domingo, setembro 26, 2010

A Inglaterra que eu amo


Tendo por pano de fundo a recente e triunfal visita do Papa Bento XVI ao Reino Unido, aproveito a ocasião para republicar um excelente artigo de autoria do Rafael, originalmente editado neste espaço há cinco anos, e no qual me revejo em absoluto - A Inglaterra que eu amo (La Inglaterra que yo amo).

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Con la única teología inglesa con la que me quedo es con la del Cardenal Newman. Y con ese otro Cardenal, Manning, que siempre me fascinó. Las comemierdeces de medio pelo de anglicanos y metodistas (salvo el movimiento de Oxford, que siempre pareció cuando menos interesante) me dejan con viento fresco. Hubiera querido ir a Misa en alguna parroquia de irlandeses emigrados a principios de siglo en Glasgow. Quizás incluso en la desolación de East London. Siempre me dijeron mucho más estas cosas que las ceremonias anglicanas, tan suntuosas como vacías, que presencié en la Catedral de Peterborough o en la no menos bella de Wells.

Con la única política británica que me quedo es con la de TS Elliot (anglicano de la High Church de acepción, católico de corazón). Con esos tibios de los “Tories”, advenedizos de los “Whigs”, con esos hijos bastardos de los “levellers” y los “diggers” que son los laboristas, no tengo nada que ver. Ni me interesa. Esos gustos y regustos por esos tipejos como Lord Disraeli (conservador) o por JS Mill (utilitarista) me traen bastante al pairo. Wilson me parece artificialmente ensalzado y de sujetos como la Thatcher, Blair o Cronwell prefiero ni hablar. Me dan demasiado asco.

Sigo pensando que Rommel era infinitamente mejor que Montgomery, que Wellington no fue un gran estratega. Admiro a Nelson, profundamente, sin duda alguna un genio. Por cierto (curioso), también católico. Y a mi militar y Rey favorito de Inglaterra, Alfred the Great, en cuyo Wantage natal se me quedaron ancladas tantas memorias.

Con la única manera de ver la vida (that, by the way, shaped me indeed!) es con la de Chesterton (converso al catolicismo). Esa manera impuesta por la BBC, por las “soap operas”, por el Ikea y el Tesco’s donde la gente parece pasarse el fin de semana en una orgía consumista; por la la fealdad en una palabra, me horroriza. Con la única historia con la de Belloc (católico de cuna). De los mentirosos, los Prestons de este mundo, que Dios nos libre; para escupirles y no olvidarles.

Y la única literatura inglesa de ficción de estos últimos tiempos, que también parecen ser tiempos últimos, es la de Tolkien. A toda su legión de mediocres imitadores y al Harry Potter de marras, que se los metan por donde les quepan.También me gustan Benson y Waugh (que eran católicos, y de pro). Y Dickens, Yates, Joyce y Wilde, de quien Joseph Pearce escribiera una biografía tan desveladora como reveladora. Y estos últimos eran descreídos o no eran católicos, ciertamente. También es verdad que eran de otro tiempo. Nada tiene que ver esta gente con los Huxley y los Shaw de este mundo.

No me acaba de convencer el Imperio británico, estructura primariamente comercial y –mucho me temo- poco civilizadora a juzgar por los resultados. Ni al Cardenal Newman, ni a Benson, ni a Chesterton, ni a Belloc, ni a JRR Tolkien ni a muchos otros hombres sensatos les hacía tampoco ninguna gracia el Imperio Británico. Será que todavía estoy fascinado por la obras histórica de Roma y por esas dos hijas suyas, continuadoras d ela tradición maternal: Portugal y España. Y, sin embargo la Inglaterra monástica, la Britannia evangelizada por José de Arimatea, me fascinan. Me fascina que hubiera más monjes y monjas por milla cuadrada en Inglaterra que en ningún otro país de la Cristiandad, ahora llamada Europa.

Puestos a escoger prefiero a los “Old Labour” que a los “New Ones”, a los back-benchers que a los “spin-doctors”. A los Lores que a los Comunes. Y a Charles Dickens, que se enfrentó en la Casa de los Comunes a Mill y lo trituró vivo en defensa de la causa de la Confederación. Prefiero los Parlamentos medievales y la Magna Carta a las insidias de los malditos “round-heads”. Prefiero a los Stuarts que a los Hannover.

Evidentemente la Inglaterra que me interesa es aquella del Medioevo. La que fue capaz de parir a todos los mártires y santos de la Reforma inglesa, como a Santo Tomás Moro o a San Edmund Champion. La Inglaterra que nos dio los ejemplos imborrables de un San Eduardo o a un Santo Tomás Cantuariense, de dicen por mi tierra, también de Canterbury. Los apasionados textos místicos de Juliana de Norwich. El paisaje poblado de monasterios por doquier, en vez de las Logias y toda su pervasiva simbología. Prefiero la Inglaterra rural a la urbana, York a Londres y Bath a Birmingham.

Prefiero a la Inglaterra romana y anglosajona y la de los normandos que esa otra que se aliaba con los holandeses y con los alemanes para laminar la Cristiandad. La Inglaterra que enviaba a sus caballeros a la Cruzada de Occidente contra los musulmanes frente a la otra que intentaba robar y usurpar a la Cristiandad. La Inglaterra de los santos y mártires que, siendo luminosísima, tiene poco de iluminada. Ni el primer Imperio Británico “de su Majestad” ni este segundo de los hijos de Nueva Inglaterra me llaman la atención. Estos son poco luminosos ambos, pero ciertamente bien iluministas.

La Inglaterra de hoy sirve otros intereses. En tiempos pretéritos fue designada por la Santa Sede como “Mary’s Dowry”, lo cual la hace junto con Portugal y España una tierra eminentemente mariana por excelencia. Hoy es una tierra cuyos habitantes exhiben una pasmosa irreligiosidad.

Y frente a este estado de cosas presente y pretérito prefiero agarrarme a esa profecía privada de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, quien no cesaba de maravillarse en la visión que tuvo de la restauración y regeneración católicas de Inglaterra. Así sea.

Foto: retirada blogue "The Hermeneutic of Continuity".

terça-feira, setembro 21, 2010

Juan Manuel de Prada sobre o Beato John Henry Newman


Muito bom, como de costume. Originalmente, publicado aqui. Destaques meus.

La visita de Benedicto XVI a Gran Bretaña en la coyuntura presente es la más incómoda que uno imaginarse pueda: a la hostilidad «antipapista» que ciertos sectores anglicanos profesan casi a modo de atávico signo de identidad, se suma la hostilidad desatada por las campañas difamatorias contra la Iglesia, a la que la propaganda anticatólica pretende presentar como una especie de secta de sórdidos pedófilos. Benedicto XVI, a quien no ha temblado el pulso a la hora de condenar y castigar a los sacerdotes infieles a su ministerio, tampoco se ha arredrado ante este cóctel explosivo de hostilidades, aunque podemos imaginarnos que en su fuero interno haya pasado en algún momento por las angustias de Getsemaní: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y obedeciendo esa voluntad ha viajado a Gran Bretaña, para presidir la ceremonia de beatificación del cardenal John Henry Newman (1801-1890), una de las personalidades más influyentes del pensamiento católico de los últimos siglos.

Que sea Benedicto XVI quien beatifique al cardenal Newman no es baladí. Ambos están hechos de la misma fibra: la de los maestros que enseñan no sólo mediante el pensamiento y la palabra, sino también mediante la propia vida, la de quienes tocan al corazón a la vez que iluminan la inteligencia. En diversas ocasiones, el Papa ha reconocido su deuda intelectual y vital con Newman, a quien leyó con gran aprovechamiento en sus años de estudio y cuya conversión al catolicismo siempre ha presentado como ejemplo de encuentro personal de Dios con el hombre. Newman, que en la juventud coqueteó con las tesis liberales, llegó a ordenarse como presbítero anglicano, antes de iniciar un gradual movimiento hacia el pensamiento católico y liderar el Movimiento de Oxford, que se rebeló contra el sometimiento de la iglesia de Inglaterra a una autoridad secularizada, reivindicando el legado de la Tradición. Tras diversos conflictos con las jerarquías anglicanas, Newman acabaría ingresando en la Iglesia católica en 1845 y ordenándose sacerdote dos años más tarde. Fueron muchos sus méritos en el ámbito académico y pastoral; pero fue, sobre todo, un escritor superdotado, de estilo límpido y vibrante, autor de una copiosísima obra —sermones, ensayos, novelas, etcétera—, entre la que se halla una autobiografía, Apologia Pro Vita Suaque, con permiso de San Agustín, puede considerarse el más hermoso testimonio literario jamás escrito sobre un proceso de conversión.

Los lectores curiosos podrán encontrar muchos títulos disponibles de Newman (mientras escribo estas líneas se anuncia la publicación, en El Buey Mudo, de sus Cuatro sermones sobre el Anticristo, de palpitante actualidad), en especial en la editorial Encuentro, que es la que más denodadamente se ha esforzado por divulgar la obra de este gran titán de la pluma; y les aseguro que nunca agradecerán suficientemente el tesoro de delicias (para el corazón y para la inteligencia) que Newman les tiene reservado. Leer a Newman es la mejor manera de entender y acompañar al Papa en esta visita a Gran Bretaña, tan erizada de hostilidades. Seguramente, Benedicto XVI tiene muy presentes aquellas palabras de San Agustín que Newman hace suyas en Apologia Pro Vita Sua: «Sean duros para con vosotros los que no saben por experiencia lo difícil que es distinguir el error de la verdad, y dar con el camino de la vida en medio de los engaños del mundo».

Missa de rito latino-gregoriano na Basílica de Fátima - fotografias de Scott Smith


Estão finalmente disponíveis no blogue de Scott Smith, as fotografias que este tirou durante a Missa de rito latino-gregoriano celebrada no passado dia 10 de Setembro, na Basílica do Sacratíssimo Rosário de Fátima: consulta obrigatória para recordar um acontecimento notável!

A este respeito, sugiro também, a quem ainda não o haja feito, uma mais que merecida vista de olhos às óptimas fotografias de autoria de Manuel Silva, publicadas na “Tribuna”.

segunda-feira, setembro 13, 2010

Missa de rito latino-gregoriano na Basílica de Fátima: Deus é beleza!


Na passada Sexta-feira, dia 10 de Setembro, pelas 20.00 horas, tive a enorme graça de poder assistir a uma Missa votiva em honra de Nossa Senhora, celebrada segundo o rito tradicional latino-gregoriano, na Basílica do Sagrado Rosário de Fátima. Tratou-se de um momento inolvidável, de indescritível felicidade e indizível beleza: como já escrevi em postal anterior, a liturgia oficiada desta forma é autenticamente o céu descido à terra! E não havendo mais palavras que possam transmitir o que então senti, passo a transcrever parte do magnífico sermão que o Reverendo Padre Scott A. Haynes, SJC (Cónegos Regulares de São João Câncio), proferiu nesta ocasião histórica para a Tradição Católica:

Quando os emissários do príncipe de Kiev voltaram após assistir à Divina Liturgia, na Catedral de Santa Sofia, em Constantinopla, no século X, escreveram no seu relatório: "Não sabíamos se estávamos no céu o na terra, pois certamente tal esplendor e beleza não existe noutro lugar da Terra. Não conseguimos descrevê-lo; só sabemos que Deus lá habita entre os homens, e que o seu serviço ultrapassa a cerimónia de todos os outros lugares. Sua beleza é simplesmente inesquecível".

O amor da beleza e sua expressão em obras de arte manifesta uma homenagem a Deus, pois, segundo São Tomás de Aquino, "a beleza é um dos nomes de Deus". Assim, quando a Igreja é convocada para celebrar os divinos mistérios, ela emprega todas as artes que tocam os sentidos, porque aquilo que é verdadeiramente belo nos agrada quando o contemplamos.

É por isso que Santa Teresa de Ávila declarou: "Fico sempre profundamente tocada pela grandiosidade das cerimónias da Igreja". A capacidade única do canto gregoriano para evocar em nós o espírito de oração contemplativa, os paramentos festivos, o uso do incenso, velas, objectos de ouro e prata, água benta, etc. - tudo isso nos auxilia na adoração do Deus Uno e Trino, que criou a beleza, a sustenta, a redimiu e é Ele mesmo a própria beleza. A Igreja sempre envolveu o Santo Sacrifício da Missa num ambiente de reverência e mistério. Ao utilizar os bens da Criação, em sua transcendente existência, ela leva seus filhos a Deus; e pelos mesmos meios, Deus desce a eles. Na Idade Média colocava-se grande ênfase na beleza da Missa. Hoje, devemos novamente tomar consciência dela.

O Cardeal Joseph Ratzinger uma vez lamentou-se: "Desde o Concílio Vaticano II, a Igreja voltou as costas à beleza". Palavras ousadas. E se forem verdadeiras? Se verdadeiramente nos empobrecemos neste aspecto, deixando-nos vitimar por uma mentalidade iconoclasta, talvez tenha sido porque "vivemos em uma época sem imaginação", como disse certa vez Paul Claudel. Ao reflectir sobre a visita dos representantes do príncipe Vladimir de Kiev a Constantinopla, o Papa Bento XVI observou que a delegação e o príncipe aceitaram a verdade do Cristianismo, não pelo poder de persuasão dos seus argumentos teológicos, mas pela beleza do mistério de sua sagrada liturgia. Se estamos falhando na divina missão que o Senhor nos confiou de converter o mundo à nossa fé, talvez devamos começar por restaurar a reverência, o silêncio, a adoração e uma atmosfera de sagrada beleza na nossa santa liturgia. Se as nossas igrejas não forem os lugares mais sagrados da Terra, a verdadeira reverência e beleza tão pouco podem existir noutro lugar.

Aguardando que Scott Smith, fotógrafo oficial da peregrinação a Fátima dos Cónegos Regulares de São João Câncio, publique as fotografias desta Missa histórica, aqui deixo a ligação para as fotografias da mesma Missa tiradas pelo infatigável autor do blogue "Missa Gregoriana em Portugal", porque uma imagem vale mais do que mil palavras!

sexta-feira, setembro 10, 2010

Rito de Braga em Fátima

Assisti ontem pela primeira vez, ao fim da tarde em Fátima, a uma Missa de rito bracarense. Foi sacerdote celebrante o Padre Joseph Santos, que previamente, ao início da mesma tarde, havia presidido a uma interessantíssima, bem disposta e humorada conferência sobre tal rito, no âmbito do "Workshop" organizado pelos Cónegos Regulares de São João Câncio. A liturgia oficiada desta forma, com tamanha reverência e elevação, é efectivamente o céu descido à terra! Para quem esteve presente, tratou-se de uma jornada inolvidável! Para quem não esteve, há "pecados" cuja prática já leva ínsito o próprio castigo…

A experiência da tradição em Portugal (2)

A pouco e pouco, as questões do rito tradicional, da reforma da reforma litúrgica e da hermenêutica da continuidade começam a ser discutidas também em Portugal, em especial, entre alguns membros mais novos do clero nacional e seminaristas. Constata-se que o nosso país não é mais o deserto modernista, a aldeia de Astérix do progressismo, que era até há pouco tempo. E é bom ver jovens sacerdotes participarem com interesse no "Workshop"organizado pelos Cónegos Regulares de São João Câncio, trajando a tradicionalíssima sotaina, o "clergyman" ou uma mais simples camisa com cabeção. Aqui já não há lugar para os grotescos sacerdotes progressistas do passado recente, ataviados de fato e gravata ou pólo "Lacoste", com ar alvar e modos afectados. O futuro está em marcha!

Estão com medo!

Não deixa de ser curiosa a obsessão insistente que certos trogloditas progressistas têm com os grupos organizados de fiéis católicos tradicionais, tanto os da FSSPX como os da "Ecclesia Dei": se porventura fossem tais grupos tão insignificantes como aqueles trogloditas o pretendem, perderiam os mesmos tanto tempo com eles? Claro que não!

O problema dos progressistas é bem outro: estão com muito medo! Um trecho da notável conferência a que assisti ontem pela manhã em Fátima, proferida pelo fundador e superior dos Cónegos Regulares de São João Câncio, Padre Frank Phillips, acerca dos efeitos da promulgação do "Summorum Pontificum" na vida da Igreja, sistematiza bem esta situação. Comentando a oposição dos progressistas a tal promulgação, afirmou aquele sacerdote:

What is the bottom line with this outrageous opposition? I believe the liberal or more progressive element in the church, which has nearly run the church into the ground, is afraid. They are all getting old and everything they promoted seems to be vaporizing in front of their eyes. They are afraid that people may actually be drawn to the Traditional Mass and heaven forbid, may catch on and grow. I know in my own experience when young couples attend the Traditional Mass, they say "Why were we not taught this?" The same holds true for the teaching of the faith, I hear over and over, when preparing couples for mariage, "Why were we not taught this?"

Como costumo dizer: mais claro, é impossível!

quarta-feira, setembro 01, 2010

A experiência da tradição em Portugal (1)

O amigo Afonso Miguel chamou recentemente a atenção - recomendando-o - para este blogue intitulado "Christus Vincit". Sufrago tal recomendação sem hesitações. É óptimo ver a "reforma da reforma litúrgica" e a "hermenêutica da continuidade", realidades tão queridas ao Santo Padre Bento XVI, serem tão meticulosamente implementadas também no nosso país, no caso concreto, na ilha da Graciosa, no arquipélago dos Açores. Afinal, ainda há esperança para a Igreja em Portugal! E eu, que já tanto as apreciava, tenho agora mais um motivo para admirar as ilhas açorianas, autêntica reserva das melhores qualidades portuguesas!

Ler também - "Re-Enchantment in Azores, Portugal", no "New Liturgical Movement".