El pasado 26 de Noviembre se cumplieron 500 años de la muerte de Isabel la Católica. A Isabel la Católica debemos venerarla como Santa, pues es evidente que ha habido unas irregularidades tremendas en su proceso de canonización, el cual ha sido bloqueado a última hora por rechazo expreso de la comunidad judía, caso paralelo al del Papa Pío XII.
El 28 de Septiembre del 2002 el diario por excelencia del establishment español, El País, publicaba que «Roma detiene la beatificación de la soberana española, pedida por Rouco, para evitar polémicas con la comunidad judía».
Mons. Flavio Capucci, que fue el que llevó a buen término la canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer –fundador del Opus Dei- dijo querer evitar polémicas con la comunidad judía, que no perdona la expulsión de los judíos de España en 1492. Resulta que esta expulsión era acorde a derecho de la época, y está justificada por el judío (y hoy día católico) Prof. Luis Suárez, el mejor medievalista hispánico vivo. Su libro La expulsión de los judíos, publicado por la fundación MAPFRE en 1992, es un estudio prácticamente definitivo sobre este particular.
Para poner las cosas en su lugar hay que citar al excelente hispanista William Thomas Walsh, que escribiera una biografía de Isabel la Católica, y el Profesor Philip Powell, autor de un demoledor libro contra la leyenda negra de españoles y portugueses titulado originalmente Tree of Hate. Incluso un famoso protestante español como César Vidal le rinde tributo.
Empieza a existir una devoción privada hacia la Reina de Castilla curiosamente más patente en Estados Unidos que en la propia España. La comisión de su proceso de canonización ha admitido ya varios milagros, aunque se quiere hacer caer sobre ello un tupido velo de silencio.
La imagen que la leyenda negra presenta de ella (véase sobre este particular el libro La leyenda negra, de Julián Juderías) no cuadra con los hechos. De entrada la Reina distaba de ser antisemita. Sirva citar como ejemplo que su Secretario, su Confesor y el primer Inquisidor de España eran todos de raza hebrea.
El programa de gobierno de Isabel la Católica al tomar el centro de Castilla fue «el servicio de Dios, el bien de las Iglesias, la salvación de todas las almas y el honor de estos reinos». La humanidad de la Reina quedó demostrada en su testamento: «De acuerdo a mis constantes deseos, y reconocidos en las Bulas que a este efecto se dieron, de enseñar, doctrinar buenas costumbres e instruir en la fe católica a los pueblos de las islas y tierras firmes del mar Océano, mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, que así lo hayan y cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, y non consientan ni den lugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y tierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean».
Cuando uno toma conciencia del terrible siglo XIV y primera mitad del XV en Castilla, del riesgo enorme de que todo el territorio que había sido ganado por el Santo Rey Fernando III de Castilla y León pudiera volver a ser retomado por los sarracenos, de los enormes problemas de gobierno interno a que se enfrentó Isabel la Católica uno no puede sino ver en ella esa mujer providencial enviada por el Altísimo que salvó a la patria castellana y que dio pie a la moderna articulación del Imperio español. Es, a todos los niveles, una mujer cuya ejemplaridad en todos los órdenes y heroicidad en las virtudes es incuestionable y que salvó a España, como Santa Juana de Arco salvara a Francia.
Con el atrevimiento de que esta pluma pronuncie lo que sólo a Roma compete, pero con la seguridad de simplemente adelantarme un tiempo a que Roma lo proclame, no me queda sino acabar rogando a Santa Isabel la Católica que interceda por nosotros.
El 28 de Septiembre del 2002 el diario por excelencia del establishment español, El País, publicaba que «Roma detiene la beatificación de la soberana española, pedida por Rouco, para evitar polémicas con la comunidad judía».
Mons. Flavio Capucci, que fue el que llevó a buen término la canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer –fundador del Opus Dei- dijo querer evitar polémicas con la comunidad judía, que no perdona la expulsión de los judíos de España en 1492. Resulta que esta expulsión era acorde a derecho de la época, y está justificada por el judío (y hoy día católico) Prof. Luis Suárez, el mejor medievalista hispánico vivo. Su libro La expulsión de los judíos, publicado por la fundación MAPFRE en 1992, es un estudio prácticamente definitivo sobre este particular.
Para poner las cosas en su lugar hay que citar al excelente hispanista William Thomas Walsh, que escribiera una biografía de Isabel la Católica, y el Profesor Philip Powell, autor de un demoledor libro contra la leyenda negra de españoles y portugueses titulado originalmente Tree of Hate. Incluso un famoso protestante español como César Vidal le rinde tributo.
Empieza a existir una devoción privada hacia la Reina de Castilla curiosamente más patente en Estados Unidos que en la propia España. La comisión de su proceso de canonización ha admitido ya varios milagros, aunque se quiere hacer caer sobre ello un tupido velo de silencio.
La imagen que la leyenda negra presenta de ella (véase sobre este particular el libro La leyenda negra, de Julián Juderías) no cuadra con los hechos. De entrada la Reina distaba de ser antisemita. Sirva citar como ejemplo que su Secretario, su Confesor y el primer Inquisidor de España eran todos de raza hebrea.
El programa de gobierno de Isabel la Católica al tomar el centro de Castilla fue «el servicio de Dios, el bien de las Iglesias, la salvación de todas las almas y el honor de estos reinos». La humanidad de la Reina quedó demostrada en su testamento: «De acuerdo a mis constantes deseos, y reconocidos en las Bulas que a este efecto se dieron, de enseñar, doctrinar buenas costumbres e instruir en la fe católica a los pueblos de las islas y tierras firmes del mar Océano, mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, que así lo hayan y cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, y non consientan ni den lugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y tierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean».
Cuando uno toma conciencia del terrible siglo XIV y primera mitad del XV en Castilla, del riesgo enorme de que todo el territorio que había sido ganado por el Santo Rey Fernando III de Castilla y León pudiera volver a ser retomado por los sarracenos, de los enormes problemas de gobierno interno a que se enfrentó Isabel la Católica uno no puede sino ver en ella esa mujer providencial enviada por el Altísimo que salvó a la patria castellana y que dio pie a la moderna articulación del Imperio español. Es, a todos los niveles, una mujer cuya ejemplaridad en todos los órdenes y heroicidad en las virtudes es incuestionable y que salvó a España, como Santa Juana de Arco salvara a Francia.
Con el atrevimiento de que esta pluma pronuncie lo que sólo a Roma compete, pero con la seguridad de simplemente adelantarme un tiempo a que Roma lo proclame, no me queda sino acabar rogando a Santa Isabel la Católica que interceda por nosotros.
Rafael Castela Santos