domingo, julho 31, 2005

A caminho da República Universal - 2

Já falei anteriormente neste espaço sobre a figura e o papel do agente provocador na sociedade contemporânea: cabe-lhe servir de charneira entre a esfera pública para onde lança a discussão das chamadas questões fracturantes e os conciliábulos discretos onde as mesmas são longamente medradas, possibilitando assim que aqueles que pululam nestes últimos possam manter incólume a sua aparência de respeitabilidade burguesa e moderação. E eis aqui a razão da intensíssima, ainda que aparentemente paradoxal, promoção que estes agentes costumam receber por parte dos meios de comunicação social às ordens do sistema: ao darem propositadamente dois ou três passos para a frente, todos os que se limitam a dar apenas um passam por modelos de ponderação; e assim, sucessiva e indefinidamente, se vai realizando a revolução silenciosa gramsciana.

Ora é exactamente na categoria de agente provocador que recai um tal Bob Fergunson, supostamente um anódino professor reformado canadiano, que veio a público defender a tese de que o Estado, mais do que controlar a prática da religião, deve proceder à sua total regulamentação, determinando o seu conteúdo, definindo o que pode ou não ser doutrinariamente ensinado, proibindo quaisquer restrições ao acesso ao sacerdócio com base no estado civil ou sexo do candidato, enfim decretando que este seja exercido somente por quem possua expresso consentimento das autoridades públicas. É bom de ver que o alvo a atingir por Bob Fergunson, circunstância que o próprio nem sequer esconde, é a Igreja Católica. Tão inadmissíveis declarações podem ser lidas aqui. Muito mais estranho é que as mesmas tenham sido proferidas aos microfones da Canadian Broadcasting Corporation (CBC), e por esta estação pública canadiana difundidas para a sua audiência, factualidade que por si só afasta a possibilidade de nos encontrarmos perante um mero lunático, pois nestas matérias jamais existem acasos, como costumava ensinar Charles Maurras…

De resto, esta ocorrência só prova que o Canadá, talvez o país à face da terra onde o despotismo politicamente correcto e a tirania do relativismo ético-moral são mais intransigentes, é cada vez menos um local sério, apostado que está em disputar o título de "Nova Sodoma" com a Holanda.

Retornando a Bob Fergunson, pouco mais há a dizer deste mísero serventuário da República Universal anticristã. De recordar apenas que as suas declarações espezinham dois mil anos de tradição ocidental de separação entre Deus e César (que nada tem a ver com o laicismo de matriz jacobina…), constituindo uma abusiva proposta de regalismo estatolátrico, na medida em que o Estado, porque subsequente a Deus e à verdade divina, jamais pode ter a pretensão de definir aquela verdade, que necessariamente o antecede. E a verdade, essa é a adequação da inteligência à realidade, e não o contrário, como julga a mentalidade democratista…

Assim, perante este circunstancialismo, defendamos o Dogma da Fé da perseguição feroz, aberta e sem subtilezas que a "religião" democrática e antropolátrica já iniciou contra ele, relembrando antes de mais que no "Syllabus" o Papa Pio IX condenou expressamente a seguinte proposição:

"A Igreja não é uma sociedade verdadeira e perfeita, plenamente livre, e não dispõe dos direitos próprios e permanentes que lhe foram conferidos pelo seu divino Fundador, mas o poder civil pode definir esses direitos da Igreja, e os limites dentro dos quais os pode exercer".

JSarto

quarta-feira, julho 27, 2005

Nicolás Gómez Dávila


Na sequência dos artigos dedicados a Pablo Victoria Wilches, apresento hoje aos leitores deste espaço uma outra relevante figura do pensamento tradicional ibero-americano, Nicolás Gómez Dávila, transcrevendo para o efeito parte do prefácio de autoria de Alejandro Ordóñez Maldonado, que integra a obra daquele primeiro "Sentencias Doctas de un Pensador Antimoderno o de un Auténtico Reaccionário", publicada em Santa Fe de Bogotá, no ano de 2001:

"Nicolás Gómez Dávila es el más importante exponente del pensamiento reaccionario en Colombia y por esa misma circunstancia es un total desconocido para la gran mayoría de los colombianos, incluso para quienes por tener con éste una misma comunión de ideales deberíamos conocer y difundir ampliamente su obra. Sus textos son de muy difícil consecución, circulan fotocopiados en muy restringidos círculos intelectuales, más como una pintoresca muestra de nuestra historia periodística que para señalar la vigencia de sus doctas sentencias.

Nació en Cajicá en 1913 y murió en Bogotá en 1994. A muy temprana edad se mudó a Francia siendo sus institutores sacerdotes benedictinos; durante los cálidos veranos se trasladaba a Inglaterra donde completó su formación, nunca assistió a centro universitário alguno, convirtiéndose en el más importante autodidacta colombiano del siglo XX.

Regresó a Colombia a los 24 años y al morir a sus 81 años tenia una de las bibliotecas privadas más grandes del mundo. Cerca de 34.000 volúmenes la conformaban. Alli pasó la mayor parte de su vida, convertiendóse sin lugar a dudas en un anacoreta urbano.

Recientemente el Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes - Bogotá -,al hacer referencia a su obra, afirmó: "Para este bogotano, su verdadera familia intelectual es la de la reacción... El mismo se declara en sus escolios "Heredero de un pleito sagrado", receptáculo irrenunciable de una tradición reaccionaria y ultramontana...".

Católico tradicional de esos que nunca se aggiornaron a pesar de las reformas eclesiales, las cuales le causaron gran desazón. La misma publicación señaló más adelante al respecto: "Seria erróneo sin embargo, suponer que su catolicismo fue extento de problemas. Gómez Dávila jamás aceptó las reformas litúrgicas del segundo Concilio Vaticano y fue un declarado enemigo de las tendencias modernizantes en la Iglesia". Bastaría con leer alguna de sus sentencias más contundentes sobre la materia. "El Segundo Concilio Vaticano parece menos una Asamblea Episcopal que un conciliábulo de manufactureros asustados porque perdieron la clientela". "En el segundo Concilio Vaticano no han surgido lenguas de Fuego sino un ardiente Riachuelo".

Previó con incomparable agudeza los frutos que al final del siglo XX y en los albores del siglo XXI, se recogerían en un mundo que alborozadamente enarboló desde la Revolución Francesa el dogma del "progreso necesario". Con su incomparable agudeza, en una de sus sentencias más premonitorias, aseveró: "El adversario de los principios modernos no tiene aliados más leales que las consecuencias de esos principios".

Podemos afirmar que Goméz Dávila fue un pensador antimoderno que fustigó acerbamente todo aquello de lo cual la modernidad se enorgullece. La autonomía del hombre frente a Dios, su soberania, su agnosticismo, su racionalismo.

(...)

La mayor parte de sus obras las escribió en un estilo muy particular. Las sentencias , los aforismos y los escolios fueron el género literário por él utilizado, con razón se puede considerar como el pascal Hispanoamericano. Temas de la más variada índole fueron por él tratados en dicho estilo, desde la teologia hasta la arquitectura, desde la liturgia hasta la política, desde la filosofia hasta el arte".

Nas próximas semanas, publicar-se-ão várias destas pequenas obras-primas de Nicolás Goméz Dávila n"A Casa de Sarto". Para aumentar a curiosidade dos leitores, aqui deixo uma das sentenças fulminantes do autor, no caso sobre a democracia:

"La democracia es una religión antropoteísta. Su princípio es una opción de carácter religioso, un acto por el cual el hombre asume al hombre como Dios. Su doctrina es una teologia del Hombre-Dios, su prática es la realización del principio en comportamientos, en instituciones y en obras".

JSarto

sábado, julho 23, 2005

Caixas de comentários da Haloscan

Em virtude do cada vez pior funcionamento que as caixas de comentários da Blogextra vinham revelando - há quase uma semana que era impossível afixar qualquer coisa nova nelas -, ocorrência inadmissível num serviço que é pago, decidi passar a recorrer aos préstimos da Haloscan, que julgo ter no presente momento as caixas de comentários mais fáceis e agradáveis de se utilizar (pelo menos, parecem ser as favoritas do Buíça…). Infelizmente, com tal mudança, perde-se o enorme património acumulado de anteriores comentários que se encontravam arquivados na Blogextra, mas faço votos para que os amigos e visitantes deste espaço supram rapidamente tal lacuna.

JSarto

sexta-feira, julho 22, 2005

La “Pérfida Albión” con el rabo entre las piernas

Hace tiempo que venimos manteniendo desde A Casa de Sarto que las asociaciones con los protestantes (sean anglicanos o hugonotes) son peligrosas.
Inglaterra, otrora la tierra más monástica de toda la Cristiandad a la que la Santa Sede otorgó el título mariano de “Mary’s Dowry”, fue un ejemplo en más de un aspecto y de dos. Los reinados de Alfredo el Grande –verdadero émulo de Carlomagno- o de Eduardo II –San Eduardo Rey- fueron realmente ejemplares, como pocos, en la historia de la Cristiandad.
Con la llegada de Enrique VIII, e incluso con la de su padre, Enrique VII (quien ya demostró una rapacidad y una avaricia chocantes durante la conquista de Irlanda), todo empeoró. La facción anglicana rompió a la Cristiandad en dos. Enrique VIII, que fuera llamado Defensor Fidei por su oposición a Lutero, no pudo resistirle. De hecho fue Enrique VIII e Inglaterra los que dieron fuerza a los protestantes alemanes. A partir de ahí Inglaterra dejó de ser la “Merry England” medieval para convertirse en la patria de los desposeídos que estudiara William Cobbett o que retratara para la posteridad el genio de Charles Dickens. La siniestra figura de Cronwell, perseguidor sañudo de católicos y enemigos cualesquiera, es considerada por ese otro genio de la filosofía política que es Voegelin como el arquetipo de todos los revolucionarios.
Entre sus muchas hazañas no son menores las de la propaganda, a menudo venida de Inglaterra, capaz de llenar de oprobio y afrenta la gesta de españoles y portugueses. Pero no es menos propaganda, por más sutil, el silenciar lo que no conviene por parte de los anglosajones (que rima a veces con anglocabrones).
La salida a la luz del libro de Pablo Victoria sobre la gesta de un puñado de españoles (varios de ellos indios) capitaneados por un vasco genial, Blas de Lezo, arroja luz sobre este particular. Con una desproporción de fuerzas brutal Blas de Lezo se enfrentó a una poderosísima fuerza naval y más de 30.000 hombres contando con apenas un 10 % de los efectivos que los ingleses tenían. La derrota infligida por este vasco universal (por lo demás –como suele acontecer con los vascos universales-, profundamente defensor de España), que era tuerto, manco y cojo, a las tropas de Su Majestad británica fue sonada. Los ingleses, seguros que estaban de su victoria, acuñaron moneda y emitieron documentos celebrando y festejando la victoria.
Pero se encontraron con una fuerza multirracial, pequeña en número, pero grande en Piedad hacia la Patria común de las Españas y en confianza en la Divina Providencia, que dirigidas por Blas de Lezo infligieron una derrota sublime a la todopoderosa Royal Navy. De este episodio, del que tan poco se habla, se pueden encontrar aquí una recensión de este libro y una entrevista al autor. Y se marcharon con el rabo entre las piernas.
¿Y para cuándo se marcharán con el rabo entre las piernas los protestantes litúrgicos?

Rafael Castela Santos

quarta-feira, julho 20, 2005

Pablo Victoria Wilches

Em Portugal, de tão habituados que estamos à influência quase hegemónica de tudo o que chega dos E.U.A./Inglaterra ou de França, temos a tendência para esquecer o que de muito bom se vai fazendo por outras bandas. Estou a ler "La sociedad postliberal y sus amigos - El genocídio del intelecto", da autoria do colombiano Pablo Victoria Wilches, que fonte seguríssima - um sacerdote da SSPX, compatriota do autor - me afirmou estar a fazer um empenhado caminho em direcção à tradição católica. Pessoalmente, é uma leitura que me parece valer francamente a pena. Uma análise crítica mais aprofundada da obra pode ser consultada aqui.

JSarto

quarta-feira, julho 13, 2005

"A Casa de Sarto" em destaque

Em altura imerecida, de fraquíssima produtividade desta "Casa", Walter Ventura destacou-a no seu "Diabo", não o mafarrico, mas o jornal que sempre primou pela sua coluna vertebral tesa e hirta na defesa dos valores pátrios. Desconhecia-o e soube-o via Manuel Azinhal. Agradeço a honra recebida, e irei procurar por estas minhas bandas leirienses um exemplar, para poder ler em papel impresso tal realce, saciando assim um natural misto de curiosidade e vaidade . E sem pretender meter foice em seara alheia, sugeriria ao responsável de "Blogues em Destaque" que, em próxima ocasião, ponderasse dar a conhecer aos seus leitores o excelente blogue do meu amigo FGSantos.

JSarto

A covardia é um pecado e, em alguns casos, muito grave

Pede o Manuel Azinhal o meu regresso. Aqui lhe retribuo com um texto do Padre Leonardo Castellani, S.J., traduzido para português, retirado da imprescindível "Permanência" - "A Covardia é um pecado e, em alguns casos, muito grave":

"No quarto domingo depois da Epifania, a Igreja lê, na Missa, a narração da Tempestade no mar, que é contada pelos três Sinópticos, segundo o texto mais breve de todos, que é o de São Mateus: tem apenas quatro versículos, mas a narração é feita com energia tão formidável, que parece um gravado em cobre ou madeira, com quatro traços principais. São Mateus é o mais saboroso e enérgico dos três Sinópticos. A Bíblia de Bover-Cantera diz: "Este Evangelho pertence à literatura escrita; o de Marcos, à oral". É um erro grave que denota muito atraso em exegese. Com toda certeza, os quatro Evangelhos pertencem ao gênero que hoje lingüistas, etnólogos e psicólogos chamam estilo oral; e foram recitados de memória antes de serem fixados em pergaminho — ao menos os três primeiros — como as rapsódias de Homero, o Vedanta, o Corão, o Poema del Myo Cid e, em realidade, quase todos os monumentos religiosos ou épicos da Antiguidade. Esta noção, que hoje em dia se possui cientificamente, resolve de um golpe a falsa Questão Sinóptica, que preocupou a eruditos durante dois séculos; e que consiste em terem os Evangelhos, por um lado, algumas diferenças entre si e, por outro, uma concordância maciça; como pode se ver neste relato que os três Sinópticos trazem. Isto deu causa a uma confusão enorme na cabeça dos sábios alemães, alguns dois quais chegaram a negar a autenticidade destes três documentos religiosos, até que Marcel Jousse descobriu as admiráveis leis do estilo oral.

Coisa incrível: há uma tempestade tal no Mar de Tiberíades, que as ondas invadem a barca dos pescadores; e Jesus Cristo dorme. Fingiria dormir, como dizem alguns, para "provar seus discípulos"? Não, dorme, com a cabeça apoiada em um banco. Essa maneira de experimentar os outros com coisas fingidas é uma palhaçada inventada por algum mal mestre de noviços: a única coisa que prova verdadeiramente é a vida, a verdade, a realidade; não as ficções. Tampouco é verdade que Deus tenha proibido a Eva o Fruto da Árvore do Conhecimento do Bem e do Mal para prová-la; proibiu-o porque, simplesmente, este fruto não lhe convinha, nem a ela nem a ninguém. Deus não faz tolices, mas há gente inclinada a atribuir-Lhe as tolices próprias. Deus fez o homem a sua imagem e semelhança; mas o homem retribuiu; porque, quantas vezes o homem não refez a Deus à sua imagem e semelhança!

Jesus Cristo é notável: dorme de dia, no meio de uma tormenta; e de noite deixa a cama e sobe até uma colina, para rezar até a madrugada. Não o despertam o bramir do vento, o golpe da água, os gritos dos marinheiros mas, à noite, o desperta um gemido ou uma mulher com hemorragia que lhe toca o vestido. Dona Madalena, minha avó, dizia: "Jesus Cristo é bom, não digo nada, mas, quem O pode entender?" Só uma criança ou uma animal podem dormir nestas condições em que os três Evangelistas dizem que Cristo realmente "dormia"; e também um homem que esteja tão cansado como um animal e que tenha uma natureza tão sã como a de um menino. Sabemos que muitos homens de natureza privilegiadamente robusta podiam dormir quando quisessem; como Napoleão I, por exemplo, do qual se conta que podia fazer isto: dormir quando lhe parecia bem, sobretudo nos sermões; e foi preciso despertá-lo na manhã da batalha de Austerlitz. Ao contrário, Napoleão III, seu sobrinho, não pregou os olhos na noite do golpe de Estado de 1851 e se levantou três vezes para ver se tinha dormido a sentinela. Isso porque Napoleão I foi um herói; mas, Napoleão III, uma imitação de herói: um palhaço. Bom, o fato é que Cristo dormia, e seus discípulos o despertaram dizendo algo que varia nos três Evangelistas; mas, na realidade, devem ter gritado não três, mas umas doze coisas diferentes pelo menos; que se resumem nesta: "vamos morrer!" Não vos importais se "vamos morrer"? que traz São Lucas como resumo de toda a gritaria. O que disse São Mateus, que estava ali, foi isto: "Senhor, ajuda-nos, que perecemos". Cada um disse o melhor que soube, e isto é tudo. O que lhes disse Cristo — nisto concordam os três relatos — foi, "covardes". A Vulgata latina traduz "Modicae fidei", ou seja, "homens de pouca fé"; mas Cristo, em grego ou aramaico, lhes disse: "covardes". Um homem que grita quando entra água em sua barca em uma tempestade do Mar da Galiléia, que são breves mas violentas; supondo até que tenha gritado um pouco demais, é covarde? Para mim, não é covarde. Mas para Jesus Cristo, é covarde. E Jesus Cristo não gosta de covardes. A Igreja ("a barca de Pedro", como é chamada) teve muitas tempestades e há de ter ainda outra que está profetizada, na qual as ondas entrarão a bordo e parecerá realmente que os poucos que estão dentro, morrem. Cristo parece ter conservado seu costume juvenil de dormir nestes casos; e também sua idiossincrasia de não amar a covardia. A covardia é pecado? Sim; e, em alguns casos, muito grave. Os Apóstolos tinham uma maneira de pregar que, se me deixassem, eu não usaria outra: trata-se de fazer uma lista de pecados grandes, recitá-la e depois dizer: "Nenhum destes entrará no Reino dos Céus. Basta" Assim, São Paulo disse: "Não vos enganeis, irmãos; que nem os idólatras, nem os ladrões, nem os adúlteros, nem os avarentos, nem os efeminados nem... e assim continua... entrarão no Reino dos Céus". Hoje em diz deveria pregar-se assim, de modo simples... é nossa opinião. Pois bem, São João, no Apokalypsis, que é uma profecia sobre os últimos tempos, acrescenta à lista de pecados outros dois que não estão em São Paulo: "os mentirosos e os covardes". O qual parece indicar que, nos últimos tempos, haverá um grande esforço de mentira e de covardia. Que Deus nos encontre confessados. A covardia em um cristão é um pecado sério, porque sinal de pouca fé em Cristo ("covardes e homens de pouca fé") que provou ser um homem "a quem o mar e os ventos obedecem" — como disse o Evangelho de hoje — ao lado de quem, portanto, ter medo não é coisa bonita; nem mesmo lícita. Júlio César, em uma ocasião parecida, não permitiu a seus companheiros que se assustassem. "Que temeis?" Levais César a sua boa estrela", lhes disse. Por mais forte razão Cristo, que é criador das estrelas. O que governa o mundo são as idéias e as mulheres, disse alguém. As idéias, não duvido. As mulheres, teria de se provar. Que sucederia se, na Argentina, surgisse uma S. Teresa de Jesus, que persuadisse a todas as mulheres deste propósito: "Não me casarei com nenhum homem que seja covarde!" Creio que cairia a tirania atual, e que não subiria ao poder mais nenhum tirano".

(trecho de "El Evangelio de Jesucristo ", trad.: PERMANÊNCIA)

JSarto

Conhecer a Idade Média, por G. K. Chesterton

Para o Buíça, que supõe que os medievais eram uns selvagens que comiam com as mãos. Curiosamente, ou talvez não, no "MacDonald's" e no "Burger King" também não existem talheres; come-se com as mãos…

É bastante natural que os homens prósperos de nosso tempo desconheçam mesmo história. Se a conhecessem, conheceriam a muito pouco edificante história de como se tornaram prósperos. É bastante natural, digo, que eles não saibam história: Mas por que eles pensam que sabem? Eis aqui uma opinião tirada a esmo de um livro escrito por um dos mais cultos dentre nossos jovens críticos, uma opinião muito bem escrita e de todo confiável em seu próprio tema, que é um tema moderno. Diz o escritor: “Existiu pouco avanço social ou político na Idade Média” até a Reforma e a Renascença. Ora, eu poderia tão propriamente quanto dizer que houve pouco avanço nas ciências e invenções no século dezenove até a vinda de William Morris: e então me desculpar dizendo que não estou pessoalmente interessado em máquinas de fiar ou águas-vivas — o que certamente é o caso. Pois isto é tudo o que o escritor realmente quis dizer: ele quis dizer que não está pessoalmente interessado em Arautos ou Abades com mitras. Tudo isto está bem; Mas por que, ao escrever sobre algo que não teria existido na Idade Média, deveria ele dogmatizar sobre uma história que ele evidentemente não conhece? No entanto, esta pode tornar-se uma história muito interessante.

Pouco antes da Conquista Normanda, países como o nosso eram o pó de um ainda débil feudalismo, continuamente jogado nas voragens por bárbaros — bárbaros que jamais montaram um cavalo. Dificilmente existia uma casa de tijolos ou pedras na Inglaterra. Raramente se encontrava estradas, exceto sendas batidas; praticamente não existia nenhuma lei exceto os costumes locais. Esta era a Idade das Trevas da qual surgiu a Idade Média. Tome a Idade Média duzentos anos depois da Conquista Normanda e quase outro tanto antes do início da Reforma. As grandes cidades surgiram; os burgueses são privilegiados e importantes; o trabalho foi organizado em livres e responsáveis uniões de trabalho; os Parlamentos são poderosos e disputam com os príncipes; a escravidão quase inteiramente desapareceu; as grandes Universidades estão abertas e ensinam com o programa de educação que Huxley tanto admirou; Repúblicas tão orgulhosas e cívicas como as dos pagãos erguem-se como estátuas de mármore ao longo do Mediterrâneo; e por todo o Norte homens construíram Igrejas tais, que os homens talvez nunca mais igualem. E isso, cuja porção essencial foi feita em apenas um século, é o que o crítico chama “pouco avanço social ou político”. Dificilmente há alguma importante instituição sob a qual ele vive, da Universidade que o treinou ao Parlamento que o governa, que não fez seus principais avanços naquele tempo.

Se alguém pensa que escrevo isso de pedantice, espero mostrar-lhe em um momento que tenho um objetivo mais humilde e prático. Eu quero considerar a natureza da ignorância, e começo dizendo que, em todo sentido erudito e acadêmico, eu próprio sou muito ignorante. Assim como dizemos de um homem como Lord Brougham que seu conhecimento geral é grande, eu diria que minha ignorância geral é grande. Mas este é exatamente o ponto. É um conhecimento geral e uma ignorância geral. Eu sei pouca história: mas eu conheço um pouco de quase toda história. Eu não sei muito sobre Martinho Lutero e sua Reforma, por exemplo; mas sei que ela fez uma tremenda diferença. Ora, não saber que o rápido progresso dos séculos doze e treze fez uma grande diferença é tão extraordinário como nunca ter ouvido falar de Martinho Lutero. Eu não sou muito bem informado sobre Budistas; mas sei que Budistas se interessam por filosofia. Acredite, não saber que os Budistas se interessam por filosofia não é mais impressionante que não saber que os medievais se interessavam por progresso político ou experimentos. Não sei muito sobre Frederico, o Grande. Assustava-me em minha infância a coleção de volumes de Carlyle sobre o assunto: parecia existir lá um monte de coisas para conhecer. Mas, apesar dos meus receios, eu seria capaz de adivinhar com alguma probabilidade o tipo de substância que tais volumes conteriam. Eu arriscaria (e não incorretamente, acredito) que os volumes conteriam a palavra “Prússia” em um ou mais lugares; que se falaria sobre guerra de tempos em tempos; que alguma menção poderia ser feita a tratados e fronteiras; que a palavra “Silesia” poderia ser encontrada numa procura diligente, assim como os nomes de Maria Teresa e Voltaire; que em algum lugar em todos aqueles volumes, seu grande autor iria dizer se Frederico o Grande tinha um pai, se chegou a casar-se, se possuía grandes amigos, se tinha algum hobby ou qualquer tipo de gosto literário, se morreu no campo de batalha ou em sua cama, e assim por diante. Se eu tivesse reunido coragem para abrir um destes volumes, provavelmente teria encontrado algo ao menos nestas linhas gerais.

Agora troque a imagem; e conceba um jovem comum, jornalista bem educado ou homem de letras de uma escola pública ou faculdade quando pára em frente de uma coleção ainda maior de livros ainda maiores das bibliotecas da Idade Média — digamos, todos os volumes de Sto. Tomás de Aquino. Eu digo que, de nove chances em dez, aquele jovem bem-educado não sabe o que irá encontrar naqueles volumes em capa de couro. Ele pensa que iria encontrar discussões sobre a capacidade dos anjos de se equilibrarem em agulhas; e assim ele iria. Mas eu digo que ele não sabe que iria encontrar um Escolástico discutindo quase todas as coisas que Herbert Spencer discutiu: política, sociologia, formas de governo, monarquia, liberdade, anarquia, propriedade, comunismo, e todas as noções várias que estão em nosso tempo brigando pelo tempo do “Socialismo”. Ou, por outra, eu não sei muito sobre Maomé ou Maometismo. Eu não levo o Alcorão para a cama comigo toda noite. Mas, se eu o fizesse em alguma noite em especial, em pelo menos um sentido posso alegar saber o que não deve se encontrar lá. Eu entendo que não devo encontrar uma obra repleta de fortes encorajamentos ao culto de ídolos; que os louvores do politeísmo não serão sonoramente cantados; que o caráter de Maomé não será submetido a nada similar a ódio e derrisão; e que a grande doutrina moderna da irrelevância da religião não será desnecessariamente enfatizada. Mas troque novamente a imagem; e imagine o homem modero (o infeliz homem moderno) que levou um volume de teologia medieval para a cama. Ele esperaria encontrar um pessimismo que não está ali, um fatalismo que não está ali, um amor ao barbaresco que não está ali, um desprezo da razão que não está ali. Deixemo-lo tentar. Faria a ele uma de duas boas coisas: ou o faria dormir — ou o faria acordar.

(Illustrated London News, 15 de Novembro de 1913)


JSarto

sexta-feira, julho 08, 2005

Exasperante

Atormenta-me uma exasperante falta de tempo, sufocado que estou pelas penas do trabalho quotidiano. Tanta coisa que gostaria de comentar, quer no plano nacional, quer no plano internacional… Para a semana há-de ser. Por ora, vou-me ficando pelos comentários em blogues amigos.

JSarto