allí está la mayor crítica que se le puede hacer al silenciamiento del tercer secreto: que aún conociéndolo, las autoridades vaticanas no actúan en consecuencia, por ejemplo consagrando Rusia al Corazón Inmaculado de María o promoviendo la devoción de los primeros sábados.»

La Honda de David

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